jueves, 22 de noviembre de 2007

LAS TORRES DEL PAINE

El Parque Nacional Torres del Paine en Chile, estaba a 112km de Puerto Natales, donde nos alojamos. Estaba situado entre la Cordillera de los Andes y la estepa patagónica. Lo formaban montañas, valles, ríos, arroyos, lagos, lagunas y glaciares, y era una Reserva de la Biosfera. Pasamos dos días en el parque. La Patagonia era una zona ventosa, pero el día amaneció sin viento. Antes de llegar paramos en un lago donde se reflejaban las montañas nevadas en la superficie totalmente lisa.


El día estaba soleado y con un cielo azul limpio. Los senderos estaban bien marcados. Elegimos el sendero al Mirador de las Torres del Paine, que ascendía a través de bosque y colinas onduladas. El trekking empezaba desde el Hotel Las Torres, de fachada roja con tejadillos de pizarra negra, que fue una estancia de ganado vacuno. 

Cruzamos un puente sobre el río de aguas verdosas. Desde el principio tuvimos la impresionante vista de las torres que se elevaban casi verticalmente más de 200m por encima de la estepa patagónica. Eran espectaculares columnas de granito entre picos nevados. Las torres tenían las paredes tan escarpadas que la nieve resbalaba y no llegaba a cuajar. Tardamos unas cuatro horas en el trayecto.




Durante el camino rellenamos las botellas de agua fresca de los arroyos. Nos cruzamos con algunos senderistas que bajaban a seguir otra ruta después de haber dormido en los refugios altos. Comimos un bocata en un merendero del camino. El último tramo fue una ascensión empinada por una pedrera. De vez en cuando encontrábamos marcas rojas en las piedras grandes. Llegamos cansados y contentos. Las Torres del Paine se levantaban ante nosotros con sus 200m de altura, y al pie tenían una laguna verde. Bajamos a la laguna a tocar el agua. Estaba fría, pero apetecía mojarse los pies después de la caminata.


Al día siguiente fuimos a la Laguna Pudeta y al Mirador de los Cuernos del Paine. El día estaba soleado, pero hacía más viento, ya no se veía el reflejo de las torres en la laguna de entrada al parque. El sendero hacia el Mirador de los Cuernos era mucho más fácil, un paseo agradable. Caminamos entre plantas verdes de aspecto esponjoso, que en realidad eran espinosas. Pasamos por una cascada que caía con fuerza, con chorros de espuma blanca. Era una de las cascadas que nacían del Campo de Hielo Patagónico Sur.



Los Cuernos eran la parte superior de la montaña, recortados en un color más oscuro. La roca estaba casi negra en la cima y contrastaba con la roca marrón de la parte inferior. Había agua por todas partes. Llegamos en una hora al mirador, al pie de una laguna azul.

Disfrutamos de la belleza del paisaje. No era extraño que se considerara al Parque Nacional Torres del Paine como la octava maravilla del mundo.






domingo, 18 de noviembre de 2007

EL FITZ ROY Y EL DIOS EOLO


El Chaltén, en la Patagonia Argentina, era como el salvaje oeste. Un pueblo pequeño y disperso, donde el espacio se siente. Espacio y viento. Nos dijeron que el viento iba con el lugar. El fuerte viento patagónico, que puede llegar a superar los 100km/hora. A pesar de la belleza de las montañas, el pueblo tenía algo de desolación; era un lugar que podría ser el fin del mundo. Entre las cabañas dispersas crecían flores amarillas en las praderas.


Desde el acogedor hotel se veía el pico Fitz Roy. Su nombre en Teuelche significa “Pico de fuego” o “montaña humeante” porque suele estar envuelto en nubes. Después lo rebautizaron con el nombre de Fitz Roy por el capitán de la nave Beagle, que llevó la expedición de Darwin río Santa Cruz arriba en 1834, hasta llegar a una distancia de 50km. de la cordillera. Tenía una altura de 3405m. Desde El Chaltén hicimos varias excursiones por los alrededores, una de ellas la del Sendero del Fitz Roy, a través de bosques, y vimos el pico desde diversos ángulos, siempre imponente y desafiador.


El fuerte viento empujaba constantemente masas de nubes blancas que envolvían la montaña y hacían que su imagen cambiara a cada instante. Pero la benevolencia de los dioses eólicos permitió que pudiéramos admirar unos minutos el Fitz Roy sin nubes, recortado contra el cielo azul. Y después Eolo siguió rugiendo.





jueves, 15 de noviembre de 2007

LOS GLACIARES Y EL LAGO ONELLI

 

Desde El Calafate hicimos una excursión en barco por el Parque Nacional de los Glaciares. Embarcamos en Puerto Bandera y pasamos un paso estrecho conocido como la Boca del Diablo, para recorrer el brazo norte del Lago Argentino. Lucía un sol espléndido y el cielo estaba azul. El barco era un catamarán grande de dos pisos, con ventanales panorámicos y buena calefacción. Tenía dos pasillos laterales y la parte de proa y popa para salir al exterior a contemplar las maravillas de la travesía.

La primera parada fue el Glaciar Spegazzini, que debía su nombre a un botánico italiano. Era más alto que el Perito Moreno, con paredes de 80m a 135m de altura, un ancho de 15km y 25km de longitud. Una mole de hielo ante nosotros.



Estaba alimentado por otros dos glaciares, el Mayo Norte y el Peineta. Vimos algún desprendimiento y escuchamos el estruendo que lo acompañaba. Un espectáculo de la naturaleza

Seguimos la navegación y encontramos enormes icebergs pasando junto a ellos. Algunos formaban arcos y tenían oquedades. Uno de ellos parecía la cara de un fantasma. Muchos tenían tonos azules por el grado de compactación del hielo y el efecto refractivo de la luz. Los témpanos o icebergs solo emergían el 15% sobre el nivel del agua, y el 85% restante permanecía bajo el agua.








El Glaciar Upsala también era impresionante. Era una lengua enorme de hielo que bajaba de las montañas para desembocar en el Lago Argentino, de aguas color azul lechoso o verdoso, por los sedimentos. Se conocía como “leche glaciaria” que provenía de las partículas minerales suspendidas en el agua, cuyo origen se debía a la erosión producida por el glaciar en sus lechos rocosos. Los glaciares era ríos de hielo que se forman por acumulación de nieve en las cuencas superiores o ventisqueros; la nieve se transforma en gránulos que eliminan. Toda esa explicación la leímos en el folleto informativo que nos dieron a bordo del catamarán.




Las paredes del Upsala tenían de 60 a 80m de altura, y el glaciar tenía de 5 a 7km de ancho y 60km de longitud. Inmenso. Se veían grietas verticales azules, y la parte superior de la pared con forma de agujas picudas. En alguna parte el hielo estaba sucio de la tierra y rocas que arrastraba la morrena, pero eran zonas muy pequeñas. El blanco deslumbrante lo dominaba todo. 

Era el más grande del Parque Nacional de los Glaciares, y el más largo de Sudamérica. Debía su nombre a la ciudad sueca homónima, cuya universidad patrocinó en el s.XX el primer estudio geológico de la región. En 1932 una expedición al mando del Coronel Emiliano Huerta y el ingeniero Mario Berbne, realizó el primer cruce del Hielo Continental Patagónico, atravesando el Glaciar Upsala. En los últimos años, con el cambio climático, se había observado un importante retroceso.



Tras cuatro horas de navegación entre glaciares, desembarcamos en la Bahía Onelli. Caminamos unos 800m a través de un bosque precioso, un típico bosque andino patagónico y los árboles eran langas. Vimos muchos troncos arrancados de raíz y otros rotos, por la fuerza del aire. Era increíble el poder de destrucción de esta fuerza, pero creaba un paisaje irreal y bello. Y al otro lado del bosque encontramos la gran sorpresa: el Lago Onelli.


Tres glaciares confluían en el Lago Onelli: el Onelli, el Bolado y Agassia. De ellos provenían los cientos de témpanos que flotaban y se reflejaban en la superficie del agua. Caminamos al extremo más distante del lago, contemplando la infinidad de formas del hielo: un témpano parecía un cisne, otro un fraile con capucha, otro un barco, otro un dragón, un animal con la boca abierta, una foca apoyándose en las aletas, una cara con ojos y boca redondas…Tocamos el agua y estaba fría, nos dijeron que tenía 5º, una persona que cayera al agua sólo aguantaría dos minutos con vida. El lago fue la última maravilla que vimos aquel día en el Parque Nacional de los Glaciares. Un impresionante Patrimonio de la Humanidad.




miércoles, 14 de noviembre de 2007

TREKKING POR EL GLACIAR

 

El segundo día en el Perito Moreno decidimos hacer un trekking por el glaciar. Después de desembarcar caminamos por un bosque de lengas, altos árboles junto al Lago Argentino, y llegó el plato fuerte del día. Los guías nos pusieron los crampones en las botas, nos aconsejaron caminar con los pies separados y nos enseñaron trucos para las subidas y bajadas. Éramos un grupo pequeño de quince personas con dos guías. 



Tras las instrucciones empezamos el trekking por el Perito Moreno. Trepamos por las crestas de nieve, caminando entre dunas blancas, agujas y lagunas de un azul translúcido. Saltamos grietas profundas de un azul añil. Bebimos agua del glaciar. Los guías llevaban piolets e iban construyendo escalones en el hielo y facilitando el camino.


A veces daba la sensación de estar sumidos en un mar de crestas blancas. Subíamos, bajábamos y nos metíamos por estrechos desfiladeros de altas paredes. El hielo a veces se veía translúcido y otras con el azul intenso casi añil que tanto nos atraía. Disfrutamos un montón de la caminata.





Hacia el final del trayecto vimos sobre la nieve una caja blanca con la cruz roja, un botiquín colocado en un sitio estratégico. No fue necesario usarlo, nadie se cayó ni resbaló. Y para acabar tuvimos una sorpresa: el bar del Perito Moreno. Entre la nieve había un par de mesas y unas cajas de madera. Sacaron vasos, whisky y picaron hielo con el piolet. Así fue como acabamos el trekking por el Perito Moreno, tomando un whisky con hielo que nos calentó el cuerpo y alfajores de chocolate. Después de ver y navegar la cara norte y la cara sur del glaciar, la caminata fue el colofón de la visita. Una maravilla de la naturaleza.