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domingo, 26 de abril de 2015

LA GRAN BOGOTÁ

 


Bogotá, la capital colombiana, estaba a 2600m de altitud, en el altiplano de la Cordillera Oriental. El lema de la ciudad era “2600 metros más cerca de las estrellas”.

El centro histórico estaba formado por la gran Plaza Bolívar y el barrio de La Candelaria, con sus casas bajas pintadas de colores. La Candelaria fue el barrio fundacional de la ciudad en el s.XVI, con arquitectura colonial que conservaba la tipología de construcción española. Nos gustó su ambiente y los edificios antiguos: La Catedral Primada, el Palacio Liévano (sede de la Alcaldía Mayor), el Capitolio Nacional y el Palacio de Justicia, la Iglesia Museo Santa Clara o el Palacio del Virrey. Todos de magnífica arquitectura.





Paseamos entre estudiantes por la Universidad de los Andes, de Ingeniería y otras, y por varios Colegios Mayores como el de los Salesianos, de bonita fachada de estilo gótico, de ladrillo rojo con franjas blancas. 


Bogotá tenía muchos museos. Empezamos visitado el Museo del Oro, que exhibía unas 55.000 piezas de oro de las principales culturas prehispánicas. En la primera planta explicaba el trabajo de los metales. Utilizaban piedras para amartillar el metal, las sometía al fuego a altas temperatura y luego las enfriaban bruscamente. Para obtener las figuras utilizaban moldes de cera de abeja, que se rompían con cada pieza. Había figuras antropomórficas y otras híbridas con formas de animales (jaguar, aves picudas), insectos, formas geométricas…Se exponían gran variedad de piezas ornamentales: diademas, narigueras, pendientes, gargantillas, pectorales, mangos de bastón.



La segunda planta se dedicaba a la Cosmología, Simbolismo y Ofrenda. Exhibía las piezas dedicadas a los rituales de los dioses y utilizadas por los caciques y chamanes. Había piezas de ajuar, encontradas en urnas funerarias de gente importante. Era abrumadora la cantidad de piezas que se mostraban y vimos varios vídeos muy interesantes. Un museo impresionante. 

Cerca estaba el Museo Botero, ubicado en otro edificio histórico y bonito, de dos plantas y con un patio con arcos con un precioso jardín. Exhibía cuadros y algunas esculturas de Fernando Botero. Todos los hombres y mujeres de sus cuadros tenían las misma formas orondas características, desmesuradas.

También exhibía cuadros de otros pintores como Degás, Balthus, Picasso, Tolouse-Latrec, Lucien Freud…Muy completo.

El edificio del Museo Botero comunicaba con el Museo de la Moneda. En él se explicaba como se pasó de acuñar las monedas hispánicas o los actuales pesos tras la Independencia. Exhibía varias cajas fuertes antiguas.

Otra visita fue al Museo del Traje, que dedicaba una parte a la explicación de la elaboración de tejidos con diferentes telares y otras salas a los trajes de cada región de Colombia. Todos eran muy coloridos, con faldas de vuelo para los bailes. Una visita muy amena e interesante. Quisimos visitar la Quinta Bolívar y el Museo de Arte Colonial estaban cerrados por reformas.


Un Funicular ascendía hasta el Cerro de Monstserrate, a 3.175m de altura. En la cima estaba la blanca Iglesia del Señor Caído, del s. XVI. Ocupaba el lugar de una antigua capilla devastada por un terremoto, y era un lugar de peregrinaje. Desde el cerro tuvimos unas magníficas vistas de la capital que se extendía en el valle a nuestros pies. La ciudad moderna con sus altos edificios engullía el pequeño y coqueto barrio de La Candelaria.







jueves, 22 de noviembre de 2007

LAS TORRES DEL PAINE

El Parque Nacional Torres del Paine en Chile, estaba a 112km de Puerto Natales, donde nos alojamos. Estaba situado entre la Cordillera de los Andes y la estepa patagónica. Lo formaban montañas, valles, ríos, arroyos, lagos, lagunas y glaciares, y era una Reserva de la Biosfera. Pasamos dos días en el parque. La Patagonia era una zona ventosa, pero el día amaneció sin viento. Antes de llegar paramos en un lago donde se reflejaban las montañas nevadas en la superficie totalmente lisa.


El día estaba soleado y con un cielo azul limpio. Los senderos estaban bien marcados. Elegimos el sendero al Mirador de las Torres del Paine, que ascendía a través de bosque y colinas onduladas. El trekking empezaba desde el Hotel Las Torres, de fachada roja con tejadillos de pizarra negra, que fue una estancia de ganado vacuno. 

Cruzamos un puente sobre el río de aguas verdosas. Desde el principio tuvimos la impresionante vista de las torres que se elevaban casi verticalmente más de 200m por encima de la estepa patagónica. Eran espectaculares columnas de granito entre picos nevados. Las torres tenían las paredes tan escarpadas que la nieve resbalaba y no llegaba a cuajar. Tardamos unas cuatro horas en el trayecto.




Durante el camino rellenamos las botellas de agua fresca de los arroyos. Nos cruzamos con algunos senderistas que bajaban a seguir otra ruta después de haber dormido en los refugios altos. Comimos un bocata en un merendero del camino. El último tramo fue una ascensión empinada por una pedrera. De vez en cuando encontrábamos marcas rojas en las piedras grandes. Llegamos cansados y contentos. Las Torres del Paine se levantaban ante nosotros con sus 200m de altura, y al pie tenían una laguna verde. Bajamos a la laguna a tocar el agua. Estaba fría, pero apetecía mojarse los pies después de la caminata.


Al día siguiente fuimos a la Laguna Pudeta y al Mirador de los Cuernos del Paine. El día estaba soleado, pero hacía más viento, ya no se veía el reflejo de las torres en la laguna de entrada al parque. El sendero hacia el Mirador de los Cuernos era mucho más fácil, un paseo agradable. Caminamos entre plantas verdes de aspecto esponjoso, que en realidad eran espinosas. Pasamos por una cascada que caía con fuerza, con chorros de espuma blanca. Era una de las cascadas que nacían del Campo de Hielo Patagónico Sur.



Los Cuernos eran la parte superior de la montaña, recortados en un color más oscuro. La roca estaba casi negra en la cima y contrastaba con la roca marrón de la parte inferior. Había agua por todas partes. Llegamos en una hora al mirador, al pie de una laguna azul.

Disfrutamos de la belleza del paisaje. No era extraño que se considerara al Parque Nacional Torres del Paine como la octava maravilla del mundo.