domingo, 31 de agosto de 2014
RETRATOS DEL TIBET
miércoles, 13 de agosto de 2014
LA TALLIN MEDIEVAL
Tallin, la capital de Estonia, nos enamoró desde la primera impresión. Llegamos en ferry desde Helsinki, en un trayecto de dos horas y media. Empezamos a callejear y una de las primeras cosas que hicimos fue subir a la Torre del Ayuntamiento para contemplar las vistas de la ciudad: tejados rojos escalonados y asomando entre ellos decenas de agujas góticas de las iglesias, con el Mar Báltico y los grandes barcos al fondo.
La Plaza del Ayuntamiento era preciosa. Tenía algunos edificios triangulares con remates de gabletes, como Bruselas o Brujas. Los colores predominantes de las fachadas eran amarillos y rosados. En la plaza había un mercadillo con artesanía y productos locales. En una de las esquinas estaba la que había sido la Farmacia (Apoteka) más antigua de Estonia, del s. XV, reconvertida en tienda de antigüedades.
Merecía su
categoría de Patrimonio de la Humanidad. Sus calles medievales
adoquinadas y las casas de dos plantas con adornos de escayola en las
fachadas, arcos y pasadizos, transportaban a otra época, era como adentrarse en
el s. XV. Muchas eran casas de antiguos mercaderes y tenían patios
medievales transformados en bares y restaurantes con encanto, entre flores y
plantas.
Subimos a otras dos torres, la Torre de Oleviste era la más alta, de 60m contando el pináculo. Subimos 257 escalones de piedra. Las vistas lo merecían. También subimos a la Torre Halleman, de 1410. Tenía unos 15m de altura. Por la escalera de caracol ascendimos a la parte superior de la muralla y recorrimos el pasadizo de madera cubierto. Las vistas desde allí eran preciosas, con más tejadillos, buhardillas y agujas de iglesias.
Atravesamos el Pasaje
de Santa Catalina, con tiendas de artesanía a ambos lados. Había artesanos
del vidrio de colores, de cerámica, cuero, joyas, textiles. Todas las tiendas
ofrecían productos originales, estéticos y de calidad. Tenía un ambiente y decoración
medieval y algunos de los vendedores iban vestidos de época.
El barrio de Toompea estaba sobre una colina. Subimos junto a la muralla y sus torreones hasta llegar a la Catedral de San Alejandro Nevsky. Era una catedral ortodoxa rusa, de 1900, con cúpulas de cebolla. Recorrimos otro tramo de la muralla, encontrando cuatro torres alineadas con su caparazón cónico rojo. Una de ellas era la Kiek de Kok, que en alemán significaba “dar un vistazo a la cocina” porque desde los pisos superiores los mirones del medievo podían curiosear el interior de las casas que tenían a sus pies.
El barrio de Toompea estaba sobre una colina. Subimos junto a la muralla y sus torreones hasta llegar a la Catedral de San Alejandro Nevsky. Era una catedral ortodoxa rusa, de 1900, con cúpulas de cebolla. Recorrimos otro tramo de la muralla, encontrando cuatro torres alineadas con su caparazón cónico rojo. Una de ellas era la Kiek de Kok, que en alemán significaba “dar un vistazo a la cocina” porque desde los pisos superiores los mirones del medievo podían curiosear el interior de las casas que tenían a sus pies.
Lo que más nos
gustó del barrio de Toompea fueron sus miradores sobre la ciudad de
Tallin. Ofrecían una panorámica de los tejados rojos inclinados con sus
buhardillas, entre altas agujas y pináculos de las iglesias góticas, y las
torres de caparazón rojo. Curioseamos las numerosas tiendas de antigüedades y artesanía,
encontrando cosas preciosas y poco frecuentes. También entramos en varias
iglesias, una curiosa fue la Iglesia de Ucrania.
Cenamos en el restaurante medieval Old Hansa, con mucho ambiente. Hasta el baño de madera tenía encanto. Probamos la cerveza negra con miel y la rubia con canela, servidas ambas en jarras de cerámica. Lo acompañamos con combinado de ahumados y salmón con judiones. Todo muy rico.
Fuimos al Hotel
Viru, que había sido el único donde los turistas podían alojarse durante el
régimen comunista. Fue el primer y único rascacielos de Tallin, construido en
1972. La antigua KGB montó su base de espionaje en el piso 23 del hotel y
espiaba a los visitantes. Habían reformado el hotel y una parte era Museo de
la KGB. Preguntamos para visitarlo, pero había que concertar cita previa.
En la población de Tartu pudimos visitar otro Museo de la KGB. Y otro día
visitamos el Parque Nacional Lahemaa desde Tallin.
lunes, 11 de agosto de 2014
RAUMA SUS CASAS DE MADERA
Desde Turku cogimos un bus hasta Rauma, a 90km, a través de bosques de abetos. Rauma se fundó a mediados del s.XV, y era la tercera población más antigua de Finlandia. Su casco antiguo, con calles adoquinadas y casas tradicionales de madera con chimeneas, estaba considerado Patrimonio de la Humanidad.
Vimos la iglesia y llegamos a la Plaza
del Mercado y nos sentamos en la terracita del famoso Café Sali, el centro
de Rauma. Disfrutamos de la cerveza local contemplando el paso de los escasos transeúntes
y bicicletas.
Las casas estaban
pintadas de tonos azules, rosados, amarillos, ocres y granates. Eran de planta
baja y algunas tenían jardines. Tenían adornos de carpintería y marquesinas metálicas.
Las ventanas tenían visillos y estaban decoradas con conchas, objetos marinos, botellas
de colores, miniaturas de barcos y faros, y algunas colecciones particulares,
como una de despertadores antiguos.
Rauma era conocida también por su tradición en la confección de encaje de bolillos, y por su dialecto regional. En Finlandia tenían dos lenguas oficiales: el finés (suomi) y el sueco. Las cartas de los restaurantes y otros carteles estaban en ambos idiomas, y algunos añadían también el ruso y el inglés.
Había algunas casas
museo, pero estaban cerradas. Nos asomamos a las ventanas y pudimos ver habitaciones
con mobiliarios de madera, cunas, ruecas, encajes de bolillos, jofainas,
utensilios de cocina. Fue el museo más completo que vimos sin entrar.
Otro museo que sí
pudimos visitar fue el Museo del Teléfono. Estaba cerrado y un señor con
una carretilla arreglaba el jardín. Nos saludó y dijo que lo abría para
nosotros. Era el dueño, que llevaba coleccionando aparatos desde hacía medio siglo.
Tenía unos 200 teléfonos de todo tipo colgados en la pared: de madera, de
baquelita y militares, Tenía hasta una centralita de manivela y al accionarla
sonaban los teléfonos. Los había rusos, alemanes. Era una buena colección de
valor histórico. Interesante.