Desde Turku cogimos un bus hasta Rauma, a 90km, a través de bosques de abetos. Rauma se fundó a mediados del s.XV, y era la tercera población más antigua de Finlandia. Su casco antiguo, con calles adoquinadas y casas tradicionales de madera con chimeneas, estaba considerado Patrimonio de la Humanidad.
Vimos la iglesia y llegamos a la Plaza
del Mercado y nos sentamos en la terracita del famoso Café Sali, el centro
de Rauma. Disfrutamos de la cerveza local contemplando el paso de los escasos transeúntes
y bicicletas.
Las casas estaban
pintadas de tonos azules, rosados, amarillos, ocres y granates. Eran de planta
baja y algunas tenían jardines. Tenían adornos de carpintería y marquesinas metálicas.
Las ventanas tenían visillos y estaban decoradas con conchas, objetos marinos, botellas
de colores, miniaturas de barcos y faros, y algunas colecciones particulares,
como una de despertadores antiguos.
Rauma era conocida también por su tradición en la confección de encaje de bolillos, y por su dialecto regional. En Finlandia tenían dos lenguas oficiales: el finés (suomi) y el sueco. Las cartas de los restaurantes y otros carteles estaban en ambos idiomas, y algunos añadían también el ruso y el inglés.
Había algunas casas
museo, pero estaban cerradas. Nos asomamos a las ventanas y pudimos ver habitaciones
con mobiliarios de madera, cunas, ruecas, encajes de bolillos, jofainas,
utensilios de cocina. Fue el museo más completo que vimos sin entrar.
Otro museo que sí
pudimos visitar fue el Museo del Teléfono. Estaba cerrado y un señor con
una carretilla arreglaba el jardín. Nos saludó y dijo que lo abría para
nosotros. Era el dueño, que llevaba coleccionando aparatos desde hacía medio siglo.
Tenía unos 200 teléfonos de todo tipo colgados en la pared: de madera, de
baquelita y militares, Tenía hasta una centralita de manivela y al accionarla
sonaban los teléfonos. Los había rusos, alemanes. Era una buena colección de
valor histórico. Interesante.