Desde Jinka visitamos el Parque Nacional Mago, donde vivían gentes de la etnia Mursi. Fuimos con todoterreno por pistas embarradas. En la temporada de lluvias aquellas pistas eran intransitables. Además, cruzamos cauces de pequeños arroyuelos, que seguramente bajarían como torrentes crecidos.
El Parque Mago era
zona de moscas tsé-tsé. Pensé en como se diferenciarían de otros moscardones,
pero en cuanto las vi no tuve dudas. Empezaron a aparecer amenazadoramente en
forma de nube alrededor del coche, y aunque cerramos las ventanillas no pudimos
evitar que entrara alguna. Empezamos a matarlas con la guía de Etiopía, que era
gorda. El mapa también servía de matamoscas, aunque la guía era más eficaz. Las
moscas revoloteaban entre nosotros, y mostraron una marcada preferencia por la
cabeza de nuestro guía. El tramo con moscas tsé-tsé duró más de dos horas,
luego se esfumaron.
Después de más de tres horas de mala pista, calor sofocante y agobiantes moscas tsé-tsé, llegamos a un río. Allí había mujeres mursi y algún niño. Al para y bajar del coche aparecieron más. Llevaban platos de arcilla insertados en el labio inferior. Algunos eran de un diámetro de unos 10cm. No queríamos ni imaginar lo doloroso que debía ser el proceso de dilatación de la piel del labio. Vimos como una de ellas se lo sacaba y quedaba un colgajo de labio. Resultaba bastante impactante. Para los mursi, según su tradición, el plato era un ornamento que embellecía a las mujeres.
Encontramos un grupo de hombres mursi que iban de caza, según nos dijeron. Llevaban algún fusil a la espalda. Sobrevivían con la caza y la agricultura. Tres de ellos iban totalmente desnudos. Era curioso que no se protegiesen ni los genitales. Hasta en Papúa Nueva Guinea se protegían el pene con una vaina de calabaza. Fue un breve contacto. Todos nos sonrieron y nos miraron con curiosidad, como nosotros a ellos.
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