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viernes, 29 de agosto de 2025

PUEBLOS CAUCÁSICOS: SHEKI Y KISH

Sheki (Şəki) es una población en las montañas del Cáucaso, rodeada de densos bosques. Sus orígenes se remontan al s. III a.C, cuando pertenecía al reino de la Albania Caucásica, un estado que se extendió por gran parte de Azerbaiyán y el Daguestán ruso. 

Allí está la Iglesia albanesa de los Tres Santos, con una nave central redonda y rodeada de montañas.




Nos alojamos en el Karvansarai Hotel, un antiguo caravansar donde en el pasado se hospedaban los mercaderes de la Ruta de la Seda. Sheki fue un importante centro comercial de la Ruta de la Seda y conectaba la cultura occidental y la oriental con las caravanas. Conservaba el edificio de la antigua Fábrica de seda.  


La mayor atracción en Şəki es el Xan Sarayi, el Palacio de Verano donde residían los monarcas del kanato de Sheki. Fue construido a finales del s. XVIII. Declarado Patrimonio de la Humanidad.

La fachada es imponente, con ventanas de madera tallada y decorada con mosaicos y frescos con motivos geométricos, florales y con figuras de pavos reales. 



El interior del Palacio es todavía más espectacular, pero no está permitida la fotografía (las fotos de este blog son exteriores) y un guardián vigila cada sala. Hay dos salas abajo y tres salas grandes en la planta superior. Las salas están decoradas con vidrieras de colores y frescos de flores y animales. Los techos de madera también están artesonados






El Palacio está dentro de la Fortaleza de Sheki, un gran recinto amurallado construido por los rusos a finales del s. XIX. Tiene un centro de artesanía con cerámica bonita y original, colgada de las paredes, y una galería de arte con cuadros.


El Sheikhanov Sarayi era el Palacio de invierno, donde se alojaba antaño la familia de los kanes de Sheki. La fachada, con ventanas de madera tallada, no está tan decorada como la del Xan Sarayi. Pero en el interior permiten la fotografía y lo disfrutamos fotografiando todos los detalles.


La sala principal es la más decorada, con coloridas vidrieras, una pequeña chimenea y pinturas murales en paredes y techos. Los frescos tienen motivos florales, geométricos y animales (leones, ciervos y pavos).







En el pueblo hay varias casas-museo. Visitamos la Casa Museo Sabit Rahman, de un escritor y pianista azerí. El interior conserva mobiliario con su piano y escritorio, una radio y televisión antiguos y fotografías. La familia vivía en la planta baja y fueron tan amables de mostrarnos la casa sin cobrarnos nada.


Visitamos la Mezquita Khan y el Museo Xan anexo. El museo exhibe textiles, una rueca, balanzas, vasijas de cobre, un atril con un corán, una cuna y alforjas coloridas.



Al día siguiente fuimos con un taxi local a Kish, a 10km de Sheki. Kish es un pueblo caucásico en un valle rodeado de montañas. Es conocido por su Iglesia Albanesa con torre circular. Decían que era la iglesia más antigua, construida en el s. I por el apóstol Eliseo. 

La iglesia es bonita, rodeada por un jardín con flores y con el fondo de la montaña. Alrededor se encontraron vestigios y esqueletos de la Edad de Bronce que se exhibían en el subsuelo, protegidos por un vidrio. En el interior de la iglesia hay un pequeño museo con cruces y portavelas de piedra decorados.


Para finalizar fuimos al Cementerio de Kish que ofrecía buenas vistas del pueblo, las casas con sus tejadillos y las montañas. Las lápidas tenían retratos de los muertos, que también contemplaban el paisaje.


lunes, 26 de mayo de 2025

LA FIESTA EN LA ALDEA


El tranquilo pueblo de Jana Soh conservaba casas de madera de dos pisos, con tejados de pizarra. Alrededor de las casas había pajares y campos cultivados. Por las ventanas se asomaban mujeres y niños. 

En la plaza del pueblo encontramos una celebración con danzas. Un grupo de 12 bailarines con un señor que hacía de animador y un poco de teatrillo, provocando las risas de los espectadores  especialmente los niños.




Todos iban ataviados con coloridos trajes, y las mujeres se adornaban con pañuelos rojos en la cabeza y joyas de plata. Los hombres llevaban gorros de lana con cenefas bordadas Unas vestimentas festivas, de pueblos de montaña.

         


             

Algunas bailarinas eran señoras muy mayores y arrugaditas, que se movían con suavidad. Entre los espectadores también había gente anciana, disfrutando del espectáculo. 


         

Al acabar la función nos hicimos fotos con todos y ellos nos hicieron fotos a nosotros, los únicos espectadores occidentales. Fue un regalo encontrar aquella celebración.



Luego seguimos paseando por la aldea y encontramos a dos mujeres acarreando a la espalda pesados sacos con leña y forraje. Un duro trabajo.




           

Nos despedimos de aquella encantadora aldea y fuimos a ver las cercadas Cascadas de Jana. Llevaban poco caudal de agua, pero el entorno verde y boscoso era bonito. Lo curioso es que habían instalado al pie de la cascada unas mesas donde comía una familia, con los pies en el agua. Una comida refrescante.

domingo, 8 de septiembre de 2024

NAVEGANDO EL RÍO CONGO

Desde Luanda cogimos un avión hasta Soyo, una ciudad petrolera, al norte de Angola. Fue un trayecto corto de 45 minutos, y desde el aire pudimos ver por primera vez los meandros del río Congo, rodeados de verde vegetación.

El río Congo, también conocido como Zaire, era el más largo de África (después del Nilo) y el séptimo del mundo, con 4.700m de longitud. Además era el primero en África y el segundo del mundo en volumen de agua. El mítico río de "El corazón de las tinieblas" de Conrad.





Partimos a las diez de la mañana del Puerto Fluvial Manel Antonio de Soyo, con el barquero Santos, por la desembocadura, el Delta del Congo en el Atlántico. La barca era muy precaria, con tres tablones como asiento para pasajeros.

El agua del río era marrón con los sedimentos, y con zonas de plásticos acumulados y suciedad por los residuos de las petroleras. Era de gran anchura y las orillas estaban llenas de manglares y vegetación.



Vimos pescadores con sus redes y alguna embarcación de vela blanca.

Pasamos varios controles militares de Guardia Costera, que nos pidieron el pasaporte, ya que la frontera con República Demócratica del Congo estaba muy próxima, y la marcaba el propio río.


Fuimos a la Ponta Pedrao, una isla con una cruz de piedra, rodeada de palmeras. Un monumento erigido por navegantes y exploradores portugueses. El primero en llegar fue el portugués Diego Cao en 1482, iniciando la conquista de Angola. La cruz tenía un simbolismo político, de ocupación colonial, y religioso.

Cerca, habia un proyecto de conservación de tortugas, con zonas de arena parceladas, donde anidaban. La playa era alargada, solitaria y salvaje. El Atlántico alli tenía oleaje y fuertes corrientes.




Luego nos metimos por canales más estrechos con manglares con las raíces aéreas a ambos lados, reflejándose en el agua. Era un trayecto precioso y plácido. 

Pasamos por pequeños poblados de pescadores, muy modestos. Cabañas de cañizo entre palmeras y otros árboles que se reflejaban en la superficie del río. Algunos pescadores estaban arreglando sus redes, había niños jugando y ropa colgada. La vida en las orillas del río Congo.