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viernes, 13 de marzo de 2020

EL CARNAVAL DE LA VEGA




Hay muchos motivos para viajar a República Dominicana, además de por sus fantásticas playas. Uno de ellos es el Carnaval. Nos recomendaron el Carnaval de La Vega. Y allí fuimos, estaba a sólo dos horas de guagua desde Santo Domingo. Fue un espectáculo magnífico y lleno de colorido. Merecía su fama. Los trajes eran muy imaginativos, originales y llenos de fantasía.


La calle estaba preparada con vallas para el público a ambos lados y carpas con música de merengue y bachata a todo volumen. Las carpas de música estaban situadas en las intersecciones de las calles, así que el truco era colocarse en medio, si no querías volverte sordo. Desfilaron más de sesenta comparsas con gran variedad de trajes. Algunos recordaban al Carnaval de Venecia, con trajes blancos y dorados y máscaras sofisticadas. Nos sorprendió que los trajes fueran tan recargados y pesados, debían ser muy calurosos, y no era lo mejor para un ambiente tropical con temperaturas alrededor de 30º. Todos eran un derroche de colores: naranjas, rojos, rosas, azules, violetas, verdes, granates, amarillos…Algunos parecían mariposas con las alas extendidas. Cuando posaban para el público abrían los brazos y el traje se mostraba en todo su esplendor.




Algunos iban disfrazados por libre como un obispo con el manto violeta o unos bosquímanos con el cuerpo cubierto de barro ocre amarillento, o un Freddy Krueger. Otros llevaban caretas blancas de Anonymus, y todas las máscaras eran muy sofisticadas y elaboradas. Sólo pasó una carroza con decoración selvática de hojas verdes, con las reinas del Carnaval, una niña y una jovencita dominicana, las dos muy guapas. 

Había mucho ambiente, aunque apenas vimos turistas occidentales. Los que desfilaban posaban y hacían bromas al público. Los que llamaban Diablos Cojuelos llevaban una vejiga forrada de tela y con ella golpeaban con fuerza los traseros que pillaban, especialmente los de las mujeres. Era una forma de bromear de los chicos, como los zurriagazos.





Al final del desfile las comparsas estaban extenuadas con el calor. Se sacaban las máscaras y bebían agua, mostrando sus caras sudorosas. Algunos llevaban pequeñas mochilas en la espalda, bajo el disfraz, y sorbían del tubo. Nosotros estábamos asados de calor, así que ellos con toda aquella ropa…Después de varias horas finalizó. Fue un espectáculo multicolor que nos mantuvo absortos. Imaginación, originalidad y fantasía, eso fue el Carnaval de La Vega.



© Copyright 2020 Nuria Millet Gallego

viernes, 18 de octubre de 2019

EL DZONG DE PARO


El Dzong de Paro no era tan grande como el de Punakha, pero también impresionaba. Estaba a orillas del río, y entramos por la carretera de la parte superior. Subimos las escaleras de acceso y pasamos por una galería con pinturas murales de deidades budistas. A un lado estaba la Rueda de la Fortuna.


Accedimos a un patio donde encontramos hombres y mujeres butaneses vestidos de gala, una alfombra roja y revuelo de monjes. Era una visita del Ministro de Cultura, vestido con un chal naranja sobre el go, y botas de cuero adornadas. Todos los vips se alinearon y entraron en el recinto principal. Les hicimos fotos y seguimos nuestra visita.




          



En otro patio vimos la actuación de un grupo de unas 50 mujeres ataviadas con la kira, el traje tradicional, la chaquetilla de seda y falda largas, con estolas al cuello Se colocaron alineadas en semicírculo, bailaron y cantaron varias canciones. Sus trajes eran de gran colorido y fue un bonito espectáculo que nos regalaron. Toda una sorpresa para acabar la visita del Dzong.




martes, 21 de agosto de 2012

EL FESTIVAL NADAAM

 



Los tres deportes nacionales de Mongolia son las carreras de caballos, la lucha y el tiro al arco. Una oportunidad para verlos es coincidir con el Nadaam, la festividad anual que se celebra el 11 y 12 de julio, coincidiendo con el Día de la Independencia de Mongolia. Cada pueblo y ciudad tienen su propio Nadaam que a veces se celebra unos días antes. Leímos que los Nadaam en los pueblos más pequeños son los más pintorescos e interesantes.

En las afueras de Karakorum tuvimos la sorpresa de encontrar, fuera de temporada, una de estas celebraciones. En la estepa habían montado cuatro tiendas azules sobre la hierba verde formando un espacio circular. Dentro del gran círculo luchaban dos gigantes. Iban vestidos con unos calzones azul cielo con dibujos blancos y botas altas. También llevaban un sombrero que me recordaba el cuello de una botella de champán. Eran altos y fuertes, parecían gladiadores.





Los espectadores lucían sus mejores galas: iban vestidos con sombreros variados y con el deel tradicional, una especie de túnica de seda de colores ceñida con una faja o un cinturón con hebilla de plata labrada, y botas de cuero con adornos. También había algunos monjes budistas con sus túnicas granates. Todos estaban muy atentos al espectáculo.

Los luchadores saludaron al público con estiramientos de brazos, el “saludo del águila” lo llamaban. Flexionaron las piernas, se agacharon apoyando las manos en sus poderosos muslos, y luego iniciaron la lucha. Un juez, vestido con un deel de seda amarilla, vigilaba y arbitraba el encuentro. Se enzarzaron cuerpo a cuerpo hasta que uno venció al otro, volteándolo y tumbándolo en el suelo. Todos estallaron en aplausos entusiastas.





Al atardecer llegó el momento de la entrega de premios. Los niños miraban con admiración a aquellos fornidos hombretones. Al ganador le ofrecieron un cuenco para beber un líquido blanco. A nosotros también nos ofrecieron otros cuencos, era airag, la leche de yegua fermentada, que probamos en honor de los luchadores.

 

© Copyright 2012 Nuria Millet Gallego