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martes, 28 de mayo de 2024

EL ENCANTO DE PESHAWAR

 

Peshawar fue una de las ciudades que más nos gustaron de Pakistán, por sus casas antiguas y sus bazares. En una plaza del centro estaba el Chowk Yadgar o Hasting's Memorial, un monumento en forma de cúpula blanca, dedicado a las víctimas de la masacre en el Bazar Qissa Khawani en 1930. El primer monumento fue erigido en memoria del coronel Hustings en 1883. Leímos en Wikipedia que era centro de los negocios hawala, el sistema de préstamos de confianza y honor usado por los musulmanes. 

La Torre del Reloj Cunningam fue construida en 1900 en honor al gobernador de la provincia Sir George Cunningham. Tenía tres pisos y un mirador superior con vistas, pero estaba cerrada. Era un monumento emblemático de la ciudad.

El barrio antiguo de Sethi Mohallah conservaba casas antiguas, entre ellas siete mansiones construidas por la familia de comerciantes Sethi. Era un estilo que recordaba a Asia Central, con ventanas y balcones tallados en madera.


La Sethi House era una mansión histórica de arquitectura tradicional, transformada en museo. El exterior tenía ventanales verdes. Al entrar tenía un patio con una fuente central y paredes de madera talladas en filigrana. La sala que nos gustó más tenía vidrieras de colores y una falsa ventana con hornacinas y espejos. 

Nos enseñaron el sótano con un comedor más fresco, con ventilación del patio, y la zona donde guardaban el dinero en cajas fuertes. También vimos salas con chimeneas (chinikhanas) y las cocinas. El techo también estaba decorado con pinturas y mosaicos.




Cerca estaba la Mezquita Mahabat Khan de la era mogol. Se construyó en el s. XVI en honor del gobernador mogol. Tenía bonitas pinturas murales en paredes y techos con motivos florales y geométricos.

El Fuerte Bala Hisar del s. XVI, se levantaba sobre una colina. Fue residencia de la dinastía afgana Durruni, cuando los afganos invadieron el país. Después lo ocuparon los maratha indios, y los sikhs lo destruyeron y reconstruyeron. Y en 1849 la Compañía Británica de las Indias reconstruyó sus muros.  Era el cuartel del Cuerpo Fronterizo de Pakistán, y podía visitarse los fines de semana. Así que nos quedamos sin ver el interior.


Luego curioseamos el Bazar Qisssa Khwani, un bazar histórico de Peshawar. Era conocido como "el mercado de los cuentos" o "calle de los narradores", ya que antiguamente los viajeros se reunían allí para intercambiar sus historias.




Cruzamos la Puerta Kibla y la calle seguía con el Bazar Khyber, con algunos puestos de dentistas que exhibían dentaduras postizas. 

Al día siguiente visitamos el Museo de Peshawar, con figuras budistas del antiguo Imperio Gandhara y arte islámico. El edificio era de piedra rosada, de estilo indo-británico. Una visita interesante, como Peshawar.





domingo, 6 de noviembre de 2016

SOMBREROS DE KIRGUISTÁN





En Kirguistán los hombres usaban sombreros altos de fieltro blanco con cenefas en negro. Eran una especie de sombreros de copa, bastante peculiares.

Eran sombreros tradicionales, aunque había innovaciones más turísticas con los dibujos en color granate, o formas diferentes, como el que llevaba un niño. Los vendían en los bazares como el de la población de Osh, la mayor etapa de la Ruta de la Seda, una ciudad con 3000 años de historia y una atmósfera propia de Asia Central.





Los Kirguisos con los que nos cruzamos eran muy amistosos. Muchos preguntaban de dónde éramos, de “Hispania”, repetíamos. Y cuando les pedíamos una foto sonreían halagados y sorprendidos. Acababan dándonos las gracias a nosotros, “Rajmat”.

Encontramos una boda en Osh y el novio y alguno de sus invitados también lucían orgullosos su sombrero de fieltro blanco. Con sus rostros asiáticos de pómulos marcados, mezcla de mongoles y coreanos, no costaba imaginar el pasado de los antiguos mercaderes de la Ruta de la Seda, ataviados con aquellos sombreros ancestrales.


© Copyright 2016 Nuria Millet Gallego

lunes, 31 de octubre de 2016

LA SAMARCANDA DE LA RUTA DE LA SEDA




Samarcanda era la ciudad más mítica de la Ruta de la Seda, una encrucijada entre China, India y Persia, ruta de mercaderes y artesanos. Tenía un pasado de más de 2750 años de historia y era uno de los asentamientos más antiguos de Asia Central, probablemente fundada en el s.V a.C.

Empezamos visitando la famosa Plaza Registán, donde varias parejas de recién casados posaban para sus álbumes familiares. La Plaza estaba formada por tres grandes madrasas o escuelas coránicas. Tenían torres con cúpulas azul turquesa. La decoración de todas las madrasas eran mosaicos con motivos florales, dibujos geométricos y versos coránicos. Una trabajo de auténtica filigrana.




Al este la Madrasa Sher-Dor, conocida como la del león, por las dos figuras de león persiguiendo a dos corderos, que decoraban su puerta de entrada. Aunque más que leones parecían tigres por su piel anaranjada y moteada. Además tenían un rostro de rasgos asiáticos en el lomo. Era extraño porque el islam prohibía la representación de hombres y animales. No encontramos explicación en ninguna guía.



La Madrasa Ulugbek estaba en la parte central. La construyó en el s.XV Ulugbek, que enseñó allí matemáticas, teología, astronomía y filosofía. Las aulas y habitaciones de los estudiantes se habían transformado en bazares de colorida artesanía (sedas, cerámica, gorros y alfombras).



La Madrasa Tilla Kari situada a la izquierda estaba decorada con oro, símbolo del poderío y esplendor de Samarcanda en los tiempos en que fue construida. Impresionaba la cúpula interior y las paredes recubiertas de oro deslumbrante. 

Todas las madrasas tenían patios interiores con árboles que ofrecían sombra, y algún patio o repisa de piedra donde admirar el detalle de los mosaicos y reposar agradablemente (algo que agradecíamos dada la temperatura de 40º. Al atardecer las piedras centenarias se tiñeron de una tonalidad dorada. Salimos del recinto impregnados de historia, belleza y sabor islámico.



© Copyright 2016 Nuria Millet Gallego

martes, 9 de septiembre de 2014

RIGA MEDIEVAL Y MODERNISTA





Siempre me han gustado las ciudades que conservan restos de su pasado, en la Vieja Europa y fuera de ella. Riga es una de esas ciudades; al pisar sus calles empedradas uno se sumerge en otras épocas históricas. Es la capital de la República Báltica de Letonia y perteneció a la antigua URSS hasta 1991, cuando se independizó del gigante ruso.

La ciudad está a orillas del mar Báltico, junto al río Daugava, al que cruzan tres puentes. Tiene un Castillo, una Catedral Ortodoxa y varias iglesias góticas como la Iglesia Luterana de San Peter. Conserva sus tranvías y tiene mucho encanto.



 
La ciudad antigua que llaman Vecriga está considerada Patrimonio de la Humanidad. Son calles medievales adoquinadas con edificios con buhardillas y chimeneas. Pasear por aquellas calles era como estar metidos dentro de un cuento. Dormimos en un convento de seiscientos años de antigüedad.

La Plaza Ratslaukuns es el corazón de la parte vieja. Allí está la Casa de las Cabezas Negras, de 1344, un edificio de ladrillo rojo y curiosa arquitectura, coronado por un reloj esférico. En tiempos fue una casa de encuentro y fraternidad de los mercaderes solteros alemanes. Su patrón negro era San Mauricio. Fue destruida en 1941 y reconstruida siete años más tarde por los rusos.




Además, Riga es la ciudad europea con mayor número de edificios modernistas, otro motivo más para visitarla. Los edificios modernistas  tienen adornos de escayola, caras de piedra y cariátides en la fachada. Uno de los edificios es conocido como la Casa del gato, por tener un gato negro sobre el picudo torreón.







Después de una nevada primaveral disfrutamos de la gastronomía del país, el salmón estaba presente en todas las cartas, pero con el frío también apetecían las carnes como la que nos sirvieron a la piedra y flambeada. Una delicia, como pasear por sus calles medievales y modernistas.