El Monasterio Diskit se erigía escalonado sobre una colina. Se fundó en el s. XIV y era tributario de Thiksey. Pregunté cuántos monjes vivía allí y me dijeron que unos 50. Subimos sus escaleras flanqueadas por ruedas de oración. El patio era magnífico, con edificios con las ventas trapezoidales con cortinillas amarillas, porches con columnas rojas de madera y murales, y el mástil central con una banderola con inscripciones budistas ondeando.
Vimos el interior de cuatro templos del complejo. Nos gustó la sala de meditación con timbales verdes y las thankas colgantes. Allí celebraban las ceremonias tocando los shankas, las grandes y pulidas caracolas utilizadas como instrumentos. Tambíén nos gustaron las cocinas del monasterio, con todos sus utensilios y recipientes, mesitas y una cristalera con vistas al valle.
Se veía también la gran Estatua de Maitreya, de 32m de altura, dominando el paisaje. En el interior de la estatua visitamos el Museo, con más imágenes y estatuas con ofrendas de billetes y estatuas de mantequilla. Un monje vigilaba el recinto.
Dormimos en una homestay en Hunder, a 3.125m de altitud. Era la segunda población de Nubra después de Diskit (1.850 habitantes).
Al día siguiente fuimos a ver las dunas cercanas, donde estaban los camellos bactrianos, de dos gibas. Eran los que formaban las caravanas de la Ruta de la Seda. En el pasado Ladakh fue un importante cruce de caravanas de Asia Central. Encontramos un grupo numeroso de unos cien camellos. Estaban ensillados con telas de colores. Las gibas no eran muy grandes y se les veía poco pelo. Tal vez lo estaban perdiendo de cara al verano. Contratamos un paseo en camello por las dunas.






Vimos el río Shyok, que en otro tramo se cruzaba con el río Nubra. Luego visitamos el Samstanling Gompa en Sumur, del estilo de los otros monasterios, con un bonito patio. En la sala de oraciones empezaron a llegar los monjes y nos invitaron a tomar té tibetano con mantequilla. Había un grupo de unos siete niños monjes. Tocaron el gong y se iniciaron los cánticos. Pudimos escucharlos sentados detrás de los monjes, con sus voces graves. Lo especial fue presenciar la ceremonia de rezo con los monjes, un ritual ancestral.