Siempre me han gustado
los mercados africanos. En Lilongwe, la capital de Malawi,
encontramos atractivos mercados, llenos de color y de vida.
Lilongwe era una ciudad
un tanto extraña. Lo más parecido a un centro era el casco antiguo, alrededor
del mercado y la mezquita, la que llamaban Old Town. El resto era una ciudad
dispersa y discontinua, con muchos solares sin construcciones, donde crecía la
vegetación libremente.
El mercado estaba muy
ambientado, sobre todo la zona de pescado seco, con sus montoncitos dispuestos
simétricamente. Entre ellos encontramos langostas
fritas y crujientes, un aperitivo original. Lo demás eran tiendecillas
dispuestas de forma laberíntica, con estrechos pasillos, que ofrecían todo tipo
de productos. Había muchos puestos de artículos de higiene y cremas
hidratantes. La zona de los sastres
era una de las más laboriosa y animada. Trabajaban entre telas multicolores,
junto a sus máquinas de coser Singer y de marcas chinas.
Los carteles anunciadores de algunas
tiendas eran bastante ilustrativos y de carácter inequívoco. Me gustaban los
dibujos un tanto ingenuos en las fachadas exteriores. Podías encontrar tiendas
de venta de chancletas coloridas, de productos domésticos, de móviles, o de
extensiones de pelo para adornar los peinados de las bonitas mujeres de Malawi.
© Copyright 2013 Nuria Millet Gallego
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