Potosí era una
bellísima ciudad colonial a 4.067m de altitud, en las faldas de la montaña
Cerro Rico. Sus edificios coloniales de planta baja o dos
plantas, tenían balcones de madera o hierro
forjado, y fachadas pintadas de tonos amarillos, azul o rojo terracota. Declarada
Patrimonio de la Humanidad.
Paseamos por
plazas y las calles de Ayacucho, Bolívar, Sucre o Linares. Bolívar era la más
comercial con muchas papelerías y restaurantes. Vimos el Cabildo de la plaza 10
de Septiembre. Y disfrutamos del ambiente de los comercios, puestos de frutos
secos, golosinas, helados y jugos. Se veían muchos adolescentes y gente joven
moderna, mezclados con mujeres con la indumentaria tradicional boliviana
(sombreros, trenzas negras y polleras).
Uno de los edificios más bonitos era la Casa Real de la Moneda se construyó en 1572, pero el edificio actual era de 1793. Era un edificio enorme con 150 estancias, convertido en museo. En una se exhibían carrozas antiguas del s. XVII y otras de las salas estaba dedicada a la arqueología. Fue utilizada como prisión, fuerte y cuartel. Fue una forma de control colonial desde España. Las primeras monedas se hicieron con la plata descubierta en el Cerro Rico, y se acuñaron artesanalmente martilleando. Después España envió máquinas laminadoras en barco hasta Argentina, que tardaron 15 meses en llegar. Se necesitaban muchas mulas para mover los tornos de la maquinaria, y muchas morían por las malas condiciones. Los hombres que trabajaban en los hornos de fundición tampoco estaban en buenas condiciones, soportaban temperaturas de hasta 50º, algunos eran presos.
Vimos como se hacían los lingotes de plata. Una quinta parte del lingote se cortaba para enviar a España como tributo e impuesto real. Por eso lo llamaban el “Quinto Real”. Los hornos tenían unos fuelles enormes y las paredes renegridas. Se exhibían las balanzas en las que pesaban las monedas y una exposición de minerales.
En el patio de la Casa de la Moneda había colgado un curioso mascarón sonriente, decían que representaba al dios Baco, y que ocupaba el espacio del escudo real español para mofa popular tras la guerra de la Independencia. Allí encontramos un grupo de visitantes locales, ataviados con sus trajes tradicionales con ponchos coloridos.
Subimos al mirador de la Iglesia de la Merced, desde el que se veían los tejadillos rojos de la ciudad. El mirador parecía un palomar, con una terraza pequeña con dos mesas. Allí tomamos una jarra de limonada y estuvimos hasta que se puso el sol.
La Torre de la Compañía era un convento jesuita, el icono religioso boliviano del s.XVIII. Su diseño es ciertamente peculiar con un arco del triunfo de cinco ojos, 32 columnas salomónicas y tres cúpulas. Disfrutamos mucho de la belleza de la histórica ciudad de Potosí.