Todos los viajes tienen un detonante,
una motivación que los impulsa hasta convertirlos en realidad. La nuestra fue
ver unas fotos de la Ciudadela Laferrière
en Haití. Estaba a poca distancia de la ciudad de Cap Haitien. Un bonito camino
empedrado entre vegetación y plataneros, ascendía hasta ella. Subimos a pie en
media hora, pero también se podía ir a caballo. Era una Fortaleza impresionante
en la cumbre del Pico Laferrière de 900 m. de altura. Era impenetrable, con muros de 40m. de altura y 4m. de anchura.
Fue construida por el rey Henri Cristophe a principios del s.XIX para repeler los
ataques de los franceses, Más de 20.000
trabajadores participaron en la construcción. Como curiosidad, para unir
las piedras utilizaron una mezcla de cal, melaza, sangre de vacas y chivos sacrificados
con el fin de que los espíritus y dioses de la religión vudú le
otorgasen poder y protección. Era la Fortaleza
más grande de toda América y estaba considerada Patrimonio de la Humanidad.
El interior era un laberinto de galerías
y estancias a varios niveles. Tenía un gran patio central, cuarteles,
habitaciones de oficiales, un polvorín y anchas galerías con 160 cañones. En las habitaciones de los
oficiales había expuestos algunos muebles: escritorios, jofainas con jarra, la
mesa del comedor. En el patio las balas de cañón estaban apiladas en forma
piramidal. Había más de 5000 balas
en la Fortaleza. El polvorín estalló y mató al hermano del rey. Su tumba estaba allí expuesta. El propio Henri
Cristophe se suicidó, decían que con una bala de plata, y fue enterrado en la
Fortaleza, en un lugar desconocido. Aunque las fotos que vimos antes del viaje
eran espectaculares, aéreas hechas con un dron, la visita a la Ciudadela no nos
decepcionó.
Estuvimos subiendo y bajando escaleras y
metiéndonos por todos los pasadizos, subterráneos y galerías. Los cañones de
bronce estaban labrados con dibujos de soles y otras figuras. Vimos que había
un cañón de Barcelona, traído por los franceses en la época de Napoleón. Las vistas
desde la Ciudadela Laferrière eran magníficas, decían que podía verse la cercana
isla de Cuba. Se veían las montañas tapizadas de verde, la ciudad de Cap
Haitien y el azul del mar Caribe.
El Palacio
Sans Souci, también Patrimonio de la Humanidad, fue construido como rival del de Versalles francés. Los haitianos lo consideraban la octava
maravilla del mundo. A la entrada del Palacio había una iglesia blanca con
una cúpula circular enorme. En los jardines se conservaba un busto de mujer de
yeso blanco. Fue
un elegante edificio, hoy medio derrumbado en un entorno tropical, con sus
ruinas sin techado, abandonado desde el terremoto de 1842. Se conservaba una
gran escalinata central que había estado flanqueada por leones de bronce. Las
estancias habían sido el salón del trono, sala de banquetes y habitaciones
privadas. De los muros habían colgado tapices y cuadros, y en el palacio se
habían celebrado grandes fiestas y bailes, en su época de esplendor. “Sans
souci” significaba “sin preocupaciones”. En la actualidad, Haití tenía otras
preocupaciones y estaba inmerso en otra realidad.
© Copyright 2020 Nuria Millet Gallego