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domingo, 11 de diciembre de 2022

EL JARDÍN DE BALATA

Los Jardines de Balata fueron creados en 1982 por Jean Phililipe Thoze, un apasionado de la horticultura que trajo ejemplares de muchas partes del mundo. Su biografía impresionaba y era de lo más interesante. Su padre trabajó en Gabón y a los 7 años el joven Phillipe fue a vivir allí. Luego viajó por Japón, Polinesia, Asia…Los Jardines que creó eran una maravilla.

Se accedía por una casa colonial antigua, con mobiliario de la familia y algunos trajes criollos. En la terraza de la casa habían puesto recipientes colgados con agua y azúcar, y los colibrís se acercaban a probarla, con sus rápidos aleteos.




Había grupos de altas palmeras de tronco estrecho y copa alta, endémicas de la isla. También juncos, bambús gigantes, el jardín japonés, un estanque con peces y nenúfares de flores lilas y blancas.

Se podía subir a unas pasarelas colgantes de los árboles, se balanceaban al caminar, y permitían ver el jardín desde las alturas.





Pasear por aquellos jardines resultaba de lo más agradable y relajante. Había gran variedad de plantas y flores con mucho colorido: bromelias, hibiscus, heliconias, anthuriums, dracenas y otras que no sabíamos identificar. Era una vegetación exuberante y una explosión de colorido tropical.









jueves, 12 de marzo de 2020

MARAVILLAS DE HAITÍ





Todos los viajes tienen un detonante, una motivación que los impulsa hasta convertirlos en realidad. La nuestra fue ver unas fotos de la Ciudadela Laferrière en Haití. Estaba a poca distancia de la ciudad de Cap Haitien. Un bonito camino empedrado entre vegetación y plataneros, ascendía hasta ella. Subimos a pie en media hora, pero también se podía ir a caballo. Era una Fortaleza impresionante en la cumbre del Pico Laferrière de 900 m. de altura. Era impenetrable, con muros de 40m. de altura y 4m. de anchura. Fue construida por el rey Henri Cristophe a principios del s.XIX para repeler los ataques de los franceses, Más de 20.000 trabajadores participaron en la construcción. Como curiosidad, para unir las piedras utilizaron una mezcla de cal, melaza, sangre de vacas y chivos sacrificados con el fin de que los espíritus y dioses de la religión vudú le otorgasen poder y protección. Era la Fortaleza más grande de toda América y estaba considerada Patrimonio de la Humanidad.




El interior era un laberinto de galerías y estancias a varios niveles. Tenía un gran patio central, cuarteles, habitaciones de oficiales, un polvorín y anchas galerías con 160 cañones. En las habitaciones de los oficiales había expuestos algunos muebles: escritorios, jofainas con jarra, la mesa del comedor. En el patio las balas de cañón estaban apiladas en forma piramidal. Había más de 5000 balas en la Fortaleza. El polvorín estalló y mató al hermano del rey. Su  tumba estaba allí expuesta. El propio Henri Cristophe se suicidó, decían que con una bala de plata, y fue enterrado en la Fortaleza, en un lugar desconocido. Aunque las fotos que vimos antes del viaje eran espectaculares, aéreas hechas con un dron, la visita a la Ciudadela no nos decepcionó.




Estuvimos subiendo y bajando escaleras y metiéndonos por todos los pasadizos, subterráneos y galerías. Los cañones de bronce estaban labrados con dibujos de soles y otras figuras. Vimos que había un cañón de Barcelona, traído por los franceses en la época de Napoleón. Las vistas desde la Ciudadela Laferrière eran magníficas, decían que podía verse la cercana isla de Cuba. Se veían las montañas tapizadas de verde, la ciudad de Cap Haitien y el azul del mar Caribe.




El Palacio Sans Souci, también Patrimonio de la Humanidad, fue construido como rival del de Versalles francés. Los haitianos lo consideraban la octava maravilla del mundo. A la entrada del Palacio había una iglesia blanca con una cúpula circular enorme. En los jardines se conservaba un busto de mujer de yeso blanco. Fue un elegante edificio, hoy medio derrumbado en un entorno tropical, con sus ruinas sin techado, abandonado desde el terremoto de 1842. Se conservaba una gran escalinata central que había estado flanqueada por leones de bronce. Las estancias habían sido el salón del trono, sala de banquetes y habitaciones privadas. De los muros habían colgado tapices y cuadros, y en el palacio se habían celebrado grandes fiestas y bailes, en su época de esplendor. “Sans souci” significaba “sin preocupaciones”. En la actualidad, Haití tenía otras preocupaciones y estaba inmerso en otra realidad.

 


© Copyright 2020 Nuria Millet Gallego

miércoles, 3 de septiembre de 2014

JINETES TIBETANOS


 
Al entrar en el interior de la tienda nos recibió un ambiente cálido. Alrededor de la estufa de carbón, y sentados en mesas con hules de colores, varios tibetanos hacían un alto en el camino. Allí comimos carne de yak con patatas y momos, el pan blanco tibetano. Los hombres usaban sombreros de ala ancha y sus rostros estaban tostados por el sol y pulidos por el frío de los caminos. Encontramos estos jinetes alrededor del lago Namtso. 
Sus caballos eran pequeños, eran caballos de Nangchen, autóctonos de Tibet, como los llamados ponis del Himalaya. De ellos hablaba Michel Pesissel en su interesante libro “Los últimos bárbaros”, que me acompañó durante el viaje.  
 


 
Decía Peissel que el control de un territorio tan vasto como el Tibet sólo era concebible para un pueblo de jinetes. Una vez al año los nómadas de Nangchen se reúnen para una curiosa cacería: “Las chicas casaderas más guapas se ponen sus mejores galas, se cubren de turquesa, coral, plata y ámbar, se aceitan las trenzas, las blusas de seda más bonitas les acarician los senos, se aflojan el cinturón de las chubas para poder montar a horcajadas…Los chicos eligen…y ellas, por su parte, sopesan a los pretendientes y también hacen sus elecciones. El éxito dependen de la velocidad de los caballos y de la agilidad de los jinetes.”
Peissel fue el descubridor del origen del río Mekong en las tierras heladas del “techo del mundo”. En su libro recoge estos dichos tibetanos:
“Así como una cabra no se refugia en la llanura,
 el hombre de verdad no vive en la comodidad”
 “Quienes no aman la comodidad, pueden realizar mil hazañas.
 Quienes no aman las dificultades, no pueden superar ni una.”

 
En los viajes he vivido muchos momentos en los que se prescinde de la comodidad y hay que superar dificultades para estar donde se quiere estar, para ser espectadores de lo maravilloso. En la vida sucede igual.
Mirando como galopaban en sus pequeñas cabalgaduras pensé que la vida de aquellos jinetes tibetanos carecía de comodidad, y que requería esfuerzo, inteligencia y siglos de adaptación a una tierra áspera y bella: Tibet.
 

© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego