La llamada Riviera Albanesa era un tramo costero
montañoso de más de 100 km de extensión, que comenzaba en Vlora y finalizaba en
el Parque Nacional Butrinto, ya en la frontera con Grecia. La costa estaba
bañada al norte por el Mar Adriático
y al sur por el Mar Jónico.
Nosotros empezamos la
ruta por el sur y nos instalamos en Ksamil,
donde pasamos tres noches. Era un pequeño paraíso, la arena era blanca, el mar de
color turquesa, verde claro azulado, y estaba calmo. Frente a la playa había
cuatro pequeñas islas a las que se podía llegar en barco. Otra característica
de la playa era que tenía varios embarcaderos de madera, estrechas pasarelas
que se adentraban en el agua. Nos instalamos en una de las tumbonas verdes y
probamos las aguas del mar Jónico. Por la tarde caminamos por un paseo paralelo
a la playa, rodeado por muretes de piedra, como el “camino de Ronda” de la
Costa Brava. Había varias calas, algunas con parasoles de cáñamo de forma
triangular. Además Ksamil era una buena base para visitar las cercanas ruinas de
Butrint a 4 km, sobre las que escribiré otra entrada. Cenamos con las vistas de
la isla griega de Corfú, a poca distancia.
En bus fuimos a Saranda, una ciudad costera con una
playa grande. Paseamos por ella, pero nos pareció muy urbanizada y preferimos
alojarnos en Himare, donde pasamos dos noches. Himare tenía una bahía en forma de media luna, con tres playas
unidas entre sí, que recorrimos en un agradable paseo. Al día siguiente
decidimos ir en taxi a las playas del norte Jale y Gjipe. Gjipe nos gustó más. La carretera finalizaba en una
pista pedregosa y caminamos media hora hasta llegar.
Por el camino encontramos
varios búnkers de piedra con forma
de iglú, parecían enormes tortugas. Se construyeron en la época del dictador
Enver Hoxha, para protegerse de una amenaza de guerra nuclear que, afortunadamente, nunca
sucedió. El camino era bonito, elevado sobre el mar, entre vegetación verde con
algunas plantas de retama amarilla. Vimos la playa de Gjipe desde arriba, una cala
en forma de herradura, con las diferentes tonalidades azules y verdes del mar. Altas
paredes de acantilados custodiaban la playa.
Desde Himare también
exploramos las playas de Porto Palermo y Borsh. Porto Palermo era una pequeña cala con barcos varados y aguas verde
oscuro. Había un pequeño castillo de Alí Pasha que visitamos. El interior era
laberíntico con muchos arcos. Seguimos la carretera entre verdes montañas y
campos de olivos hasta llegar a Borsh,
otra playa de 7 km pedregosa.
La costa albanesa era
ideal para disfrutar de la gastronomía
local a precios económicos: delicioso el pulpo a la brasa, las sopas de
pescado, los mejillones al vino, truchas, gambas, calamares y parrilladas de
pescado, acompañados de un vino albanés o de la cerveza Korça. Y todas las
playas que vimos eran más que bonitas con las tonalidades verdes y azules del
mar, pero en nuestro ranking particular quedará Ksamil, con su arena blanca y
fina y sus pequeños embarcaderos.
© Copyright 2019 Nuria Millet Gallego
Texto y fotos