Dubai fue el último de los siete emiratos que visitamos. Era más grande y caótico que Abu Dhabi, y las distancias entre los puntos de interés eran enormes. Afortunadamente había una red de metro elevado, que fue lo que más utilizamos, y autobuses.
El edificio más icónico, el Burj Khalifa, dominaba una gran plaza con un lago. Era el más alto del mundo, un coloso con 828m de altura. Se tardaron 6 años en la construcción y se inauguró en 2009. Era estilizado y rematado en forma de aguja. Tenía 67 ascensores. Subimos al piso 148 para contemplar las magníficas vistas. Ascendimos sin darnos cuenta en poco tiempo, la velocidad de los ascensores era de 10m por segundo.
En los paneles
explicativos daban muchos detalles de la torre. Mostraban fotos de los
trabajadores colgados de cables, limpiando los cristales, una tarea arriesgada
y compleja. Imaginamos cuántos trabajadores harían falta para limpiar los
cristales de todos los rascacielos de Dubai. Y todos los que
harían falta como obreros, chóferes, limpiadores domésticos, camareros, etc.
Por eso había tanta emigración de pakistanís, indios, de Bangladesh y Sri
Lanka, como habíamos encontrado. Vimos fotos de los obreros construyendo la
torre, con altas grúas. Una tarea titánica. Fue una visita inolvidable e impresionante.
Otros rascacielos emblemáticos eran el Burj Al Arab, y la Cayan Tower. El Burj Al Arab tenía estructura de metal blanco y cristal azul, en forma de vela. La Cayan Tower tenía estructura en espiral de 90º reducía la fuerza del viento y la radiación solar.
Madinat Jumeirah era
una versión de un pueblo árabe tradicional, reconvertido en hotel de lujo.
Tenía canales flanqueados por palmeras, villas de colores ocres con su torre de
ventilación y hasta un zoco, también de lujo. El agua de los canales tenía un
color verde azulado y el lugar tenía encanto, aunque era turístico. Desde allí
también se veía parte del rascacielos Burj Al Arab.
La Palmera Jumairah era la isla artificial más grande del mundo. Llegamos con el metro de Dubai y cogimos un monorraíl hasta el Jumeirah Mall en el final del ronco de la palmera. Allí compramos entradas para subir al Mirador en el piso 52. Antes nos explicaron con proyecciones en el suelo como se construyó, acumulando toneladas de arena y piedra para ganar terreno al mar. Un trabajo titánico. Tardaron siete en construirlo. Las ramas de la palmera eran lenguas de arena blanca con apartamentos de lujo, rodeados del verde mar.
El agua solía
estar siempre muy calmada porque en la parte superior de la isla había un
rompeolas. Además, la isla albergaba el Parque Acuático más grande de Oriente
Medio. Rodeamos el mirador con vistas de 360º y vimos el rascacielos Burj Al
Arab, un rascacielos emblemático en forma de vela. Unas vistas magníficas,
impresionantes.
Emirates Mall era otro centro comercial enorme. Lo más curioso era que tenía una pista de esquí en su interior. La vimos a través de grandes cristaleras. Tenía telesillas y la pista en pendiente. Hasta vimos nevar y unos pingüinos reales caminando por la nieve. Alucinante.
Por la noche vimos el espectáculo de luz y sonido de las Fuentes. A las seis de la tarde la gente estaba concentrada alrededor del lago de aguas turquesas, apoyados en las barandillas. Empezó el espectáculo musical con proyecciones en la fachada del Burj Khalifa. Se iluminaba de rojo o azul, con imágenes alusivas a los estilos de música: jazz, country, pop, clásica, rock, disco, tango, etc. Y luego empezó el espectáculo de las fuentes iluminadas y con música. Nos encantó, lo vimos varias veces.