Pasear por el barrio de Harajuku en Tokio es un espectáculo inolvidable. El
parque estaba lleno de gente curiosa. Unos chicos aguantaban un cartel
anunciando “Abrazos gratis”, otros
ofrecían besos gratis, o conversación gratis. Abracé a unos, besé a otros y
conversé con el otro. Le pregunté si venía al parque cada fin de semana y dijo
que sólo una vez al mes, ya que vivía fuera de Tokio. Conversamos y nos reímos
juntos. Gente extraña y entrañable.
Allí vimos las llamadas
lolitas o chicas cosplay. Eran adolescentes
con indumentaria siniestra, gótica, o vestidas de colegialas, princesitas rosas
o de estética manga. En realidad era un juego exhibicionista o un disfraz,
y ellas disfrutaban exhibiéndose. Se vestían y maquillaban allí mismo. Leímos
que muchas eran chicas que sufrían acoso escolar, y que después del fin de
semana se quitaban su disfraz y regresaban a sus vidas comunes.
Su indumentaria era
también una mezcla increíble y un derroche de imaginación. Zapatos nunca vistos,
medias rotas con ligas enaguas superpuestas, peinados locos, ojos siniestros
con lentillas…Era un mundo de fantasía.
Algunos grupos tenían estética rockabilly, con tejanos
ajustados, camisetas negras y cazadoras de cuero, y con tupés estilo Elvis. Los
tupés eran tan altos que podían esconder cigarrillos entre el pelo. Todos eran
delgados, bailaban rock en grupo durante horas, y lo hacían bien. Resultaban
graciosos en su estilo de Elvis japoneses.
Otros tenían estética Travolta, ellas con faldas almidonadas con enaguas y aire retro.
Bailaban en grupo sin cansarse. Y luego estaban los hippies con rastas,
cantando y tocando tambores, los modernos con pintas y peinados
increíbles…Había una variedad de gente tremenda. Pensé que todo aquello era un juego, pero también era una forma de rebelarse ante
la rigidez y exigencias de la sociedad actual japonesa. Era una declaración de
principios contra lo que me pareció un ejército de cucarachas, los miles de
ejecutivos trajeados de negro con jornadas laborales extenuantes. Era un
alegato contra la uniformidad y a favor de la imaginación y fantasía.
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Nuria Millet Gallego