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viernes, 4 de abril de 2025

UNA EXCURSIÓN A MALMÖ

Desde Copenhague cogimos el tren para ir a Malmö, en Suecia. Estaba a solo 41km y llegamos en media hora. Fue una excursión corta de medio día. Cruzamos la frontera entre Dinamarca y Suecia por el Puente Oresand, de 4km, sobre el Mar Báltico. Las pantallas del tren indicaban a los pasajeros que tuvieran a mano el Pasaporte, pero nadie pasó para controlar.

Al salir de la estación encontramos un edificio de ladrillo rojo tipo castillo, con torreón rematado por un capirote negro. Cruzamos un canal y vimos en la orilla la World Maritime University, un bonito edificio con torre. Debía ser agradable estudiar allí.



Fuimos a ver el Castillo de Malmö del s.XVIII y estilo renacentista. Era de ladrillo rojo, con bastiones laterales pintados de rojo terracota y un foso con agua Lo construyó Cristian III. Se utilizó como prisión y en la actualidad albergaba el Museo de Historia.


Malmö es la tercera ciudad más grande de Suecia, tras Estocolmo y Gotemburg. Junto al Castillo estaba el  Kungsparken y Slottsparken, con arboleda, flores y césped, muy agradable. Era domingo y los suecos más madrugadores también paseaban y hacían footing; algunos remaban en kayak en los canales. En el parque había un molino de viento de madera oscura con grandes aspas.



Callejeamos por el centro histórico, de calles adoquinadas. La calle de JaKob Nilsgatan con casas de colores del s. XVIII era muy bonita y pintoresca. La arquitectura de otras calles peatonales como la calle Södergatan, llena de restaurantes y tiendas, también nos gustó.





En la Plaza Stortoget estaba el Ayuntamiento (Malmö Radhus), de fachada roja, con un reloj central. Alrededor había otros edificios nobles. Uno de ellos era el hotel Scandic Kramer, de fachada blanca y dos torreones con capirotes negros, casi palaciego.





La Iglesia de San Pedro del s. XVI y estilo gótico. Su torre del campanario con reloj tenia 105m de altura. En el interior nos gustaron  los frescos en paredes y techos, de tonos suaves.

     




Un edificio moderno emblemático de Malmö era la Turning Torso, el rascacielos más alto, junto al barrio residencial European Village. Una torre blanca de estructura retorcida construida por Santiago Calatrava, un capricho arquitectónico.

Lo que no vimos es la Ljuset pa, una gran lámpara de 5,8m de altura, que colocan en plazas y va cambiando de ubicación. En Navidad iluminaba la Plaza Lilla Torg. Era una escultura móvil, una curiosidad. Otra vez será. Era la hora de coger nuestro tren a Copenhague y nos despedimos de la bonita Malmö.

sábado, 10 de abril de 2010

LOLITAS Y OTRAS TRIBUS JAPONESAS

 



 
Pasear por el barrio de Harajuku en Tokio es un espectáculo inolvidable. El parque estaba lleno de gente curiosa. Unos chicos aguantaban un cartel anunciando “Abrazos gratis”, otros ofrecían besos gratis, o conversación gratis. Abracé a unos, besé a otros y conversé con el otro. Le pregunté si venía al parque cada fin de semana y dijo que sólo una vez al mes, ya que vivía fuera de Tokio. Conversamos y nos reímos juntos. Gente extraña y entrañable.
Allí vimos las llamadas lolitas o chicas cosplay. Eran adolescentes con indumentaria siniestra, gótica, o vestidas de colegialas, princesitas rosas o de estética manga. En realidad era un juego exhibicionista o un disfraz, y ellas disfrutaban exhibiéndose. Se vestían y maquillaban allí mismo. Leímos que muchas eran chicas que sufrían acoso escolar, y que después del fin de semana se quitaban su disfraz y regresaban a sus vidas comunes.
Su indumentaria era también una mezcla increíble y un derroche de imaginación. Zapatos nunca vistos, medias rotas con ligas enaguas superpuestas, peinados locos, ojos siniestros con lentillas…Era un mundo de fantasía.
 


Algunos grupos tenían estética rockabilly, con tejanos ajustados, camisetas negras y cazadoras de cuero, y con tupés estilo Elvis. Los tupés eran tan altos que podían esconder cigarrillos entre el pelo. Todos eran delgados, bailaban rock en grupo durante horas, y lo hacían bien. Resultaban graciosos en su estilo de Elvis japoneses.



 
Otros tenían estética Travolta, ellas con faldas almidonadas con enaguas y aire retro. Bailaban en grupo sin cansarse. Y luego estaban los hippies con rastas, cantando y tocando tambores, los modernos con pintas y peinados increíbles…Había una variedad de gente tremenda. Pensé que todo aquello era un juego, pero también era una forma de rebelarse ante la rigidez y exigencias de la sociedad actual japonesa. Era una declaración de principios contra lo que me pareció un ejército de cucarachas, los miles de ejecutivos trajeados de negro con jornadas laborales extenuantes. Era un alegato contra la uniformidad y a favor de la imaginación y fantasía.
 
 
 
© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego

jueves, 4 de febrero de 1993

HANOI

Hanoi fue mi última etapa en el primer viaje de 1993 por Vietnam. Creí que me gustaría menos que Ho Chi Min, la capital, y me gustó todavía más. Era una ciudad muy agradable, llena de grandes lagos y parques, pagodas y templos, grandes avenidas y pequeñas calles bordeadas de arboledas y llenas de bicicletas. 

Nuestro hotel estaba junto al Teatro Municipal, un edificio clásico con columnas, de fachada amarilla. Por la noche se iluminaba como un Palacio. 

Paseamos por callejuelas abarrotadas de tiendas que vendían tazones de cerámica para el té. Había coloridos mercados de flores y mercados de ropa militar. Todavía podían verse vietnamitas con los cascos verdes del ejército. Coincidimos con una fiesta del Partido Comunista. 

Las calles estaban llenas de banderines rojos con consignas en letras amarillas. Se veían banderas vietnamitas rojas con la estrella amarilla de cinco puntas. Leímos que el fondo rojo simbolizaba la revolución y el derramamiento de sangre. La estrella dorada simbolizaba la unidad del país  y las cinco puntas de la estrella representaban las cinco clases principales de la sociedad vietnamita: intelectuales, agricultores, trabajadores, empresarios y soldados. ​Y algunas banderas del partido tenían la hoz y el martillo.

Vimos el Templo de la Montaña de Jade, que estaba en una isla en medio de un lago, al que se llegaba a través de un puente. La Prisión había alojado a muchos pilotos norteamericanos, y se conocía irónicamente como “Hanoi Hilton”. Parecía la Cárcel Modelo de Barcelona, con las paredes color crema. Estaba prohibido fotografiarla.

Visité el Mausoleo de Ho Chi Minh, el presidente que declaró la independencia de Vietnam en 1945. Allí estaban enterrados sus restos en un sarcófago de vidrio, según la tradición iniciada con Lenin y Stalin, seguida después por Mao. Era un edificio monumental, con columnas y el clasicismo de la arquitectura soviética. Había leído que era imprescindible mantener respeto y decoro en las indumentarias y las actitudes, que estaba prohibido llevar pantalones cortos, mascar chicle, meterse las manos en los bolsillos y cosas de este tipo. 

Cerca estaba la Pagoda de un pilar, construida en madera sobre un pilar de piedra de 1,25m de diámetro en medio de un estanque de lotos, como símbolo de pureza. Fue construida en el s. XVI, pero uno de los últimos actos de los franceses antes de dejar Hanoi en 1954, fue destruirla. El nuevo gobierno la reconstruyó. Paseé por los jardines que rodeaban el Mausoleo y la Pagoda.













Viaje y fotos realizados en 1993