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lunes, 9 de marzo de 1998

LAS KASBASHS MARROQUÍS



En el viaje por Marruecos hicimos parte de la ruta de las 1000 kasbashs, en el camino hacia el Desierto del Sáhara. Las kasbahs son espacios fortificados de origen bereber para protegerse de atacantes y tormentas de arena. Forman parte de la arquitectura tradicional marroquí, construidas con ladrillos de adobe hechos con arcilla, estiércol y paja, que tras secarse al sol pueden durar siglos.



En la región de Ouarzazate paramos en la Kasbah Ait Ben Hadhou, a 190km de Marrakesh. Es una población de arcilla y piedra en medio del desierto, rodeada de palmeras. Estaba construida sobre una colina a distintos niveles. Tiene una muralla con altos torreones y dos grandes puertas principales. 




Paseamos por el laberinto de sus calles, viendo las fachadas con ventanucos y cenefas geométricas en el adobe. No se conoce la fecha exacta en que se construyó Ait Ben Haddou, pero se sabe que esta fortaleza es muy antigua. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad. Allí se filmaron películas como Lawrence de Arabia. 


Se veía alguna mujer acarreando cestos con panes redondos o cargando leña, un par de ancianos sentados junto a un muro, padres con chilabas con sus hijos y algunos niños jugando. Según nos dijeron allí solo vivían unas cien personas. La gente prefería vivir en la parte nueva, fuera de la Kasbah, donde los hombres atendían sus comercios.




Era un pueblo bereber y vimos algún hombre con sus túnicas azul índigo. Entramos en una casa bereber y las mujeres nos enseñaron el horno donde cocían el pan, sus habitaciones alfombradas y un patio bañado por el sol. Una de las mujeres dijo llamarse Fátima, un nombre frecuente en el país, nos enseñó sus manos con dibujos de henna rojiza.


En el trayecto pasamos por pueblos modestos con casas escalonadas de adobe y tejados planos. Sus tonos ocres y terrosos se mimetizaban con la ladera de la montaña. En esas azoteas secaban el grano y jugaba algún niño.


Otra kasbah en la ruta fue Tinerhir (Tinghir). Apareció de repente en medio de un verde oasis de Toudgha con un gran palmeral. El oasis se extendía a lo largo de unos 30km, con algunos huertos y entre el verdor asomaban las construcciones de adobe. En esta zona de Marruecos se habla el idioma tamazight. El nombre de la población en tambazight significa «la de la montaña», porque la ciudad está rodeada de las altas montañas del Atlas.



Nos adentramos en la Kasbah, rodeados de niños. Los habitantes son descendientes de varias tribus bereberes. También hay un antiguo barrio judío en Tinerhir, conocido como el Mellah, ejemplo de la convivencia entre musulmanes y judíos en Marruecos. 

Viaje y fotos realizados en 1998

lunes, 7 de marzo de 1988

GARGANTAS DEL TODRA Y DESIERTO


Las Gargantas del Todra son uno de los paisajes naturales más impresionantes de Marruecos. Un desfiladero con paredes de hasta 300 metros de altura, atravesado por el río Todra, que bajaba con poca agua. Caminamos entre las paredes admirando el paisaje pedregoso. Dormimos al pie de las gargantas. En 1988 viajé por primera vez a Marruecos (luego regresé en 1998 y en otras ocasiones) y he querido recuperar en este blog viejas fotos hechas en papel, aunque no tengan mucha calidad.



Los hombres tuaregs son un pueblo bereber de tradición nómada del Desierto del Sáhara. Vestían chilabas y turbantes azul índigo. Encontramos algunas mujeres bereberes y niños curiosos. Uno de los niños tocaba un instrumento de cuerda parecido a una guitarra, fabricado con una vieja lata, una muestra de imaginación.



El Desierto del Sáhara es el más grande del mundo, ocupando gran parte de África del Norte. Una enorme extensión de dunas de arena dorada, con algunos oasis surgidos de los acuíferos subterráneos. Sus dunas alcanzan una altura de hasta 193m. Subimos hasta las crestas de las dunas y caminamos en silencio por la arena mirando nuestras huellas. Un paisaje de gran belleza. 

Dormimos en el desierto en una jaima, la tienda tradicional, con bonitas y coloridas alfombras. Nuestro guía Mossa hizo fuego, cenamos cordero asado y tomamos los tres tés que marca la tradición: el primero amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte. Por la noche un grupo tocó tambores y disfrutamos de la música marroquí. Al amanecer nos levantamos temprano para contemplar la salida del sol entre las dunas.






Viaje y fotos realizados en 1988