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viernes, 31 de diciembre de 2010

TÁNGER

 

Tánger, al norte de Marruecos, estaba bañada por el Atlántico y el Mediterráneo. Desde el Paseo Martítimo con edificios de fachada blanca y palmeras, había vistas del estrecho de Gibraltar y de la Mezquita del Puerto o Mezquita Lalla Abla, con su minarete de mosaicos. 

Pasear por las calles de La Medina y La Kasbah era un placer. La Kasbah es un espacio fortificado, quedaban partes de la antigua muralla. Cruzamos la Puerta Bab Kasbah y entramos en el laberinto de callejuelas con arcos. Tenía puertas de madera con adornos metálicos.






La ciudad atrajo a escritores como Paul Bowles, William Burroughs, Jack Kerouac, Tennessee Williams, pintores como Matisse y Delacroix, y otros muchos artistas. Tenía un ambiente y una luz especial.




En toda la ciudad hay numerosos cafetines y teterías con terrazas, donde tomar té moruno con menta. Como el Café Hafa de 1921, en una colina con terrazas escalonadas con vistas  al Mediterráneo.



Cerca estaba la necrópolis fenicia con más de 50 tumbas talladas en la roca. Cuando fuimos las tumbas estaban inundadas de agua, como pequeños estanques. Los tangerinos paseaban y se sentaban entre las rocas a contemplar el mar.

El Zoco Grande y el Zoco Chico tenían multitud de tiendas de especias, babuchas, textiles y coloridos vestidos de mujer. En el mercado nos gustaron especialmente los puestos de pescado.









lunes, 7 de marzo de 1988

GARGANTAS DEL TODRA Y DESIERTO


Las Gargantas del Todra son uno de los paisajes naturales más impresionantes de Marruecos. Un desfiladero con paredes de hasta 300 metros de altura, atravesado por el río Todra, que bajaba con poca agua. Caminamos entre las paredes admirando el paisaje pedregoso. Dormimos al pie de las gargantas. En 1988 viajé por primera vez a Marruecos (luego regresé en 1998 y en otras ocasiones) y he querido recuperar en este blog viejas fotos hechas en papel, aunque no tengan mucha calidad.



Los hombres tuaregs son un pueblo bereber de tradición nómada del Desierto del Sáhara. Vestían chilabas y turbantes azul índigo. Encontramos algunas mujeres bereberes y niños curiosos. Uno de los niños tocaba un instrumento de cuerda parecido a una guitarra, fabricado con una vieja lata, una muestra de imaginación.



El Desierto del Sáhara es el más grande del mundo, ocupando gran parte de África del Norte. Una enorme extensión de dunas de arena dorada, con algunos oasis surgidos de los acuíferos subterráneos. Sus dunas alcanzan una altura de hasta 193m. Subimos hasta las crestas de las dunas y caminamos en silencio por la arena mirando nuestras huellas. Un paisaje de gran belleza. 

Dormimos en el desierto en una jaima, la tienda tradicional, con bonitas y coloridas alfombras. Nuestro guía Mossa hizo fuego, cenamos cordero asado y tomamos los tres tés que marca la tradición: el primero amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte. Por la noche un grupo tocó tambores y disfrutamos de la música marroquí. Al amanecer nos levantamos temprano para contemplar la salida del sol entre las dunas.






Viaje y fotos realizados en 1988