Empezamos el viaje
por Croacia en Split, una ciudad costera en el Adriático con imponentes
murallas del s. XVII, que se construyeron como protección ante los otomanos.
El Palacio Diocleciano se construyó en el s. IV con piedra blanca de la isla de Brac, mármoles de Italia y Grecia y 12 esfinges egipcias que ordenó traer el emperador. Tenía muros de 26m y conservaba las cuatro puertas de entrada llamadas Oro, Plata, Hierro y Bronce. No era exactamente un palacio, sino un laberinto de calles estrechas llenas de vida, pasadizos y patios. El recinto albergaba 200 edificios históricos, de piedra y con buhardillas, y vivían unas 3000 personas. Era una mezcla de restos romanos con ciudad medieval, un merecido Patrimonio de la Humanidad.
Junto a la Puerta
había una enorme estatua negra de Gregorio de Nin, un monje del s. X que luchó
porque se oficiaran las misas en croata antiguo en lugar de en latín. Su pulgar
del pie derecho brillaba de tanto frotarlo, ya que decían que daba suerte y se
volvía a Split. Lo frotamos, claro.
Nos sorprendió el lujo de que las calles estuvieran empedradas de losas de mármol dorado. Era como pisar el suelo del interior de una catedra, muy pulido
Una de los rincones más bonitos era el Peristilo romano clásico con seis columnas, entre las que había una esfinge de granito negro del s. XV. Por las noches nos sentamos en los escalones de mármol a escuchar la música en directo: “Hey Jud”, “Stand by me” o “Sounds of Silence”, entre otras muchas.
Junto al Peristilo había una construcción circular con una abertura redondea en el techo, como un gran ojo de cielo azul.
La Catedral San
Domnión (o San Duje) era de planta octogonal con un campanario, rodeada por
una columnata que tuvo 24 columnas. Se construyó como mausoleo para
Diocleciano. Vimos el tesoro con reliquias, iconos, cálices, casullas y manuscritos
en alfabeto glagolítico (el alfabeto eslavo más antiguo que se conoce, creado
por monjes bizantinos en el s. IX). Había un coro con sillería labrada.
Subimos al campanario románico de la Catedral para contemplar las vistas del casco histórico de Split, un mosaico de tejadillos rojos con verdes colinas junto al mar azul.
Paseamos por el Puerto Marítimo que llamaban Riva, con jardines y repleto de terrazas de restaurantes y cafeterías. Por aquella zona había una gran plaza porticada. Otro de los muchos preciosos rincones de Split.