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jueves, 2 de septiembre de 2021

SPLIT

 

Empezamos el viaje por Croacia en Split, una ciudad costera en el Adriático con imponentes murallas del s. XVII, que se construyeron como protección ante los otomanos.

El Palacio Diocleciano se construyó en el s. IV con piedra blanca de la isla de Brac, mármoles de Italia y Grecia y 12 esfinges egipcias que ordenó traer el emperador. Tenía muros de 26m y conservaba las cuatro puertas de entrada llamadas Oro, Plata, Hierro y Bronce. No era exactamente un palacio, sino un laberinto de calles estrechas llenas de vida, pasadizos y patios. El recinto albergaba 200 edificios históricos, de piedra y con buhardillas, y vivían unas 3000 personas. Era una mezcla de restos romanos con ciudad medieval, un merecido Patrimonio de la Humanidad.


Junto a la Puerta había una enorme estatua negra de Gregorio de Nin, un monje del s. X que luchó porque se oficiaran las misas en croata antiguo en lugar de en latín. Su pulgar del pie derecho brillaba de tanto frotarlo, ya que decían que daba suerte y se volvía a Split. Lo frotamos, claro.

Nos sorprendió el lujo de que las calles estuvieran empedradas de losas de mármol dorado. Era como pisar el suelo del interior de una catedra, muy pulido



Una de los rincones más bonitos era el Peristilo romano clásico con seis columnas, entre las que había una esfinge de granito negro del s. XV. Por las noches nos sentamos en los escalones de mármol a escuchar la música en directo: “Hey Jud”, “Stand by me” o “Sounds of Silence”, entre otras muchas.

Junto al Peristilo había una construcción circular con una abertura redondea en el techo, como un gran ojo de cielo azul.




                

La Catedral San Domnión (o San Duje) era de planta octogonal con un campanario, rodeada por una columnata que tuvo 24 columnas. Se construyó como mausoleo para Diocleciano. Vimos el tesoro con reliquias, iconos, cálices, casullas y manuscritos en alfabeto glagolítico (el alfabeto eslavo más antiguo que se conoce, creado por monjes bizantinos en el s. IX). Había un coro con sillería labrada. 

Bajamos a la Cripta Santa Lucía y entramos al Batipsterio abovedado, con una estatua negra y peculiar de San Juan Bautista, del escultor Mestrovic.









Subimos al campanario románico de la Catedral para contemplar las vistas del casco histórico de Split, un mosaico de tejadillos rojos con verdes colinas junto al mar azul.


Paseamos por el Puerto Marítimo que llamaban Riva, con jardines y repleto de terrazas de restaurantes y cafeterías. Por aquella zona había una gran plaza porticada. Otro de los muchos preciosos rincones de Split.

 



miércoles, 20 de agosto de 2014

KAUNAS Y SUS DEMONIOS



 

Kaunas era una ciudad de Lituania a orillas del río Niemen, que conservaba un bonito casco antiguo de calles adoquinadas, con algunos edificios art deco y puntiagudos campanarios sobresaliendo entre los tejadillos de las casas. Callejeamos por su calle principal, la Vilnius gatué, llena de café y restaurante con ambiente. Lucía el sol y la temperatura era agradable. 




En la plaza vimos la Iglesia de San Francisco Javier, del s. XVII, de fachada blanca, con dos torres gemelas. Cerca estaba el Palacio de Bodas donde se celebraban los enlaces de las parejas lituanas. Otro edificio original y destacado era la Casa Perkunas, de estilo gótico y ladrillo rojo. Fue construida por comerciantes hanseáticos en el s. XV y vendida posteriormente a los jesuitas, luego sirvió de escuela y teatro. Perkunas era el dios lituano del trueno.



 

La ciudad fue anexionada por el imperio ruso y con la declaración de independencia de Lituania en 1918, se convirtió temporalmente en la capital del país. Cruzamos el río Niemen y sumimos al funicular de Aleksoto, como un tren cremallera, un trayecto muy corto. Desde la cima de la colina había buenas vistas de la ciudad, con el Castillo de Kaunas, con torreones puntiagudos rojos. Paseamos por un gran parque con familias con niños, donde se juntaban los ríos Niemen y Neris.

 



Compramos tentaciones en una chocolatería y descansamos en una terracita de la plaza, al sol del atardecer. Cenamos comida tradicional, en una acogedora taberna rústica lituana: guiso de carne con judías pintas y patatas rellenas de carne.

Al día siguiente vimos la Sinagoga y el Museo de los Demonios. Era una colección de más de 2000 estatuillas de demonios de distintas procedencias: Rusia, Bulgaria, Ucrania y otros países del este, India, Japón, Indonesia y otros países asiáticos. Algunos demonios estaban en situaciones escatológicas, como uno sentado en el lavabo. Una curiosidad. Nos gustó más la exposición de la vivienda del coleccionista, que también fue pintor paisajista. Tras disfrutar la ciudad cogimos un tren hasta Vilnius, la capital lituana.