Un día gris y con
llovizna partimos de Xian en tren hasta Tianshui. El trayecto duró unas tres horas, y al llegar, los dioses
nos sonrieron y salió el sol. Las cuevas
estaban excavadas en una gran montaña de
roca rojiza. Varias pasarelas y
escaleras en espiral permitían el acceso. El entorno estaba muy verde y la
ascensión permitía ver el paisaje.
Había dos grupos de tres grandes figuras
verticales de Buda. Las estatuas de las cuevas conservaban los pigmentos
rojos, azules, ocres…eran las más cromáticas que habíamos visto hasta entonces.
Vimos el proceso de elaboración de las estatuas: primero hacían un modelo
esquemático con madera, después lo cubrían con cañas y finalmente lo recubrían
con capas de arcilla y escayola.
Se
inició su construcción en el s. IV, pero varias dinastías
habían añadido esculturas. Se consideraban
los complejos budistas más antiguos de China. Sobre su construcción leímos
que no estaba claro si habían utilizado andamios de madera para acceder a tanta
altura, o habían acumulado piedras.
En la parte alta había
un corredor con nichos ocupados por varias figuras y protegidos por una cornisa
de roca. Parte del corredor alto se
había derrumbado, tras haber sufrido varios terremotos. La altura
impresionaba y el fuerte viento provocaba ruidos en las escaleras. En las
paredes terrosas los visitantes colocaban billetes pequeños de yuan, sostenidos
por ramas. Tal vez en petición para que no sucedieran más terremotos o como
ofrenda a los dioses para conseguir una vida mejor, peticiones que igualan a
todos los creyentes en cualquier lugar del mundo.
© Copyright 2010 Nuria Millet
Gallego