En el desierto jordano nos esperaba la
magnífica Petra, la antigua capital del reino nabateo. Fue un
paso importante en la Ruta de la Seda o la Ruta de las Especies, que conectaba Egipto,
Siria, Arabia, Roma, Grecia, China o la India. Dedicamos dos días a recorrer el
Wadi Musa con formaciones rocosas de arenisca amarillenta. Entramos en
el desfiladero, que llaman siq, y allí la piedra de las paredes
era rosada con vetas grises, blancas, negras y amarillas por el óxido. Las vetas
formaban preciosos dibujos ondulados en las paredes de roca. El cañón era una
gran grieta abierta por las fuerzas tectónicas. Tenía 1,2km de largo y una
anchura de 5m a 2m en las partes más estrechas.
Las paredes del desfiladero de 80
metros de altura se elevaban sobre nosotros, dejando una estrecha franja
con el cielo azul. La luz en el angosto paso era especial, de tonalidades
rosadas y ocres. Y al final del cañón aparecía bruscamente el famoso templo El
Tesoro (Al-Khazneh). Allí llegaba Indiana Jones, después de recorrer el
desfiladero a caballo. Unos cuantos camellos con bonitas y coloridas sillas
descansaban en la entrada.
El Tesoro tenía una fachada helenística
con seis columnas. Tenía 43 metros de altura y 30 metros de ancho. En la
parte superior el frontón estaba partido en dos mitades y tenía una gran
urna en medio. Según la leyenda, un faraón egipcio escondió su tesoro,
mientras perseguía a los israelitas. La urna tenía 3,5m de altura y se veían
impactos de proyectiles de rifles, por los intentos de los beduinos de saquearla.
El interior del templo era una estancia vacía. Lo construyó probablemente un rey
nabateo en el s.I a.C.
Descansamos y tomamos té en una jaima en un verde oasis, un contraste entre tanta piedra arenisca. Luego subimos al Altar de los Sacrificios por las escaleras talladas en la piedra. Desde arriba había buenas vistas de las montañas. Fuimos hasta la Tumba del Palacio, subimos otras escaleras y bordeamos la pared rocosa. Desde el final del camino vimos El Tesoro desde arriba, desde el acantilado de enfrente. Estuvimos sentados al borde del precipicio, contemplando los siglos de historia.