lunes, 9 de mayo de 1994
LA CLÍNICA CHINA DEL DR. HO
martes, 29 de octubre de 1991
LA MANO DE FÁTIMA
En la ruta por Mali
quisimos ver la formación rocosa llamada Mano de Fátima, a pocos
kilómetros de la población de Hombori. Era imponente y anaranjada, en
medio del paisaje del Sahel, con picos como dedos elevándose hacia el
cielo. Llegamos al atardecer y montamos el campamento con las mosquiteras a los
pies de la Mano de Fátima.
La Mano de Fátima, que daba nombre a la formación rocosa, era un símbolo de protección y buena suerte en varias culturas de África del Norte y Medio Oriente. La pared de escalada tenía 625m de altura, pero nosotros solo pretendíamos caminar Al día siguiente subimos hasta la hendidura central de la montaña. Contemplamos el paisaje anaranjado del Sahel, vimos un pequeño poblado y volvimos a bajar rodeando la mano, mientras el sol nos castigaba.
En los alrededores
había algunos poblados de la etnia Peul, también llamados Fulani, el
pueblo nómada y pastoril más grande del mundo. También habitaban en
Guinea, Camerún, Senegal, Níger, Burkina Faso, Benín, Mauritania, Sierra Leona,
Togo y Chad. Las mujeres peul tenían tatuajes faciales característicos y algunas escarificaciones.
El entorno era el
paisaje del Sahel, muy árido. Tenían chozas bajas y subsistían con
pequeños rebaños de ovejas y cabras, y muchas carencias. Otros poblados tenían
ganado vacuno, aunque no los vimos. Al llegar a uno de los poblados nos
ofrecieron leche en el cuenco de una calabaza. Flotaban varias moscas en la
superficie del cuenco y el anfitrión las retiró cuidadosamente con su mano.
Nosotros les ofrecimos carne en lata. Fueron muy amables y generosos con
nosotros, y nos dejaron entrar sus viviendas y conocer su forma de vida.
miércoles, 23 de octubre de 1991
EL PAÍS DOGON
Desde Mopti fuimos al País Dogon. El pueblo Dogón era un grupo étnico de la región central de Mali, cerca de la ciudad de Bandiagara. Conservaban su cultura y tradiciones ancestrales. La primera sensación que tuvimos fue de irrealidad, porque eran pueblos de adobe apiñados, colgados de los acantilados, construidos sobre rocas escarpadas. Nos alojamos en el poblado de Sangha.
La zona se llamaba la Falaise de Bandiagara, y había unos diez pueblos en la parte alta del acantilado, y unos cuarenta pueblos en la llanura. El acantilado de Bandiagara era Patrimonio de la Humanidad.
Los ancianos eran
muy respetados en la cultura dogon, se les atribuía sabiduría. El anciano más
sabio, llamado Hogon, era el jefe del poblado, un líder espiritual y
político. Decían que era tradición que el jefe ofreciera una bolsa de nueces de
kola a los visitantes. Los hombres se reunían en la Casa de la Palabra,
llamada Toguna, a discutir los asuntos de la comunidad. Era una
construcción de techo bajo,
El paisaje era
bastante peculiar. Los pueblos de la parte alta del acantilado tenían dificultades
para conseguir el agua. Bajaban a buscarla y volvían a subir por las rocas, llevando
el agua en cuencos hechos de calabaza, en equilibrio sobre sus cabezas. La
verdad es que era admirable ver a las mujeres y los niños con la carga en la
cabeza y subiendo con agilidad el camino en la montaña.
La mayoría de los
Dogón practicaban la religión tradicional africana, basada en la creencia
en un creador supremo, la adoración de los antepasados y los espíritus de la naturaleza.
También había una minoría que practicaba el Islam y el cristianismo.
Ibrahim, nuestro guía dogon, nos llevó a ver las tumbas excavadas en las paredes de roca del acantilado. Se llegaba hasta ellas por un sistema de combinación de cuerdas colgadas, que solo conocía el marabú, el brujo del poblado. El secreto de esta combinación se transmitía al muchacho que iba a ser el sucesor. Ibrahim nos habló de los ritos funerarios dogones, con danzas y máscaras ceremoniales. Nos hubiera gustado presenciarlos, pero el viaje continuaba.
viernes, 11 de octubre de 1991
LA MEZQUITA DE DJENNÉ
En el viaje por
Mali, atravesando el árido Sahel, no esperábamos encontrar pistas
inundadas por la lluvia. La pista que llevaba a la ciudad de Djenné fue
infernal, estaba inundada a tramos o llena de grandes charcos que procurábamos
evitar, con lo que el viejo Land-Rover se ladeaba e iba dando bandazos. Y eso
que no era temporada de lluvias, la gente comentaba que hacía años que no
llovía en esas fechas.
Atravesamos una Puerta de Entrada a la ciudad y fue como entrar en un agujero del tiempo. Parecía una ciudad medieval, y el ambiente de sus calles parecía conservarse desde entonces. Djenné nos impresionó. Estaba ubicada en una isla que formaba el Delta del río Niger. Todas las casas estaban hechas de adobe, con azotea en la parte superior. Unos cuantos árboles salpicaban la plaza y las calles.
La Mezquita de
Djenné fue construida en 1906, aunque la primera se construyó en el s.XII.
Era el edificio sagrado de barro más grande del mundo, hecho de una sola pieza,
con una estructura de más de 5000m. Era un ejemplo de estilo islámico y arquitectura
sudanesa tradicional. Considerada junto al casco antiguo de Djenné como Patrimonio
de la Humanidad.
Las paredes exteriores estaban decoradas con estacas de madera llamadas toron, que también sirven de andamios para las reparaciones. Toda la comunidad participaba en el mantenimiento de la mezquita en un festival anual. La Mezquita tenía varios torreones con agujas o pináculos en forma de cono en la parte superior de cada minarete. Entramos en la sala de oración, con 90 pilares, poca luz y suelo de tierra arenosa, El muro de oración, llamado quibla, estaba orientado a La Meca. Había una zona reservada a mujeres.
El Imam nos acompañó a la azotea. Subimos por unas escaleras exteriores. La azotea tenía múltiples orificios acabados en montículos con tapas de barro; impedían la entrada de la lluvia y también eran el sistema de ventilación de la Mezquita cuando el aire interior era demasiado caliente. Contemplamos desde allí las vistas de Djenné.
La casa más antigua de la ciudad tenía unos 200 años. Su puerta tenía doble entrada para proteger la vivienda de las tormentas de arena. Nos dijeron que algunas viviendas tenían hasta siete entradas sucesivas para evitar la molesta arena.
jueves, 10 de octubre de 1991
LAS CASCADAS KARFIGELA Y EL LAGO TENGRELA
Desde
Bobo-Dioulasso fuimos a las Cascadas Karfigela en Banfora. Se formaban a
lo largo de una franja del río Komoé. Estaban situadas a 12km de la ciudad de
Banfora, en Burkina Faso, y a poca distancia de Mali. La altura de la caída era
de unos 20m. Alrededor había vegetación, alguna palmera, y campos de caña de
azúcar.
Cerca estaba el Lago Tengrela. Era conocido por sus hipopótamos considerados sagrados por los lugareños, ya que no atacaban a los seres humanos. Había una zona con nenúfares flotantes de blancas flores. Vimos cocodrilos a los que dieron de comer trozos de pollo. Navegamos el lago plácidamente en unas estrechas canoas y los hipopótamos y cocodrilos nos permitieron invadir su hábitat.
martes, 8 de octubre de 1991
EL ACCIDENTE DE BURKINA FASO
Tras visitar las Mezquitas de Bani en Burkina Faso íbamos en ruta por la sabana del Sahel africano y entonces sucedió. El Land-Rover volcó sobre el lado derecho y acabó boca arriba. Alguien dijo “apagar el motor!”. No recuerdo por donde salí, creo que por la ventana porque iba en el asiento trasero. Me encontré sentada en el suelo junto al coche volcado, sangrando por la cabeza, con un fuerte dolor en el hombro y bastante aturdida. Miré a mi alrededor y los demás estaban repartidos en el suelo, algunos tumbados y otros sangrando. Del depósito del vehículo salía gasoil a chorro.
Entonces apareció
un Toyota con tres cooperantes y nos llevó hasta la enfermería más próxima, tardamos
casi una hora en llegar. Fue allí cuando empezamos a bromear porque el cuadro
era patético. Nos desinfectaron y suturaron las heridas, y salimos llenos de
parches. Allí no podían hacer más, así que nos llevaron al hospital de Dori,
para que nos viera un médico. Tardamos otra hora en llegar.
Una doctora nos examinó, confirmó la fractura de clavícula y nos colocaron un vendaje con cabestrillo. Pero en Dori no tenían aparato de Rx y para hacernos las radiografías tuvimos que ir a la capital, Ouagadugou. Diagnósticos del grupo: dos fracturas de clavícula, fractura nasal, heridas incisas y contusas con hematomas varios. Pensamos en como íbamos a continuar el viaje con las clavículas rotas y la cantidad de baches que había en las pistas del país. Hicimos una reunión plenaria y decidimos continuar el viaje. Fue una buena decisión. La ironía fue que el accidente sucedió cerca de una población llamada Gorom Gorom, que según nos dijeron, significa “ven y siéntate”, porque fue un importante cruce de caminos en el Sahel. Y vaya si nos sentamos...
Cuando fue el
mecánico todo estaba lleno de gasoil y aceite. Pero el mecánico probó con un
dedo lo que parecía aceite y dijo “Esto no es aceite, es miel”. Se había roto
un tarro de miel que llevábamos. Durante varios días después de limpiar el coche
seguirían cayendo gotitas de miel del techo, derretida por el calor. Fue el
punto dulce de la historia. Con el tiempo lo recordamos como una anécdota y recordamos
la belleza de los paisajes de Burkina Faso y sus gentes. Fue un gran viaje!
Viaje y fotos realizados en 1991
martes, 1 de octubre de 1991
BANI Y SUS MEZQUITAS
En octubre de 1991 viajamos a Burkina Faso. Iniciamos la ruta desde la capital Ougadogou, también llamada Uagadugú. Acampamos en la aldea de Koupela, donde encontramos a uno de los jefes tocando el tambor con unos amigos. Los saludamos y nos sentamos con ellos en el suelo. Inmediatamente se formó un grupo de gente que nos rodeó. Nos dieron la mano y nos ofrecieron cerveza de mijo, que llamaban dolo, en un cuenco hecho de calabaza. Al día siguiente seguimos ruta hacia Bani.
El pequeño pueblo
de Bani, en la región del Sahel, estaba hecho de casas de adobe, barro y madera. Allí visitamos siete
mequitas de adobe que construyó un santón con ayuda del pueblo en la década de los años 60. La Gran
Mezquita, la primera que se construyó, era espectacular. En su fachada se
apreciaban unas figuras, unas con los brazos hacia arriba, otras hacia
abajo. Representaban las posiciones de los fieles musulmanes al rezar. Todas las Mezquitas eran muy bellas, doradas,
tenían torres con ventanucos, cenefas y dibujos geométricos hechos con
orificios en las paredes. Eran auténticas filigranas.
Como eran de barro
cada año tenían que reparar los desperfectos causados por las escasas lluvias. las tormentas de arena y
la erosión del sol y el viento. En algunas torres había estacas de madera para alcanzar la altura para
poder repararlas. En otras zonas del pueblo vimos ladrillos de adobe secándose al sol.