En octubre de 1991 viajamos a Burkina Faso. Iniciamos la ruta desde la capital Ougadogou, también llamada Uagadugú. Acampamos en la aldea de Koupela, donde encontramos a uno de los jefes tocando el tambor con unos amigos. Los saludamos y nos sentamos con ellos en el suelo. Inmediatamente se formó un grupo de gente que nos rodeó. Nos dieron la mano y nos ofrecieron cerveza de mijo, que llamaban dolo, en un cuenco hecho de calabaza. Al día siguiente seguimos ruta hacia Bani.
El pequeño pueblo
de Bani, en la región del Sahel, estaba hecho de casas de adobe, barro y madera. Allí visitamos siete
mequitas de adobe que construyó un santón con ayuda del pueblo en la década de los años 60. La Gran
Mezquita, la primera que se construyó, era espectacular. En su fachada se
apreciaban unas figuras, unas con los brazos hacia arriba, otras hacia
abajo. Representaban las posiciones de los fieles musulmanes al rezar. Todas las Mezquitas eran muy bellas, doradas,
tenían torres con ventanucos, cenefas y dibujos geométricos hechos con
orificios en las paredes. Eran auténticas filigranas.
Como eran de barro
cada año tenían que reparar los desperfectos causados por las escasas lluvias. las tormentas de arena y
la erosión del sol y el viento. En algunas torres había estacas de madera para alcanzar la altura para
poder repararlas. En otras zonas del pueblo vimos ladrillos de adobe secándose al sol.