Andar tres pasos,
arrodillarse, tumbarse y extender los brazos hasta tocar el suelo. Rezar.
Levantarse. Andar tres pasos…y repetir todo el proceso durante horas, días,
semanas o meses. Extenuador. Eso hacen los peregrinos tibetanos desde hace
siglos. Piden por su familia, por su salud, por su país.
El circuito circular de
peregrinación alrededor de un lugar sagrado recibe el nombre de kora.
La kora purifica el karma. En la ciudad de Lhasa hay una kora
alrededor del Palacio del Potala, y
otra alrededor del templo de Johkang, el
circuito Barkhor. En este último, los peregrinos se esforzaban en encontrar
su espacio entre las piernas de la multitud que callejeaba.
Para amortiguar el roce
continuo algunos usan una especie de petos o delantales de cuero grueso y
manoplas. Unos van descalzos, a pesar del frío; otros usan colchonetas. El
estado de desgaste de las colchonetas puede indicar la duración del
peregrinaje. Muchos venían de lugares lejanos y sólo llevaban un pequeño morral
con lo mínimo imprescindible para su viaje. Otra de las koras es alrededor de la montaña
sagrada del Kailash, la más larga (de 52km) y la más dura de todas, pero
que ofrecía a los fieles unas vistas espectaculares.
Me impresionó esa fe y la
capacidad de sacrificio de esas gentes. Admiro esa fuerza que les mueve, hacia
delante, hacia un futuro que desean sea mejor…
© Copyright 2010 Nuria Millet
Gallego
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