Desde Sancris
cogimos una combi o colectivo, las furgonetas compartidas, que por unos pocos pesos nos
llevó hasta San Juan Chamula. Estaba a solo 10km de distancia y tardamos media
hora. Fuimos un domingo, el día de mercado cuando se montaban los puestos en la
plaza.
Los hombres llevaban anchas túnicas de lana negra de borrego para protegerse del frío y la lluvia, y las mujeres vestían faldas largas de lana negra con chales de colores. Pero me llamó la atención que las mujeres usaban chanclas y sandalias, y algunas iban descalzas. Le pedí permiso a una de ellas para fotografiar sus bonitas sandalias de cuero, con adornos de plata y ámbar.
Lo más impactante
fue el Templo de San Juan, una iglesia blanca con el arco de entrada
pintado de verde y azul, y decorado con aspas, estrellas y círculos El interior era oscuro, sin bancos y con el suelo
cubierto de pinaza. Estaba repleto de parpadeantes velas con devotos
arrodillados, entre el humo del incienso de copal. Alrededor había
imágenes de santos con vestiduras sagradas, encerrados en vitrinas y venerados
por grupos de fieles que rezaban ante ellos. En el altar principal estaba San
Juan Bautista, al que los chamulas veneraban por encima de Jesucristo.
Leímos que podía haber curanderos que canturreaban mientras frotaban el cuerpo de los pacientes con huevo o huesos. Eso no lo vimos, pero sí como una mujer restregaba un ramo de hojas sobre la cabeza y los hombros de otra mujer, para limpiar las energías malignas, al estilo chamánico.
Otros hombres oraban en dialecto indígena y ofrecían velas pagadas por los fieles. Vimos un hombre con la túnica de lana de borrego blanca y con un pañuelo blanco en la cabeza. Le pregunté cual era su función y dijo ser un mayordomo de Santa Rosa. Había otros mayordomos e Guadalupe; eran como cofradías o hermandades, que se agrupaban de pie junto a sus imágenes. Los otros fieles estaban arrodillados o sentados.
Fue un espectáculo ancestral e hipnótico, una ceremonia indígena con siglos de tradición y una atmósfera muy especial. No era un templo habitual y nos sentimos muy privilegiados de poder contemplar aquellas escenas.