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domingo, 31 de agosto de 2014

LAS KORAS TIBETANAS

 
 

Andar tres pasos, arrodillarse, tumbarse y extender los brazos hasta tocar el suelo. Rezar. Levantarse. Andar tres pasos…y repetir todo el proceso durante horas, días, semanas o meses. Extenuador. Eso hacen los peregrinos tibetanos desde hace siglos. Piden por su familia, por su salud, por su país.

El circuito circular de peregrinación alrededor de un lugar sagrado recibe el nombre de kora. La kora purifica el karma. En la ciudad de Lhasa hay una kora alrededor del Palacio del Potala, y otra alrededor del templo de Johkang, el circuito Barkhor. En este último, los peregrinos se esforzaban en encontrar su espacio entre las piernas de la multitud que callejeaba.

 




Para amortiguar el roce continuo algunos usan una especie de petos o delantales de cuero grueso y manoplas. Unos van descalzos, a pesar del frío; otros usan colchonetas. El estado de desgaste de las colchonetas puede indicar la duración del peregrinaje. Muchos venían de lugares lejanos y sólo llevaban un pequeño morral con lo mínimo imprescindible para su viaje. Otra de las koras es alrededor de la montaña sagrada del Kailash, la más larga (de 52km) y la más dura de todas, pero que ofrecía a los fieles unas vistas espectaculares.

Me impresionó esa fe y la capacidad de sacrificio de esas gentes. Admiro esa fuerza que les mueve, hacia delante, hacia un futuro que desean sea mejor…





© Copyright 2010 Nuria Millet Gallego



sábado, 14 de octubre de 2006

EL LAGO TSOMGO EN SIKKIM

Para visitar Sikkim se necesitaba un permiso especial que tramitamos desde la Magistratura de Darjeeling. Y ya en Sikkim, para visitar el Lago Tsomgo se necesitaba otro permiso especial que tramitamos desde Gantok.

Desde Gantok fuimos al lago, a unos 35km de distancia. A medida que ascendíamos por la carretera de curvas, dejamos de ver el sol y nos envolvió un manto de niebla. En los claros que se abrían en la niebla veíamos los hondos precipicios del camino. Impresionaban. La montaña que atravesamos estaba ocupada por una base militar y estaba prohibida la fotografía. La temperatura descendió considerablemente.


El Lago Tsomgo estaba a 3.780m de altitud, de origen glaciar. Era un lago sagrado para los budistas e hindúes de Sikkim. Las montañas alrededor del lago estaban bastante peladas, sin árboles, con un color pardo rojizo. En el invierno se cubrían de nieve y el lago se congelaba. Al llegar nos rodearon los yaks de pelo negro con sus dueños, ofreciéndonos un paseo. Los yaks eran bueyes tibetanos enormes, con pelo colgante largo y áspero, y una cornamenta importante.

En los cuernos les colocaban fundas rayadas de lana de colores. Tenían una silla con estribos a la que subimos. El sendero discurría paralelo al lago. Los yaks se bamboleaban un poco al caminar, un resbalón de la pezuña habría acabado con los jinetes en el agua helada. Pero los yaks dominaban caminos peores. Continuamos el camino hasta que se interrumpió, y regresamos al punto de partida a pie.







viernes, 2 de noviembre de 2001

TEMPLOS Y TREN DE LA JUNGLA


Battambang era la segunda ciudad más grande de Camboya, después de la capital Phnom Penh, pero nos pareció una población tranquila y agradable. Las casas eran de dos plantas, con porches y comercios en los bajos. Por sus calles paseaban monjes budistas con sus túnicas naranja azafrán o de color amarillo. Algunos se protegían del sol con un paraguas a juego. En las orillas del río Sangke había varios templos y un paseo de arboleda con bancos de piedra.




Desde Battambang fuimos de excursión por los alrededores. Alquilamos motos con dos simpáticos chicos. Visitamos el Templo Wat Banan, también en la cima de una colina, al que se llegaba ascendiendo 331 escalones de piedra. Era del s. X y decían que era una réplica en miniatura del Angkor Wat. Estaba bastante deteriorado y lo observamos como un aperitivo de lo que nos esperaba. En el exterior de los templos de dos o cuatro puertas corría el aire fresco, y allí nos sentamos a descansar a la sombra y contemplar las vistas. En seguida se reunió un grupo de gente a nuestro alrededor, a observarnos con curiosidad.



El paisaje era jungla tropical y montañas cubiertas de verde vegetación. Atravesamos un puente colgante. En la cima de otra montaña vimos el templo Phnom Sampeu, llegaba subiendo escalones de piedra. Era un día festivo y muchos camboyanos iban en familia a rezar y hacer ofrendas. Todos nos miraban y sonreían. Los monjes de túnica azafrán, sentados en esteras en el suelo, dirigían los rezos. Hacía un calor húmedo y pegajoso y bebimos unos cocos fresquitos, guardados en nevera.


En la montaña vimos un par de cuevas donde se amontonaban los huesos de cadáveres del genocidio provocado por Pol Pot. Huesos y calaveras almacenadas en una urna grande de alambre, con una descripción en alfabeto khmer. Los habían guardado con llave porque mucha gente que ignoraba qué había sido de sus familiares o dónde estaban sus restos, acudían al lugar a llevarse algún hueso. Formaba parte de la historia oscura del país. Un gran Buda reclinado descansaba en la cueva, un símbolo de los tiempos de paz. Un gran Buda reclinado descansaba en la cueva, un símbolo de los tiempos de paz. Un gran Buda reclinado descansaba en la cueva, un símbolo de los tiempos de paz.



Como colofón final del día hicimos un trayecto en un pequeño “tren de la jungla”. En realidad, era una plataforma de madera sobre ruedas, que avanzaba sobre los rieles con ayuda de un motor. Allí subimos nosotros cuatro, las dos motocicletas y el conductor. Avanzaba rápido chirriando las ruedas con los raíles metálicos. Recordaba las rudimentarias vagonetas de los mineros, pero la plataforma era plana sin paredes ni barandillas para apoyarse.

Como era vía única solo se podía circular en una dirección. Pero encontramos otro tren en dirección contraria. Ambos disminuyeron la velocidad al verse y nos quedamos uno frente a otro. Hubo unos momentos de vacilación, a ver quién desmontaba su tren, y nos tocó a nosotros. Bajaron las motos y quitaron la plataforma y las ruedas. El trayecto duró unos veinte minutos, y aún encontramos otro tren de frente. Pero esta vez les tocó desmontar el tren a los otros.



Viaje y fotos realizados en 2001

jueves, 26 de diciembre de 1996

LOS TEMPLOS DORADOS DE BAGAN


Un carromato de caballos nos llevó durante todo el día por los templos de Bagan. La otra opción era alquilar bicicletas y hacía mucho calor. La calesa nos protegió del fuerte sol. Parecía un carromato del oeste y traqueteaba un montón por los caminos de tierra rojiza.

Bagan era conocida como la ciudad de los mil templos. Fue capital de varios reinos de la antigua Birmania. En una gran explanada junto al río Ayeyarwady (antes llamado Irrawaddy) con más de 2000 templos y pagodas medievales, de los s.XI-XII. La Unesco los reconoció como Patrimonio de la Humanidad, aunque cuando fuimos todavía no lo eran. Una zona arqueológica fantástica.

















Primero fuimos a la Pagoda Shwezigon, la más reconocida y una de las más impresionantes. Era un conjunto de santuarios por los que perderse y pasear descalzos pisando las frescas losas. La stupa central tenía paneles con escenas de la vida de Buda, y en los laterales cuatro leones de oro custodiándola. 

Los templos más altos y prominentes de la explanada eran Thatbyinnyo Patho, con 61 m de altura y Hitlominlo Patho, con 46m de altura, y varias imágenes de Buda en su interior. Ananda Patho, era otro de los mejores y más conservado. Tenía dos pasillos cuadrados concéntricos con hornacinas, y en cada una de sus paredes cuatro Budas enormes. Sulami Patho tenía forma más piramidal, con frescos en su interior y a lo largo de todo el muro un Buda reclinado.




Subimos a varias terrazas de los templos para contemplar las vistas. Dhammayangyi Patho tenía varias terrazas superpuestas en forma piramidal, subimos a su terraza superior por unos estrechos pasadizos, con escalones verticales que casi no permitían apoyar la planta del pie ni de lado. Desde la terraza del Mingalazedi, cerca del río, vimos otra panorámica.

Y finalmente en el Shibinthalyaung, encontramos otro Buda reclinado de 18m de largo. Desde la cima contemplamos toda la explanada salpicada de templos. Todos eran parecidos y ninguno era igual. Algunos eran de piedra rojiza y otros de un blanco deteriorado por las lluvias y el paso del templo. Acabamos el día en este último templo contemplando la anaranjada puesta de sol.






 



jueves, 5 de diciembre de 1996

EL MONASTERIO DEL LAGO Y LA ESCUELA


















En el centro del lago Inle había una isla donde estaba el Monasterio Nga Pha Kyaung, construido en madera sobre pilotes, tipo palafito. En su sala principal había una colección de imágenes de Buda de estilo san, tibetano y bagan. Hablamos con el abad, que nos pareció muy joven para su cargo; nos explicó que había pasado un examen para serlo. Estaba pintando una mandala en una pizarra en el suelo. Tenía todos los botes de pintura por el suelo, y se inclinaba a dibujar mientras le observaba uno de los monjes. Nos mostró la biblioteca, con alguno de los libros sagrados del monasterio. Las tapas de los libros eran de madera de teca, con los bonitos caracteres birmanos redondeados. 

Había varios gatos por allí y los monjes les habían enseñado a saltar por el aro. Ya se conocía como el monasterio de los gatos saltadores. Nos hicieron una demostración en un rincón, donde se colaban los rayos del sol.

En el monasterio vivían sólo cinco monjes, en la época que fuimos. Nos invitaron a tomar té y nos enseñaron sus habitaciones, con vistas al lago. Tenían cortinillas naranjas en las ventanas y almanaques con paisajes de otros países en las paredes. Como mobiliario, camas con dosel y mosquiteras, y un armario donde guardaban los libros. Una pasarela de madera sobre pilotes en el lago comunicaba con otras habitaciones. Allí tenían unas hamacas donde nos tendimos a tomar el sol, charlar con los monjes y disfrutar de la paz del monasterio del lago.



En otro monasterio encontramos una escuelita de monjes. Los pequeños monjes vestían sus túnicas granates y azafrán, con el brazo al descubierto. Los estudiantes escribían aplicadamente en sus pizarras negras, en sentido vertical. Un maestro tenía a su alumno abrazado por detrás, mientras le enseñaba la escritura. Alteramos un poco el orden de su clase. Una escena inolvidable.