domingo, 31 de agosto de 2014
LAS KORAS TIBETANAS
sábado, 14 de octubre de 2006
EL LAGO TSOMGO EN SIKKIM
Para visitar Sikkim se necesitaba un permiso especial que tramitamos desde la Magistratura de Darjeeling. Y ya en Sikkim, para visitar el Lago Tsomgo se necesitaba otro permiso especial que tramitamos desde Gantok.
Desde Gantok fuimos al lago, a unos 35km de distancia. A medida que ascendíamos por la carretera de curvas, dejamos de ver el sol y nos envolvió un manto de niebla. En los claros que se abrían en la niebla veíamos los hondos precipicios del camino. Impresionaban. La montaña que atravesamos estaba ocupada por una base militar y estaba prohibida la fotografía. La temperatura descendió considerablemente.
El Lago Tsomgo
estaba a 3.780m de altitud, de origen glaciar. Era un lago sagrado para los budistas e hindúes
de Sikkim. Las montañas alrededor del lago estaban bastante peladas, sin
árboles, con un color pardo rojizo. En el invierno se cubrían de nieve y el
lago se congelaba. Al llegar nos rodearon los yaks de pelo negro con sus dueños,
ofreciéndonos un paseo. Los yaks eran bueyes tibetanos enormes, con pelo
colgante largo y áspero, y una cornamenta importante.
En los cuernos les colocaban fundas rayadas de lana de colores. Tenían una silla con estribos a la que subimos. El sendero discurría paralelo al lago. Los yaks se bamboleaban un poco al caminar, un resbalón de la pezuña habría acabado con los jinetes en el agua helada. Pero los yaks dominaban caminos peores. Continuamos el camino hasta que se interrumpió, y regresamos al punto de partida a pie.
viernes, 2 de noviembre de 2001
TEMPLOS Y TREN DE LA JUNGLA
Battambang era la segunda ciudad más grande de Camboya, después de la capital Phnom Penh, pero nos pareció una población tranquila y agradable. Las casas eran de dos plantas, con porches y comercios en los bajos. Por sus calles paseaban monjes budistas con sus túnicas naranja azafrán o de color amarillo. Algunos se protegían del sol con un paraguas a juego. En las orillas del río Sangke había varios templos y un paseo de arboleda con bancos de piedra.
Desde Battambang fuimos de excursión por los alrededores. Alquilamos motos con dos simpáticos chicos. Visitamos el Templo Wat Banan, también en la cima de una colina, al que se llegaba ascendiendo 331 escalones de piedra. Era del s. X y decían que era una réplica en miniatura del Angkor Wat. Estaba bastante deteriorado y lo observamos como un aperitivo de lo que nos esperaba. En el exterior de los templos de dos o cuatro puertas corría el aire fresco, y allí nos sentamos a descansar a la sombra y contemplar las vistas. En seguida se reunió un grupo de gente a nuestro alrededor, a observarnos con curiosidad.
El paisaje era jungla tropical y montañas cubiertas de verde vegetación. Atravesamos un puente colgante. En la cima de otra montaña vimos el templo Phnom Sampeu, llegaba subiendo escalones de piedra. Era un día festivo y muchos camboyanos iban en familia a rezar y hacer ofrendas. Todos nos miraban y sonreían. Los monjes de túnica azafrán, sentados en esteras en el suelo, dirigían los rezos. Hacía un calor húmedo y pegajoso y bebimos unos cocos fresquitos, guardados en nevera.
En la montaña vimos un par de cuevas donde se amontonaban los huesos de cadáveres del genocidio provocado por Pol Pot. Huesos y calaveras almacenadas en una urna grande de alambre, con una descripción en alfabeto khmer. Los habían guardado con llave porque mucha gente que ignoraba qué había sido de sus familiares o dónde estaban sus restos, acudían al lugar a llevarse algún hueso. Formaba parte de la historia oscura del país. Un gran Buda reclinado descansaba en la cueva, un símbolo de los tiempos de paz. Un gran Buda reclinado descansaba en la cueva, un símbolo de los tiempos de paz. Un gran Buda reclinado descansaba en la cueva, un símbolo de los tiempos de paz.
Como colofón final del día hicimos un trayecto en un pequeño “tren de la jungla”. En realidad, era una plataforma de madera sobre ruedas, que avanzaba sobre los rieles con ayuda de un motor. Allí subimos nosotros cuatro, las dos motocicletas y el conductor. Avanzaba rápido chirriando las ruedas con los raíles metálicos. Recordaba las rudimentarias vagonetas de los mineros, pero la plataforma era plana sin paredes ni barandillas para apoyarse.
Como era vía única solo se podía circular en una dirección. Pero encontramos otro tren en dirección contraria. Ambos disminuyeron la velocidad al verse y nos quedamos uno frente a otro. Hubo unos momentos de vacilación, a ver quién desmontaba su tren, y nos tocó a nosotros. Bajaron las motos y quitaron la plataforma y las ruedas. El trayecto duró unos veinte minutos, y aún encontramos otro tren de frente. Pero esta vez les tocó desmontar el tren a los otros.
jueves, 26 de diciembre de 1996
LOS TEMPLOS DORADOS DE BAGAN
Un carromato de caballos nos llevó
durante todo el día por los templos de Bagan. La otra opción era
alquilar bicicletas y hacía mucho calor. La calesa nos protegió del fuerte sol.
Parecía un carromato del oeste y traqueteaba un montón por los caminos de
tierra rojiza.
Bagan era conocida como la ciudad de los mil templos. Fue capital de varios reinos de la antigua Birmania. En una gran explanada junto al río Ayeyarwady (antes llamado Irrawaddy) con más de 2000 templos y pagodas medievales, de los s.XI-XII. La Unesco los reconoció como Patrimonio de la Humanidad, aunque cuando fuimos todavía no lo eran. Una zona arqueológica fantástica.
Primero fuimos a la Pagoda Shwezigon, la más
reconocida y una de las más impresionantes. Era un conjunto de santuarios por
los que perderse y pasear descalzos pisando las frescas losas. La stupa central
tenía paneles con escenas de la vida de Buda, y en los laterales cuatro leones
de oro custodiándola.
Los templos más altos y prominentes de la explanada eran Thatbyinnyo Patho, con 61 m de altura y Hitlominlo Patho, con 46m de altura, y varias imágenes de Buda en su interior. Ananda Patho, era otro de los mejores y más conservado. Tenía dos pasillos cuadrados concéntricos con hornacinas, y en cada una de sus paredes cuatro Budas enormes. Sulami Patho tenía forma más piramidal, con frescos en su interior y a lo largo de todo el muro un Buda reclinado.
Subimos a varias terrazas de los templos
para contemplar las vistas. Dhammayangyi Patho tenía varias terrazas
superpuestas en forma piramidal, subimos a su terraza superior por unos
estrechos pasadizos, con escalones verticales que casi no permitían apoyar
la planta del pie ni de lado. Desde la terraza del Mingalazedi, cerca del río,
vimos otra panorámica.
Y finalmente en el Shibinthalyaung, encontramos otro Buda reclinado de 18m de largo. Desde la cima contemplamos toda la explanada salpicada de templos. Todos eran parecidos y ninguno era igual. Algunos eran de piedra rojiza y otros de un blanco deteriorado por las lluvias y el paso del templo. Acabamos el día en este último templo contemplando la anaranjada puesta de sol.
jueves, 5 de diciembre de 1996
EL MONASTERIO DEL LAGO Y LA ESCUELA
En el centro del lago Inle
había una isla donde estaba el Monasterio Nga Pha Kyaung,
construido en madera sobre pilotes, tipo palafito. En su sala principal había
una colección de imágenes de Buda de estilo san, tibetano y bagan. Hablamos con
el abad, que nos pareció muy joven para su cargo; nos explicó que había pasado
un examen para serlo. Estaba pintando una mandala en una pizarra en el suelo.
Tenía todos los botes de pintura por el suelo, y se inclinaba a dibujar
mientras le observaba uno de los monjes. Nos mostró la biblioteca, con alguno
de los libros sagrados del monasterio. Las tapas de los libros eran de madera
de teca, con los bonitos caracteres birmanos redondeados.
Había varios gatos por
allí y los monjes les habían enseñado a saltar por el aro. Ya se conocía como
el monasterio de los gatos saltadores. Nos hicieron una demostración en un
rincón, donde se colaban los rayos del sol.
En el monasterio vivían
sólo cinco monjes, en la época que fuimos. Nos invitaron a tomar té y nos
enseñaron sus habitaciones, con vistas al lago. Tenían cortinillas naranjas en
las ventanas y almanaques con paisajes de otros países en las paredes. Como mobiliario,
camas con dosel y mosquiteras, y un armario donde guardaban los libros. Una
pasarela de madera sobre pilotes en el lago comunicaba con otras habitaciones.
Allí tenían unas hamacas donde nos tendimos a tomar el sol, charlar con los
monjes y disfrutar de la paz del monasterio del lago.
En otro monasterio encontramos una escuelita de monjes. Los pequeños monjes vestían sus túnicas granates y azafrán, con el brazo al descubierto. Los estudiantes escribían aplicadamente en sus pizarras negras, en sentido vertical. Un maestro tenía a su alumno abrazado por detrás, mientras le enseñaba la escritura. Alteramos un poco el orden de su clase. Una escena inolvidable.