sábado, 9 de agosto de 2014

TURKU

 


Turku nos gustó a primera vista. Era la ciudad más antigua de Finlandia, fundada en el s. XIII. Fue su capital durante cinco siglos hasta 1809, cuando pasó a formar parte del imperio ruso y se trasladó a Helsinki. Llegamos en tren desde Helsinki, en un trayecto de dos horas. Nos alojamos en un convento de monjas y empezamos a callejear.

El paseo fluvial junto al río Aura estaba lleno de barcos atracados en las orillas, algunos eran bares y restaurantes. En la ribera había algunas casas tradicionales de madera. Recorrimos el paseo con mucho ambiente, amenizado por músicos callejeros de jazz. Al atardecer los barcos se reflejaban en el agua con tonos dorados.









El Castillo de Turku era una fortaleza medieval del s. XIII con varias construcciones. La parte exterior era blanca con muchos ventanucos y un torreón circular. Cruzando una puerta en arco se accedía al cuerpo central del castillo, con fachada de piedra y una capilla central adosada.

El interior tenía encanto, con muchas estancias y salones conectados por escaleras. Las mazmorras estaban en los sótanos. Las estancias eran palaciegas, amplias y con techos de bóveda de piedra o madera. En muchas se exhibían los trajes de época de las damas y caballeros, armaduras, adornos y joyería, mobiliario y colecciones de objetos. Una exposición muy interesante y completa.






Visitamos la Casa museo Qwensel. Era una de las pocas casas tradicionales de madera que se conservaban. Los tablones verticales de la fachada estaban pintados de rojo oscuro. Había sido la vivienda de un médico, el dr. Pipping, y conservaba todos los detalles. El dormitorio tenía cama con dosel y la cuna de los niños, estufas de hierro o cerámica, el escritorio y la cocina con sus utensilios de cobre.

La Casa Qwensel también era Museo Farmaceútico. Una sala era la Farmacia de venta al público, con cajones de madera rotulados con etiquetas en latín de las medicinas. En la parte superior estaban los tarros de vidrio o cerámica también rotulados con lo que contenían. En el interior había otras estanterías con los venenos como cianuro y arsénico. 



En otra habitación estaban las plantas secas, con manojos colgados del techo. El sol entraba por las ventanas de la habitación, y el olor era intenso. Era un cuarto muy agradable y cálido. Como curiosidad la farmacia conservaba las recetas de prescripción médica, donde se indicaba el medicamento y la dosis para tomar. Eran papeles alargados en forma de corbata, de colores rosados o amarillos y con bonita caligrafía. Una de las encargadas del museo estaba vestida de época y asomada a una ventana parecía un cuadro antiguo de Vermeer.




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