Siria ocupa el lugar 97 entre los
países del mundo en el índice de Desarrollo Humano. La religión mayoritaria es
la musulmana, pero conviven con una minoría de cristianos maronitas y armenios.
El equipaje literario que
llevamos fue “Viaje a la luz del Cham” de Rosa Regás, y “Entre árabes” de Colin
Thubrand, libros que ayudan a acercarse a la realidad del país.
Las mujeres visten el chador negro. Algunas dejaban la
cara al descubierto, y otras sólo una pequeña obertura para los ojos. Era un
contraste ver los vestidos de novia de tul blanco vaporoso y los de fiesta de
colores vivos y mucha pedrería. Las cristianas vestían con ropa occidental,
marcando formas, y se maquillaban mucho la boca y los ojos.
En la Mezquita Omeya de Damasco y
en la Gran Mezquita de Alepo, las viajeras se ven obligadas a vestir la túnica
con capucha que oculta las formas corporales.
Los hombres tradicionales vestían
túnicas blancas o chilabas y pañuelo palestino, a cuadros rojos y blancos, o
turbantes blancos o el fez musulmán, pero predominaban los atuendos
occidentales. En conjunto, había mucha variación en la indumentaria. La ventaja del
chador es que permite pasar desapercibida, lo que siempre es bueno para
observar sin llamar la atención.
Como la curiosidad es uno de los
motores que mueven a esta viajera que escribe, no pude evitar preguntar a
algunos hombres jóvenes su opinión sobre el velo. Un chico joven y moderno me
contestó que para él su mujer era como el sol o la luna, muy valiosa, y por eso
no quería que ningún otro hombre la viera. Ella sonreía a su lado.
Debo decir que, más allá de
tópicos, el pueblo sirio es muy acogedor, siguiendo la tradición árabe, y
recibe al viajero que muestra ganas de conocer y comprender, con curiosidad y
calidez.
© Copyright 2008 Nuria Millet Gallego