Nicosia, la capital de Chipre, tiene una singularidad: está dividida en la zona griega (llamada Lefkosa) y la zona ocupada turca (llamada Lefkosia). La frontera, conocida como Línea Verde, se cruza andando por la calle Ledra y en otros siete puntos. Cambiaba el idioma del griego al turco y la moneda, del euro a la lira turca. En algunas calles interiores se veían tramos de alambre de espino y bidones.
Recorrimos la famosa calle Ledra con cafés chipriotas de terracitas, tabernas tradicionales y comercios. Al final estaba el Check-point, la frontera con la parte turca. Era una simple caseta metálica, como de obra, con una barrera. Una curiosidad histórica.
En la ciudad antigua de Nicosia vimos las Murallas
Venecianas, construidas por los venecianos en 1567 para protegerse de las
invasiones otomanas. En 1570 los otomanos invadieron Larnaka y tres meses más
tarde destruyeron la fortificación, matando a 50.000 habitantes. Las murallas
eran bonitas e imponentes. Por su parte baja habían construido un paseo entre
palmeras, cipreses y fuentes. Tenían cinco bastiones en el sector sur: Trípoli,
D’Avila, Constanza, Prodocatano y Carafto. Entramos por las cercanías de D’Avila.
Visitamos la Mezquita Omeya, del s.
XV, con su alto minarete. Me dejaron entrar poniéndome una túnica granate
larga, que tenían colgada en la entrada. En el interior alfombrado solo había
hombres rezando, y muchos coranes en las estanterías de alrededor.
Cerca estaba el Palacio del Arzobispo
de estilo neobizantino y la Iglesia Agios Ioannis, La Iglesia Panagia Chrysalionitissa
del s. XV era la iglesia bizantina más antigua de Nicosia, dedicada a la Virgen.
El barrio Chrysalionitssa estaba al borde de la ciudad antigua y cercano
a la llamada Línea Verde. Era muy tranquilo y casi no se veía gente. Las casas
estaban adornadas con macetas con plantas. Se veía alguna casa antigua bonita
con paredes de piedra dorada y contraventanas verdes, como debían ser antes. Por
allí estaba el CVAR, el Centro de Artes Visuales.
Visitamos la Casa de Hataigeorgakis
Kornesios, de estilo otomano. Acumuló gran riqueza y poder trabajando de Dragoman,
cargo de intérprete, traductor y guía oficial entre los turcos y las embajadas.
Vimos las habitaciones con camas con dosel, el comedor, la sal de divanes y
cojines para los huéspedes, el jardín con palmeras y estatuas, el hammán con
techo de bóveda y orificios que dejaban filtrar la luz. Era una casa muy grande
y decorada con gusto, con baules pintados y mobiliario antiguo. Creo que el
Dragoman acabó decapitado y su familia tuvo que huir, pero con el tiempo
recuperaron la mansión. Fue una visita interesante.
Fuimos al Museo Municipal Levantis, una
mansión neoclásica, pero estaba cerrada. Seguimos callejeando por Laiki
Yitonia, la zona sur de la ciudad, que fue durante años el área de los pintores
y vendedores. Vimos la Iglesia Arcángel Miguel del s. XVII, gótica con exterior
franco-bizantino, usada como iglesia ortodoxa, con iconostasio de oro y exvotos
de plata. Una muestra del eclecticismo de la ciudad.
Para acabar el día cenamos en una taberna tradicional junto al Check-point. El interior estaba repleto de cuadros y fotografías. Pedimos champiñones, croquetas de berenjena y queso feta, y croquetas de calabacín, con vino blanco. Desde la terraza podíamos ver a los que cruzaban andando la frontera.