Desde Ranohira
visitamos el Parque Nacional Isalo. Salimos del pueblo y nos dirigimos
hacia la extensa pared de piedra que formaba el parque nacional. Decían que la
piedra arenisca había sido esculpida por el agua y el viento con formas
caprichosas y curiosas. La roca grisácea tenía vetas amarillas y anaranjadas,
como de óxido. El paisaje era bastante seco y en algunos tramos casi desértico.
En Madagascar la tala de árboles había sido devastadora.
Los estrechos senderos serpenteaban por valles entre montañas rocosas, entre hierbas altas y campos de trigo. Tuvimos suerte y vimos dos lemures, animales característicos de Madagascar. Eran como monos pequeños, de pelo blanco, Uno de ellos llevaba a su cría en la espalda. Desaparecieron pronto. También vimos baobabs enanos, con el tronco redondeado y flores amarillas. El interior del baobab era un reservorio de agua.
Subimos por un barranco, saltando por las rocas junto a un río. A las dos horas de marcha llegamos a las cascadas Namaza. Nos sumergimos en sus aguas heladas con gran placer. La cascada no era muy alta, pero formaban un estanque de aguas verdes y tranquilas.
Luego andamos más
de una hora hasta llegar a la Piscina Natural Paraíso. Apareció de
repente, en una hondonada de una zona especialmente seca, como un oasis. Era un
estanque natural de aguas verdosas, rodeado de vegetación, palmeras y helechos.
La roca descendía gradualmente hasta el agua. La cascada era más alta que la
Namaza, y el agua caía con más fuerza. Nos pusimos debajo y nos masajeó la espalda
y las lumbares, como si fuera un jacuzzi. En el remanso el agua estaba tan
tranquila que solo nadamos a braza, deslizándonos suavemente. Después del baño
nos cominos los bocadillos que llevábamos con apetito y nos tumbamos al sol.
Nos despedimos con pena de aquel lugar, de gran belleza.