Desde una de las torres
vigías de la Fortaleza de Pedro y Pablo
se veía la gran fachada del Palacio de
Invierno del Ermitage en la orilla del río
Neva. Estábamos en San Petersburgo.
Imposible resumir las impresiones de una ciudad con tanta historia y leyenda,
la ciudad más europea de Rusia, construida por Pedro el Grande. Considerada Patrimonio de la Humanidad.
El Museo del Ermitage,
con sus palacios pintados de verde y blanco, era una maravilla. Se podían pasar
días enteros admirando sus estancias y obras de arte, contenido y continente.
Nos cautivó la Iglesia del Salvador de
la Sangre Derramada. Estaba al final de uno de los canales que cruzaban la
calle Nevsky, y era una fantasía de cupúlas y colores, con pinturas murales
exteriores.
La Nevsky Prospekt o Perspectiva Nevsky era la calle más famosa de
Rusia, y decían que la de trazado más perfecto. Leímos que “al comienzo de la década de 1900 era uno de los bulevares más esplendorosos
de Europa, con caminos adoquinados y una vía en el centro para los tranvías
tirados por caballos”. Si antes había tranvías tirados por caballos, hoy
había trolebuses, como en Moscú.
Recorrimos sus 4 km.
desde el Almirantazgo hasta el Monasterio
de Alejandro Nevski. Junto al Monasterio visitamos el cementerio con tumbas
de escritores como mi admirado Dovstoievski,
y músicos como Chaikovski, Rimbski-Kórsakov, Borodin… Después de ver la tumba
de Dovstoievski quisimos ver la casa donde escribió “Crimen y Castigo”, una de
las veinte donde vivió. Estuvimos en la plaza Sennaya, por la que pasaba el
atormentado Raskolnilov después de haber asesinado a la vieja avara. También
visitamos otra de sus casas museo, y vimos su gabinete con su mesa y sus
objetos de escritorio.
Tras el recorrido
literario decidimos coger un barco por
los canales del río Neva. Durante el trayecto contemplamos las fachadas de Palacios y edificios clásicos
de colores rosados y amarillos ocres, con la luz dorada del atardecer. Por
momentos nos parecía estar en Venecia. Pero algún cartel con alfabeto cirílico nos devolvía a Rusia,
a esa Rusia mítica que nos atrapó.
© Copyright 2011 Nuria Millet
Gallego