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domingo, 25 de mayo de 2025

MANALI


La ciudad de Manali está situada a 2.050m de altitud, a orillas del río Beas. Nos alojamos en Old Manali, con casas de tejados a dos aguas, bastante inclinados, ya que nieva bastante. Las calles eran muy empinadas y estrechas. Leímos que era el destino predilecto para la Luna de Miel de muchas parejas. Y en sus calles se habían grabado muchas películas de Bollywood, evocando los Alpes suizos. En la zona se podía esquiar, hacer escalada, montar en globo, hacer rafting y todo tipo de deportes.




Muchos cafés y restaurantes tenían terraza en las orillas del río Beas. Probamos la trucha de río allí. Había ambiente hippy por las calles y mucho turismo indio local, pocos occidentales. La parte nueva de Manali también estaba repleta de tiendas, cafés y restaurantes. El hormigueo de gente por la calle peatonal principal era constante.






El Templo Hadimba Devi estaba ubicado en un bosque de cedros. Construido en madera y piedra en el s. XVI, con un estilo pagoda en tres niveles y con un remate cónico. Las paredes exteriores estaban decoradas con cornamentas y cuernos de cabras montesas, y las partes de madera talladas con figuras de dioses, animales y bailarines, mucha filigranas. 

Paseamos por el exterior admirando el bosque de altos cedros. Por allí había muchas mujeres, grupos de amigos y familias enteras que se vestían con trajes tradicionales rojos y portaban a la espalda canastos de flores amarillas, para hacerse fotos. El ambiente era festivo. También había yaks de pelo blanco y gran cornamenta, para montar a cambio de unas rupias. Los turistas indios se apuntaban a todo.







El Manu Temple tenía la arquitectura tradicional de Himachal, con puertas de madera intrincadamente talladas y techo estilo pagoda. Dedicado al sabio Manu, el creador de la vida tras el gran diluvio, según la mitología hindú (como el Noé bíblico).



Otra visita curiosa en Manali fue el Museo de la Cultura y Folkore Himalayos. Exhibía una colección de artefactos de uso doméstico: cuencos tibetanos de bronce, recipientes de madera, cajas decoradas, máscaras ceremoniales, monedas, planchas de hierro, joyas, piedras, morteros, instrumentos musicales, atriles, ropa, gorros y calzado. También había maquetas grandes reproduciendo casas tradicionales. Era un museo pequeño, pero interesante.

sábado, 15 de febrero de 2025

LAS CATARATAS MURCHINSON

En el Parque Nacional Murchinson subimos a la parte alta de las Cataratas. Un ranger nos dio explicaciones y nos mostró un mapa y un cartel con información sobre Samuel  Baker y su esposa Florence. Baker fue el primer explorador europeo que visitó las cataratas en 1864, y las llamó así en honor al presidente de la Royal Geographical Society.

En el sendero había numerosas trampas para atrapar moscas tse-tsé, que constituían una epidemia en Uganda. Eran una especie de mosquiteras blancas y azules, los colores que les atraían, colgadas de los árboles.




Al inicio del sendero vimos el río bajando con mucha fuera y estruendo, formando espuma blanca. Las microgotas de agua hicieron que se formara un arco iris perfecto.

El río Nilo de unos 40m de anchura, tenía que pasar por una angosta garganta de 7m y las aguas cada vez estaban más revueltas, con remolinos. 





La carretera asfaltada del parque estaba bordeada por una densa vegetación con troncos de árboles forrados de verde hojarasca.  Era el bosque de Bundogo. Allí vimos el Warthog, una especie de jabalí con colmillos. En el bosque vivían cientos de monos babuinos, que trepaban por las ramas de los árboles y se asomaban curiosos a ver quién pasaba. Después de dos fantásticos días en el Parque  Nacional Murchinson, ellos fueron nuestra despedida. 



viernes, 14 de febrero de 2025

BARCO POR EL NILO VICTORIA

Otra excursión en el Parque Nacional Murchinson Falls fue ir en barco hasta las cataratas. Desde el campamento Red Chilli fuimos andando diez minutos hasta el embarcadero de Paraa. Allí cogimos un barco por el río Nilo Victoria. Las orillas estaban llenas de verde vegetación, que se reflejaba en el agua. 
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Vimos algún cocodrilo, tomando el sol en la orilla, y esperando tranquilamente a sus presas. Encontramos grupos de hipopótamos sumergidos en el río, refrescándose y dejando asomar sus ojos, sus orejas rosadas y parte del lomo. Uno paseaba solo por la orilla, con su gran corpachón.




Los animales más abundantes en las orillas del río eran los elefantes. Se acercaban familias con sus crías a beber y refrescarse. Hacía calor, la temperatura era de 36° y se echaban agua en el lomo con la trompa. Tenían colmillos blancos y grandes orejas, con las que se daban aire, a modo de abanico.




El final del recorrido fueron las Cataratas Murchinson. Al acercarnos oímos el estruendo, la corriente bajaba más rápida y arrastraba plantas flotantes. Entonces las vimos aparecer. Un salto de agua de 43m de altura, cayendo entre las paredes rocosas y la vegetación. 
Nos acercamos a la roca de Baker, donde algunos desembarcaban para subir a la cima de las cataratas. Cuando fuimos no lo hacían por el nivel del agua


domingo, 8 de septiembre de 2024

NAVEGANDO EL RÍO CONGO

Desde Luanda cogimos un avión hasta Soyo, una ciudad petrolera, al norte de Angola. Fue un trayecto corto de 45 minutos, y desde el aire pudimos ver por primera vez los meandros del río Congo, rodeados de verde vegetación.

El río Congo, también conocido como Zaire, era el más largo de África (después del Nilo) y el séptimo del mundo, con 4.700m de longitud. Además era el primero en África y el segundo del mundo en volumen de agua. El mítico río de "El corazón de las tinieblas" de Conrad.





Partimos a las diez de la mañana del Puerto Fluvial Manel Antonio de Soyo, con el barquero Santos, por la desembocadura, el Delta del Congo en el Atlántico. La barca era muy precaria, con tres tablones como asiento para pasajeros.

El agua del río era marrón con los sedimentos, y con zonas de plásticos acumulados y suciedad por los residuos de las petroleras. Era de gran anchura y las orillas estaban llenas de manglares y vegetación.



Vimos pescadores con sus redes y alguna embarcación de vela blanca.

Pasamos varios controles militares de Guardia Costera, que nos pidieron el pasaporte, ya que la frontera con República Demócratica del Congo estaba muy próxima, y la marcaba el propio río.


Fuimos a la Ponta Pedrao, una isla con una cruz de piedra, rodeada de palmeras. Un monumento erigido por navegantes y exploradores portugueses. El primero en llegar fue el portugués Diego Cao en 1482, iniciando la conquista de Angola. La cruz tenía un simbolismo político, de ocupación colonial, y religioso.

Cerca, habia un proyecto de conservación de tortugas, con zonas de arena parceladas, donde anidaban. La playa era alargada, solitaria y salvaje. El Atlántico alli tenía oleaje y fuertes corrientes.




Luego nos metimos por canales más estrechos con manglares con las raíces aéreas a ambos lados, reflejándose en el agua. Era un trayecto precioso y plácido. 

Pasamos por pequeños poblados de pescadores, muy modestos. Cabañas de cañizo entre palmeras y otros árboles que se reflejaban en la superficie del río. Algunos pescadores estaban arreglando sus redes, había niños jugando y ropa colgada. La vida en las orillas del río Congo.