Los Caravanserai
eran los centros donde paraban las antiguas caravanas de mercaderes de las rutas
entre Europa y Asia. Eran amplios recintos con un patio central y múltiples
habitaciones alrededor. En el patio se alojaban los animales y las mercaderías
(telas, especias, piedras preciosas).
En Damasco vimos uno completamente restaurado, el Khan Asad Pacha, con arcos abovedados, que se mostraba como museo.
Se accedía a él por un gran portalón de madera, con una cerradura inmensa con
su llave correspondiente. El guardián lo abrió sólo para nosotros. Pero debían
ser más interesantes llenos de vida y bullicio; no costaba imaginarlos así. Creo
que me sugestioné y vi a los camellos con sus alforjas, bebiendo en el surtidor
del patio, rodeados de mercaderes que comentaban las incidencias del camino.
Estuvimos en otro caravanserai, transformado en patio
vecinal y almacén de telas, más deteriorado; pero sus arcos y bóvedas también
evocaban el esplendor pasado.
Los patios de las antiguas casas nobles
damascenas estaban restaurados y algunos reconvertidos en cafés y
restaurantes, en los que hacer un alto en el camino, disfrutar de la
gastronomía, tomar un té con menta o tal vez o tal vez fumar un perfumado
narguile. Esos eran algunos de los placeres de viajar por Siria.
© Copyright 2008 Nuria Millet Gallego