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lunes, 14 de agosto de 2017

LAMBARÉNÉ

 

La pequeña población de Lambaréné en Gabón, estaba en una isla en medio del río Ougué. La formaban tres partes diferenciadas: la isla central Ile Lambaréné, la orilla izquierda (Rive Gauche) y la orilla derecha (Rive Droite). Estaban unidas por dos grandes puentes y conectadas con piraguas que hacían el trayecto. Las orillas del río Ougué tenían una vegetación selvática. Eran auténticos muros de verdor, un denso entramado de árboles con los troncos envueltos en verde hojarasca. 

En la Rive Gauche estaba el Hospital Albert Schweitzer’s, dedicado a la investigación de la malaria y la tuberculosis. Fue fundado por el médico suizo en 1913, y trabajó en él hasta su fallecimiento en 1965. Era una figura querida y respetada en Gabón, y obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1952. El hospital era un gran recinto junto al río con numerosos pabellones de madera blanca entre jardines. Estaba diseñado como un pequeño pueblo, donde las familias de los enfermos se instalaban en aquella época, y convivían incluso meses. Algunos pagaban la estancia con trabajos de mantenimiento, cocina, ayuda a los pacientes, jardinería o cualquier tipo de colaboración, 



El pabellón del Museo mostraba fotos antiguas del doctor Schweitzer con sus enfermeras, pacientes y ayudantes en diferentes épocas. También durante la construcción y mejoras del hospital. Su habitación tenía un piano y estaba repleta de libros, microscopios, un escritorio en el que había una Biblia (él era protestante), varias fundas de gafas y objetos cotidianos. Se conservaba el antiguo hospital con la sala de examen con camilla, de radiología, de partos, nursery con cunas, el quirófano y la farmacia con sus botes de cristal.  


Era un lugar histórico y con encanto. Nos alojamos en las habitaciones del recinto, coquetas y económicas, por solo 20 euros. Eran de estilo colonial con cama con dosel y mosquitera, butacones con cojines, ventilador, suelos de madera oscura y paredes de tablones blancos, con porche. Un tranquilo rincón  en medio de la selva que transmitía paz.



Hicimos una excursión en piragua durante cinco horas. De vez en cuando asomaba el tejadillo de alguna cabaña y nos cruzábamos con alguna piragua de remo o de motor, cargada con sacos y mercancías. Fuimos a una misión protestante semi abandonada, donde todavía vivían treinta personas. Quedaban las casas de ladrillo ocre, de buena construcción y en buen estado. Conocimos a varias mujeres de la familia Pasteur. La zona estaba ajardinada y era un recinto muy agradable. Lo que daba pena era la escuela y el hospital, abandonados desde que murió el último misionero que se ocupaba de la misión. La escuela conservaba los pupitres y las pizarras con escritos de tiza. La Iglesia de la misión estaba en perfecto estado, pero el hospital estaba completamente vacío, y aunque la estructura estaba bien, algunos pájaros habían construido nidos en las habitaciones. 




Tras visitar la misión fuimos a una zona del río donde estaban los hipopótamos. Oímos sus resoplidos y vimos como expulsaban el agua como un surtidor. Asomaban los ojos y las orejas rosadas sobre la superficie del agua, y sacaban la cabeza en breves momentos. Navegamos por el Lago Onagwe, donde el río se abría y contemplamos una enorme superficie de agua. Nuestra barca era diminuta en aquella inmensidad. 





jueves, 2 de mayo de 2013

El SUEÑO DE LIVINGSTONIA

 



Siempre ha habido soñadores a lo largo de la historia. En el s. XIX unos misioneros soñaron con establecer una misión en un lugar de gran belleza, a orillas del Lago Malawi. Ese lugar fue el Cabo Maclear. Pero la malaria, que causó una alta mortalidad entre la población, les obligó a cambiar el sueño. Lo intentaron en Bandawe, y también fracasaron allí por el mismo motivo.

Quisimos conocer ese sueño, conseguido en 1894. Ascendimos la montaña por una pista de tierra roja en mal estado por las lluvias pasadas, y llegamos a la mítica Livingstonia. Lo primero que hicimos fue visitar la histórica Stone House, la casa de Robert Law, el encargado de construir la misión en 1884. Se lo encargó la Iglesia Libre de Escocia, después de los dos intentos fallidos en el Cabo Maclear y en Bandawe.  La casa se había convertido en un coqueto museo con fotos de la época de los misioneros y del explorador David Livingstone, que pasó por aquí.




La casa exhibía objetos de la época, como un maletín de médico con instrumentos (Law y Livingstone fueron médicos), un teléfono, diarios, cartas…y el escritorio de Robert Law, con una máquina de escribir antigua, parecida a nuestra vieja Remington.

Fue una sorpresa agradable saber que podíamos alojarnos en la casa-museo por unas pocas kwachas, la moneda local. La casa estaba un poco destartalada, pero conservaba el encanto antiguo y sus suelos de maderas crujían de historia. No todos los días se tiene la oportunidad de dormir en un lugar histórico.





Al día siguiente visitamos la Iglesia, construida en piedra roja, con vidrieras de colores que representaban a Livingstone. En la plaza del pueblo había una campana que conmemoraba la fundación del Sínodo de Livingstonia. Los edificios de alrededor de ladrillo rojo estaban en buen estado, había un taller y un café que vendía miel y artesanía. Otros edificios originales de la época de la misión se utilizaban como Universidad y como dormitorios de los estudiantes. Visitamos también el Hospital, fundado a principios del s.XIX, uno de los más bonitos que hemos visto, con jardines y pabellones. La maternidad era la zona más concurrida.
Livingstonia conservaba el encanto, ubicada en la cima de la montaña, con vistas del precioso Lago Malawi y con sus edificios antiguos dispersos entre árboles. Un lugar especial en África.

 

© Copyright 2013 Nuria Millet Gallego