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martes, 6 de octubre de 2009

LOS FLAMENCOS DE LAGUNA COLORADA


 
 
Bolivia es color. Los paisajes de la Ruta del Sudoeste del país impresionan, son el sueño de un pintor loco. Pueden verse lagunas de intensos colores por las algas y por los sedimentos y minerales de la zona. La región pertenece a la Reserva de Fauna Andina Eduardo Avaroa. Nos gustaron especialmente la Laguna Colorada, de un rojo tierra intenso, por las algas, y  la Laguna Verde, de aguas translúcidas.
Las lagunas están a 4400m. de altura, rodeadas por volcanes como el Ollagüe (5865m), todavía activo, cerca de la frontera chilena, o el volcán Licanbur (5960m).

 
 


En la Laguna Colorada y la Laguna Hedionda, llamada así porque huele a azufre, había miles de flamencos rosas, y no exagero. Nunca los habíamos tenido más cerca, a unos diez metros, ni siquiera en África.
Eran flamencos andinos, que se alimentan de microorganismos, con el cuello y las alas de color rosa más intenso, y el borde de las alas negro. El pico era amarillo y negro. Sus estilizadas patas parecían frágiles, y caminaban sobre las lagunas con elegancia, sumergiendo la cabeza de vez en cuando en busca de comida. Soplaba un fuerte viento y nos quedamos absortos y en silencio contemplándolos. Por todas partes se veían las manchas rosadas de flamencos sobre la superficie del agua. Fue un privilegio poder observarlos.
 
© Copyright 2009 Nuria Millet Gallego






miércoles, 14 de noviembre de 2007

TREKKING POR EL GLACIAR

 

El segundo día en el Perito Moreno decidimos hacer un trekking por el glaciar. Después de desembarcar caminamos por un bosque de lengas, altos árboles junto al Lago Argentino, y llegó el plato fuerte del día. Los guías nos pusieron los crampones en las botas, nos aconsejaron caminar con los pies separados y nos enseñaron trucos para las subidas y bajadas. Éramos un grupo pequeño de quince personas con dos guías. 



Tras las instrucciones empezamos el trekking por el Perito Moreno. Trepamos por las crestas de nieve, caminando entre dunas blancas, agujas y lagunas de un azul translúcido. Saltamos grietas profundas de un azul añil. Bebimos agua del glaciar. Los guías llevaban piolets e iban construyendo escalones en el hielo y facilitando el camino.


A veces daba la sensación de estar sumidos en un mar de crestas blancas. Subíamos, bajábamos y nos metíamos por estrechos desfiladeros de altas paredes. El hielo a veces se veía translúcido y otras con el azul intenso casi añil que tanto nos atraía. Disfrutamos un montón de la caminata.





Hacia el final del trayecto vimos sobre la nieve una caja blanca con la cruz roja, un botiquín colocado en un sitio estratégico. No fue necesario usarlo, nadie se cayó ni resbaló. Y para acabar tuvimos una sorpresa: el bar del Perito Moreno. Entre la nieve había un par de mesas y unas cajas de madera. Sacaron vasos, whisky y picaron hielo con el piolet. Así fue como acabamos el trekking por el Perito Moreno, tomando un whisky con hielo que nos calentó el cuerpo y alfajores de chocolate. Después de ver y navegar la cara norte y la cara sur del glaciar, la caminata fue el colofón de la visita. Una maravilla de la naturaleza.




sábado, 28 de octubre de 2006

EL PARQUE NACIONAL SUNDARBANS

Desde Calcuta contratamos una excursión de dos días para visitar el Parque Nacional Sunderbans, en el estado de Bengala. El paisaje durante el trayecto fue precioso, una sucesión de lagunas a ambos lados de la carretera, entre arrozales bordeados por palmeras y árboles. Entre tanta agua las casas estaban construidas sobre estrechas lenguas de tierra, y a veces tenían un puente de bambú para llegar hasta ellas. 

Sunderbans era el mayor parque de manglares del mundo, en el Delta del río Gangesabarcando dos países India y Bangladesh. Tenía 2400km2 en India y 3600km2 en Bangladesh. Era Patrimonio de la Humanidad. La palabra “sunderban” derivaba del árbol sundari, que podía alcanzar 25m de altura y cuya madera se empleaba en la construcción de barcos, casas, postes eléctricos y railes de tren por su resistencia al agua.



Cogimos un barco por el río Ganges de gran anchura, y nos adentramos por estrechos canales. Nos cruzamos con otras embarcaciones, repletas de pasajeros. El trayecto era muy relajante contemplando el bosque de manglares en ambas orillas. Todo aquel verdor se reflejaba en la quieta superficie del agua, el mejor espejo. Encontramos varios pescadores en el recorrido, lanzando sus redes. 

Se veía el barro blando con el entramado de las raíces aéreas de los manglares, que se extendían buscando el agua. Era zona pantanosa con marismas. Pequeños bichos correteaban por el fango: sanguijuelas, renacuajos y cangrejos diminutos. En el tronco y las ramas de los árboles se distinguía el nivel de crecida del río.



Visitamos un pequeño y tranquilo pueblo con casas de adobe. Habían construido senderos altos sobre las lagunas con ladrillos para evitar el barro. Vacas y cabras pastaban por allí. Pasamos por el colegio, con los escolares pulcramente uniformados, con camisas blancas y faldas o pantalones azules. Nos cruzamos con mujeres con sari, acarreando recipientes con agua, y gente en bicicleta. Vimos grupos de hombres sentados en el suelo, jugando a cartas. Era un pueblo bonito y tranquilo.









Vimos aves, monos. ciervos entre la maraña de troncos, una iguana de largo cuello saliendo del agua y algún cocodrilo descansando en la orilla fangosa. Al día siguiente recorrimos otro tramo del Delta. En el Centro de Interpretación había una maqueta del parque y los recorridos permitidos. Nos gustaba ver las raíces de los manglares como largos dedos hundiéndose en el barro. Los canales llegaban hasta el mar, a la Bahía de Bengala. 

Nos cruzamos con un barco-dispensario, con una cruz roja en la proa. Llevaba el nombre del escritor Dominique Lapierre y City of joy. Nos dijeron que lo patrocinaba él, para atender las necesidades sanitarias de las poblaciones del río.




Volvimos a coger el barco y fuimos hasta una de las torres de observación de tigres. En 2004 se calculaba que había unos 274 ejemplares de tigres, pero decían que verlos era la excepción, no la regla. Ni rastro de los tigres, pero disfrutamos de la verde extensión de las copas de los árboles y de la belleza del paisaje de los Sundarbans.