Seguimos nuestro
recorrido por las calles de Jiva visitando el Palacio Tosh-hovli, que significaba “Casa
de Piedra”. Tenía muros exteriores con almenas. Lo contruyó el Khan Allakulli
entre 1832 y 1841. Tenía más de 150 habitaciones y nueve patios. El Khan ordenó
ejecutar al arquitecto cuando no consiguió finalizar la obra en dos años. Se
visitaban algunas de las habitaciones con una decoración suntuosa. En la más
completa había una cama con dosel, rodeada por un trono, un gran samovar, un atril con un libro y otros objetos ornamentales.
Entramos en una casa
museo que había sido una escuela tenía fotos antiguas de los alumnos y la vida
en la ciudad. Me fascinaron aquellas fotos en blanco y negro, aquellos rostros,
las indumentarias y los detalles. Los hombres usaban los grandes gorros redondos
de lana de oveja para los crudos inviernos nevados. También visitamos museos como el de
instrumentos musicales o de artesanía e historia con más fotos de la ciudad
antigua.
El Palacio Isfandiyar fue construido entre 1906 y 1912, y era el palacio
de Verano del Emir. El interior era el más lujoso que habíamos visto hasta el
momento, pese a la ausencia de muebles en la parte visitable. Las estancias
eran inmensas, palaciegas de estilo ruso, tipo Museo del Hermitage. Paredes
serigrafiadas con dibujos en relieve, techos trabajados con artesonados en
madera y murales, grandes lámparas de candelabro, una de ellas pesaba 50kg. Había
una sala con varios espejos de 4m. de altura. Pero lo que más destacaba del
Palacio Isfandiyar eran las grandes chimeneas de cerámica holandesa colorida en
cada sala. Eran preciosas. Lujo oriental en la Ruta de la Seda.
Y para acabar el día
cenamos en una antigua madrasa el plato nacional uzbeko, plov, un aromático arroz con zanahoria, carne y pasas, berenjenas con tomate y yogurt de postre. Al
salir, en el patio alfombrado de una casa cercana al palacio encontramos un
niño vestido con terciopelo como un
pequeño príncipe, un digno heredero de los khanes del pasado.
© Copyright 2016 Nuria Millet
Gallego