jueves, 12 de diciembre de 1996

EL LAGO INLE







En el viaje por Myanmar, la antigua Birmania, alquilamos una pequeña canoa para recorrer el Lago Inle. Salimos temprano y el lago estaba envuelto en una fina neblina que difuminaba las figuras de los pescadores que se veían a lo lejos, como dibujos chinos. Más tarde el sol iluminó el paisaje.

El Lago Inle estaba a a 1328m. sobre el nivel del mar, y tenía 22km. de largo y 11km. de ancho, Estaba repleto de plantas acuáticas flotantes sobre la superficie del agua formando islotes verdes. Los agricultores juntaban esos trozos de tierra formando estrechas franjas, y cultivaban huertos de hortalizas o flores. También transportaban tierra en las canoas para trasladarla cerca de sus casas y crear más huertos, ganando terreno al agua.





Leímos que había unos cien monasterios alrededor del lago y unas mil stupas budistas. Visitamos uno de los monasterios, ubicado en una isla centro del lago, y también fuimos con la canoa a un mercado flotante. Pasamos junto a los pescadores y vimos como remaban con el pie, sujetando el remo con el dedo gordo, con mucha habilidad. Introducían las redes en forma de armazón cónico al fondo, removían con el palo, y luego subían la cesta con el pie, cogiéndola con la mano cuando asomaba. Algunos pescadores transportaban las redes vertical u horizontalmente. Era un espectáculo único.

 




lunes, 9 de diciembre de 1996

LAS CASAS COMUNALES BIRMANAS

 




En los alrededores de Kalaw visitamos varias aldeas caminando por los senderos de tierra rojiza. El paisaje era precioso: valles cultivados entre montañas y colinas. Había laderas llenas de girasoles, algunos de casi dos metros de altura. Otros cultivos eran de semillas de sésamo, terrazas de arroz, plantaciones de té verde. Los campos formaban mosaicos de gran colorido.

Encontramos gente que iba o volvía del mercado. Las mujeres llevaban cestas a la espalda, ciñendo las asas a la frente, con la compra del día. Las saludábamos y una de ellas nos enseñó su compra: algo de pescado, vegetales, tomates y palomitas de maíz caramelizadas para los niños. Las mujeres casadas llevaban unos aros en la cintura como indicadores de su rango, y vestían longhis de colores hechos a mano, con chaquetillas de tela adornadas con lentejuelas. Muchas llevaban enrollada en la cabeza una toalla china de colores, a modo de turbante. Un niño llevaba un sombrero especial hecho con hojas.




En una de la aldeas ellas vimos lo que llamaban “long-house”, la casa comunal de varias familias. Era un largo palafito, levantado sobre pilotes, la parte inferior se utilizaba como almacén o para el ganado. Vimos cerdos negros como jabalíes y gallinas. Cuando fuimos estaba medio en penumbra porque las ventanas estaban cerradas, pero se filtraba algún rayo de sol que iluminaba el humo del interior. Se podía saber el número de familias por los fuegos que ardían






Vimos una anciana sentada en cuclillas frente a su fuego, fumando el tampat, el cigarro tradicional birmano. Del techo colgaban unas mazorcas de maíz, y había sacos de arroz y cereal alrededor. Más allá había otra familia comiendo, y mecían a un niño en su cuna-hamaca. Una mujer esta tumbada porque tenía una herida en la rodilla y no había podido ir al mercado.

Los niños correteaban por allí y se acercaban a nosotros con curiosidad. Nos presentaron al anciano de más edad de la comunidad. Tenía 85 años y once hijos, según nos contó. Nos invitó a un té, y nos miraba sonriendo con sus encías desdentadas.



jueves, 5 de diciembre de 1996

EL MONASTERIO DEL LAGO Y LA ESCUELA


















En el centro del lago Inle había una isla donde estaba el Monasterio Nga Pha Kyaung, construido en madera sobre pilotes, tipo palafito. En su sala principal había una colección de imágenes de Buda de estilo san, tibetano y bagan. Hablamos con el abad, que nos pareció muy joven para su cargo; nos explicó que había pasado un examen para serlo. Estaba pintando una mandala en una pizarra en el suelo. Tenía todos los botes de pintura por el suelo, y se inclinaba a dibujar mientras le observaba uno de los monjes. Nos mostró la biblioteca, con alguno de los libros sagrados del monasterio. Las tapas de los libros eran de madera de teca, con los bonitos caracteres birmanos redondeados. 

Había varios gatos por allí y los monjes les habían enseñado a saltar por el aro. Ya se conocía como el monasterio de los gatos saltadores. Nos hicieron una demostración en un rincón, donde se colaban los rayos del sol.

En el monasterio vivían sólo cinco monjes, en la época que fuimos. Nos invitaron a tomar té y nos enseñaron sus habitaciones, con vistas al lago. Tenían cortinillas naranjas en las ventanas y almanaques con paisajes de otros países en las paredes. Como mobiliario, camas con dosel y mosquiteras, y un armario donde guardaban los libros. Una pasarela de madera sobre pilotes en el lago comunicaba con otras habitaciones. Allí tenían unas hamacas donde nos tendimos a tomar el sol, charlar con los monjes y disfrutar de la paz del monasterio del lago.



En otro monasterio encontramos una escuelita de monjes. Los pequeños monjes vestían sus túnicas granates y azafrán, con el brazo al descubierto. Los estudiantes escribían aplicadamente en sus pizarras negras, en sentido vertical. Un maestro tenía a su alumno abrazado por detrás, mientras le enseñaba la escritura. Alteramos un poco el orden de su clase. Una escena inolvidable.







domingo, 1 de diciembre de 1996

LA BLANCA MANDALAY


 

Mandalay fue la última capital de Myanmar antes de la llegada de los ingleses, a orillas del río Irrawaddy. Sus templos budistas eran los más importantes del país, y la mayoría de los monjes budistas birmanos residían allí. El conjunto de pagodas blancas formaba un laberinto o mandala visto desde el aire. Los contemplamos desde la colina, rodeados de verde vegetación.

El Palacio de Mandalay fue construido en 1857 por la última monarquía de Birmania. Incluía una Fortaleza amurallada, rodeada por un lago artificial con una pagoda central. Sus muros rojos tenían 8m. de altura por 3m. de ancho.

 





Visitamos las Pagodas Kyauktawgyi y Sundamani. Ambas nos impresionaron. Estaban encaladas en un blanco resplandeciente que contrastaba con el azul del cielo. En el interior de la primera vimos un gran Buda de mármol, construido de un solo bloque, transportado por unos diez mil hombres por el río durante trece días. La parte final de la stupa central estaba coronada por un casco de oro. Alrededor hay 80 figuras de los discípulos de Buda.

En la Pagoda Sandamani había cientos de stupas blancas en cuyo interior se veían grandes bloques de mármol, que eran lápidas con inscripciones. Leímos que una persona tardaría 450 días en leerlas todas, empleando ocho horas de lectura diarias.

Como las pagodas eran sagradas nos descalzábamos antes de entrar, y pisábamos las frescas losas. Las visitamos casi solos; de vez en cuando encontramos algún niño correteando y algún monje con su túnica granate. Subimos a la colina para contemplar las vistas de la ciudad y el laberinto de las blancas agujas de las pagodas.