Mandalay fue la última capital de
Myanmar antes de la llegada de los ingleses, a orillas del río Irrawaddy. Sus templos
budistas eran los más importantes del país, y la mayoría de los monjes
budistas birmanos residían allí. El conjunto de pagodas blancas formaba un
laberinto o mandala visto desde el aire. Los contemplamos desde la colina,
rodeados de verde vegetación.
El Palacio de Mandalay fue construido en 1857 por la última monarquía de Birmania. Incluía una Fortaleza amurallada, rodeada por un lago artificial con una pagoda central. Sus muros rojos tenían 8m. de altura por 3m. de ancho.
Visitamos las Pagodas
Kyauktawgyi y Sundamani. Ambas nos impresionaron. Estaban encaladas en un
blanco resplandeciente que contrastaba con el azul del cielo. En el interior de
la primera vimos un gran Buda de mármol, construido de un solo bloque,
transportado por unos diez mil hombres por el río durante trece días. La parte
final de la stupa central estaba coronada por un casco de oro. Alrededor hay 80
figuras de los discípulos de Buda.
En la Pagoda Sandamani había cientos de stupas blancas en cuyo interior se veían grandes bloques de mármol, que eran lápidas con inscripciones. Leímos que una persona tardaría 450 días en leerlas todas, empleando ocho horas de lectura diarias.
Como las pagodas eran sagradas nos descalzábamos antes de entrar, y pisábamos las frescas losas. Las visitamos casi solos; de vez en cuando encontramos algún niño correteando y algún monje con su túnica granate. Subimos a la colina para contemplar las vistas de la ciudad y el laberinto de las blancas agujas de las pagodas.