En
Arusha contratamos una excursión de una semana para visitar los Parques
Nacionales del Lago Manyara, Ngongoro, Serengeti, y Tarangire.
Empezamos por el P.N. Lago Manyara. El parque era bastante verde, con acacias planas y otros árboles Encontramos todo tipo de animales y a una distancia muy corta. Tuvimos un león sentado a un metro de la puerta del todoterreno. Vimos jirafas, la de la especie swahili y la reticulada, estirando sus cuellos para comer de las ramas altas. Había antílopes corriendo y caminado en hilera, gacelas y preciosas cebras, elefantes y flamencos blancos y rosas en el lago, formando una mancha que se perdía en la distancia.
El
cráter del Ngorongoro nos sorprendió por su extensión, unos 20km de
diámetro y paredes de 600m de altura, era enorme. Era el mayor cráter volcánico
extinguido del mundo. Estaba muy seco, predominaba el color amarillo pajizo de
la hierba seca de la sabana y había pocos árboles. Pero estaba poblado por todas las
especies de animales y botánicas.
Vimos todo tipo de animales agrupados en manadas. Las cebras pastaban junto a los búfalos, que nos miraban pacíficos. Los búfalos estaban coronados por una cornamenta como un bonete.
El
P.N. Serengeti limitaba con el Parque Masai Mara en Kenya. Por el camino
pasamos por la Garganta de Olduvai, donde el matrimonio Leakkey
descubrió en 1959 fragmentos fósiles del cráneo de un antepasado del Homo Sapiens,
que denominaron Homo Habilis, y cuya antigüedad era de 18 millones de años.
Visitamos el museo.
Nos alojamos en un campamento y cada día hicimos varias salidas de lo que llaman game drive, con el techo del Land Rover levantado. Salíamos temprano y recorríamos la sabana africana, llena de vida salvaje y que no dejaba de sorprendernos.
Vimos leones muy cerca del vehículo. Fuimos testigos del desayuno de uno de ellos, se oía perfectamente como crujían los huesos triturados por su potente dentadura. Encontramos cuatro leonas tumbadas bajo un árbol con sus cachorros. Contamos diez cachorrillos, que jugueteaban y se amontonaban entre los cuerpos de sus madres. Uno mamaba con fruición, agarrándose con sus pequeñas patas.
Los
leones eran los más estáticos, de día reposaban y dormitaban entre las hierbas
altas o bajo la sombra de un árbol, mientras el viento peinaba sus melenas.
Solían cazar de noche. Podíamos estar a un par de metros de ellos, contemplándolos,
y ni se inmutaban.
También
fuimos testigos del parto de una cebra. Estaba tumbada de lado, a
la sombra de un árbol, y estiró las patas. A los pocos minutos se levantó y expulsó
la placenta sanguinolenta y luego la cría.
Para
comer hicimos picnic y había que ahuyentar a los monos para que no nos
robaran la comida. Eran unos monos bastante atrevidos, con los testículos de
color azul cielo. Pero no solo había que vigilar a los monos…Cuando iba a
morder mi bocadillo sentí un golpe fuerte en la cabeza y vi como un pájaro
negro y grande se llevaba un trozo de mi bocadillo.
Por
la noche, mientras estábamos reunidos al calor de la hoguera, oíamos ruidos de
animales. Enfocábamos con linternas los arbustos cercanos y veíamos ojos
brillar en la oscuridad, observándonos. Eran hienas, su risa era
inconfundible. Vimos algunas correteando.
En
el P.N. Tarangire había una gran población de elefantes, aunque
también convivían con otras especies de animales. Los elefantes eran bastante
destructivos porque arrancaban las ramas y corteza de los árboles. Los vimos
pasar en hilera con sus pequeños, yendo a beber al río, sacudiendo la tierra
con la trompa y rascándose la piel al frotarse con los troncos de los árboles.
Fueron unos días fantásticos observando la vida salvaje en plena naturaleza.
Viaje y fotos de 1993
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