Desde Johannesburgo cogimos un pequeño avión con motores de turbohélice a Maun en Bostwana, un trayecto de dos horas. Un cartel con dos leones en la hierba dorada nos dio la bienvenida. Maun era la base para visitar el Delta del Okavango, declarado Patrimonio de la Humanidad..
Como curiosidad, no era un delta fluvial real porque el río Okavango no desembocaba en el mar, sino que se dispersaba hasta llegar al desierto de Kalahari. Nos alojamos en el campamento Old Bridge Backpackers, a orillas del río y junto a un viejo puente. Era un lugar tranquilo y relajante.
Al día siguiente
hicimos una excursión por el Delta del Okavango en mokoro, Primero nos
recogió una furgoneta hasta el embarcadero, donde cogimos una lancha de motor
hasta la “Mokoro Station”, a unos 45 minutos. Los barqueros estaban agrupados
bajo la sombra de una gran árbol y junto a un termitero gigante. También había
mujeres barqueras.
Allí montamos en
una mokoro, la canoa tradicional que manejaban con pértiga. Se construía
vaciando el interior de un tronco, con madera de ébano. Navegamos por el
delta entre juncos verdes y nenúfares flotando en el agua. En las orillas
se veían árboles, alguna palmera y vacas aisladas pastando. Navegamos por estrechos
canales entre juncos acuáticos, abriéndonos paso entre los tallos que nos
rozaban los brazos. El agua estaba repleta de plantas acuáticas que alzaban sus
tallos hasta la superficie buscando oxígeno. Había muchas flores de loto blancas y amarillas o lilas. Las abejas libaban en el interior de las flores. Nos
deslizábamos suavemente y en silencio, impulsados por la pértiga.
Navegamos una hora
y media hasta llegar a una isla en el delta, donde desembarcamos. Allí
emprendimos una caminata de un par de horas, con el barquero como guía. El
interior de la isla tenía la hierba alta y amarilla. Vimos alguna laguna desecada,
que llamaban pan, con el terreno arenoso de un blanco deslumbrante. Lo tocamos
y era un polvo como harina fina. Vimos un cráneo de hipopótamo y una mandíbula
de jirafa de huesos blanqueados por el sol.
Durante el paseo
avistamos grupos de ñus y cebras juntos, algún impala y cocodrilos.
También vimos y oímos hipopótamos bañándose y emergiendo con resoplidos.
Pero estaban lejos y solo asomaban la cabeza con los ojos y las orejas rosadas.
Comimos un picnic a la sombra de los árboles, que se agradecía con el calor del
día.
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