Recorriendo el Parque
Nacional de Chobe en Bostwana, nos metimos por un sendero boscoso. No
parecía haber animales, y de repente a un lado de la pista, sobre la rama baja
de un árbol encontramos a un leopardo. Paramos en seco y retrocedimos un poco.
El leopardo bajo del árbol, pero no debimos parecerle una amenaza por se sentó
en el suelo. Era un precioso leopardo moteado, con los ojos claros
verdosos. Y nos miraba desafiante.
La zona de la ribera
del rio Chobe era verde, dorada y húmeda. Cerca del río había múltiples
lagunas donde iban los animales a beber. Vimos grupos numerosos de impalas
y elefantes jirafas, cebras, fagoceros, chacales, hipopótamos, cocodrilos,
gallinas de guinea, búfalos, kudus y leones.
Las jirafas se movían elegantemente con su parsimonia. Leímos que tenían un corazón de 9kg para poder bombear sangre hasta su cerebro. De ahí sus movimiento como en cámara lenta. Podían medir 6m de altura.
Vimos a los elefantes
comiendo hojas de las ramas y hierba que cogían del suelo. Primero arrancaban
las raíces de la tierra golpeando con sus patas. Bebían curvando la trompa y a
veces se echaban tierra por encima para refrescarse. El polvo y el barro les
protegían la piel del sol y de los insectos y parásitos. Movían las orejas,
que tenían un sistema de irrigación propio dado su gran perímetro, para
refrescarse. Varias hembras estaban embarazadas. La gestación duraba 22
meses.
Encontramos un
grupo de cuatro hembras con varios leones jóvenes y sus cachorros. Iban
caminando en hilera hacia el agua. Los seguimos desde muy cerca con el jeep,
viendo su piel dorada al sol. Nos ofrecieron el trasero como despedida y ni se
inmutaron por nuestra presencia. El atardecer lo tiño todo de una luz dorada y
en las extensiones de hierba verde y amarilla, entre lagunas, se esparcían
auténticas manadas de animales. Cientos de antílopes con jirafas, cebras y
elefantes eran los más abundantes.
Vimos babuinos
que se sentaban ante los excrementos secos de los elefantes y deshacían las
bolas para conseguir la semilla que defecaban entera. Encontramos grupos de
babuinos caminando a cuatro patas y cargando sus crías bajo el vientre o sobre
el lomo. Unos jugaban saltando por las ramas de los árboles y otros se sacaban
parásitos del pelaje.
Los bisontes lucían su montera característica con los cuernos. Eran un grupo numeroso, sentados a la sombra de un árbol y rumiando la hierba que comían.
Por las noches, en el silencio del campamento, oímos los rugidos de un león y la estampida de una manada de cebras, que pasó por detrás de la tienda. Nos despedimos del Parque Nacional de Chobe con un montón de imágenes en la cabeza, emocionados y admirados de su belleza y abundancia de animales.
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