El desierto de Wadi Rum era una maravilla natural, declarado Patrimonio de la Humanidad. Llegamos al Visitor's Center, junto al pequeño pueblo de Rum, y pagamos 7 dinares de entrada. Un beduino llamado Abdul nos explicó las opciones de excursión y elegimos la más completa, pasando una noche en el desierto. Fuimos en un Toyota pick-up, y nos montamos en la parte trasera con toldo.
El paisaje era espectacular. Nos rodeaban grandes montañas rocosas. Primero vimos el Lawrence's Spring, un manantial de agua ubicado en una empinada ladera. Había abrevaderos donde bebia un rebaño de cabras.
Seguimos por las Dunas Rojas, una zona de dunas de unos 20m de altura y de color rojo anaranjado intenso. Subimos por la duna para contemplar las vistas del desierto y las montañas rocosas de alrededor. En la arena se veían pequeñas huellas de animales: lagartijas, escarabajos y algún zorro.
Luego fuimos al Jebel Khazali, un estrecho cañón con sus paredes llenas de petroglifos, grabados tamúdicos (los habitantes de la zona anteriores a los nabateos). Había figuras humanas con las extremidades anormalmente largas, animales , huellas de pies, inscripciones...
Paramos en la Lawrence'House, las ruinas de la supuesta casa del famoso coronel. Poco quedaba, pero las vistas eran magníficas.
Otra parada fue uno de los tres puentes de roca de Wadi Rum, el Umm Fruth Rock Bridge. Un arco natural formado en la roca por la erosión. Subimos hasta arriba para contemplar las vistas.
El Puente Burdah era espectacular, nos pareció el más bonito de los tres. Una gran obertura formada por el arco. La subida fue más difícil que la del primer puente, porque era una roca redondeada y había que subir a gatas, agarrándose a las oquedades de la roca. Lo conseguimos, las vistas lo merecían. Bajamos sentados para no resbalar con la arena.
Seguimos la ruta contemplando la belleza de los paisajes, con formaciones rocosas, con las paredes erosionadas por los regueros de agua, formando canales y oquedades.
Encontramos grupos de corredores y algunos aislados. Era una maratón del desierto internacional, con 425 participantes. Duraba cuatro días. Abdul nos dijo que el primero hacían 45 km el segundo 65km el tercero descansaban y el cuarto día hacían 35km. Agotador, por el recorrido y el calor. Los saludamos y animamos.
Comimos a los pies de un peñasco rocoso, a la entrada de un cañón. Abdul colocó una manta en la arena, hizo fuego para el té y preparó un picnic con pan árabe, atún, tomate, pepino, quesitos y un dulce.
Continuamos viendo las llamadas Rocas mushrooms, unas formaciones parecidas a champiñones gigantescos, bastante llamativas.
Paramos en el Cañón Burrah. Abdul nos dejó en una de las entradas y caminamos una media hora entre las altas paredes rocosas. El suelo era un lecho arenoso, y en un tramo descendía con rocas acumuladas.
Como final subimos a una colina a contemplar la puesta de sol. El disco naranja se ocultó tras las montañas. Nos alojamos en jaimas de campamento beduino, junto a las montañas rocosas. Nuestra jaima tenia cama grande y era muy espaciosa.
La cena fue en un
gran comedor adosado a la pared de roca. Las oquedades servían de decoración.
Había alfombras, kilims y cojines alrededor de una bonita chimenea. Éramos diez
huéspedes: dos australianos, un japonés, dos chinas, una holandesa, tres
estadounidenses y nosotros.
Los beduinos cocinaron la cena en un horno excavado en la arena varias horas. Cenamos estupendamente el pollo con calabacines, zanahoria y patatas. Luego contemplamos el cielo estrellado y entablamos tertulia alrededor del fuego de la chimenea.
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