En el viaje por Vietnam navegamos por el Delta del Mekong varios días, desde tres poblaciones: Mytho, Vinh Long y Cantho. El mítico río Mekong era el “río de los Nueve Dragones”, recorría la evocadora Península de Indochina y desembocaba en el mar de China Meridional, formando una red de canales.
En Mytho
cogimos la primera barca. Los canales estrechos del río eran preciosos, bordeados
de vegetación. A veces las palmeras de cada orilla formaban un arco que se
cerraba sobre nuestra barca. En el río había varias islas grandes, la zona se
conocía por el nombre Be Tre. En una de las islas vimos como elaboraban
caramelos de coco; en otra tenían colmenas de abejas y nos ofrecieron
probar té con limón y miel.
En Vinh Long navegamos tres horas en otra barca azul a través de los canales y tuvimos oportunidad de ver pasar muy cerca otras barcas con mujeres vietnamitas con sus sombreros cónicos tradicionales, niños que reían y nos saludaban, pescadores desenredando sus redes o descansando en hamacas colgantes. Vimos barcas con la ropa lavada extendida, gente en las orillas enjabonándose, charlando, jugando a las cartas y mirándonos con curiosidad al pasar.
En el mercado
flotante vendían madera cortada, patatas, calabazas, piñas, frutas,
hortalizas y cocos. Lo que tenía de especial aquel mercado era que en la orilla
se erigía una blanca Catedral Católica, junto a los palafitos y las barcas.
En Cantho alquilamos la barca por cinco horas. Primero vimos su mercado flotante, muy colorido y animado. Había barcas pequeñas cargadas con mercancías: piñas, tomates, cocos, coliflores y otros vegetales, cestos, papayas, plátanos...El día estaba nublado, pero las ropas de las mujeres le añadían una nota de color. Solían llevar pantalón, camisa holgada a juego, con aberturas laterales, y a veces una chaquetilla por encima. Todas eran delgadas, ágiles en sus movimientos con las barcas y manejando el remo o el motor.
En una de las barcas
vendían grandes cestos que luego vimos en tierra, transportados por bicicletas,
amontonados y en precario equilibrio. Otras barcas vendían
bebidas y comida guisada. Anclamos la nuestra para que el barquero comiera,
mientras observábamos el trasiego de vendedores y compradores en el río.
Los mercados flotantes eran todos muy coloridos y fotogénicos, pero también lo eran los mercados interiores de las poblaciones de Mytho, Vinh Long y Cantho. Los recordaremos, igual que las sonrisas de los niños y de todos los vietnamitas que encontramos.