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martes, 2 de febrero de 1993

LA BAHÍA DE HA LONG

 

La primera visión de la Bahía de Ha Long fue impactante, con cientos de peñascos rocosos de piedra caliza emergiendo de las aguas turquesas del Golfo de Tonkin. La Bahía estaba situada al norte de Vietnam, cerca de la frontera China. La guía de la Lonely planet decía que eran “unas tres mil islas cubiertas por la vegetación y rodeadas por las aguas esmeraldas del Golfo de Tonkin”. 

El nombre de Halong significaba “donde el dragón descendió del cielo”. Fuimos en autobús desde Hanoi a Hai Phong, a 170 km, y tardamos 5 horas en llegar. Hai Phong era la población base para recorrer la Bahía. Embarcamos y al poco de navegar ya vimos un junco chino tradicional, con las velas extendidas. Eran juncos pesqueros, leímos que dada vez había menos, pero en 1993 todavía podía verse su silueta recortada contra el fondo de los peñascos. Se extendía a lo largo de una costa de 120 km. Formaciones rocosas kársticas e islas de varios tamaños y formas. Es Patrimonio de la Humanidad y una de las maravillas naturales del mundo.

Pasamos bajo una gruta que formaba un peñasco, y aparecimos en el interior de una cala circular, que quedaba cerrada. La única entrada era la gruta, que al subir la marea quedaba cubierta. Desembarcamos en la gruta y las gruesas formaciones de estalactitas petrificadas casi nos tocaban la cabeza al pasar. 



Al día siguiente volvimos a embarcar temprano en un trayecto de cinco horas. Una luz grisácea envolvía los peñascos en brumas, como un dibujo oriental en tinta china. Fuimos a otra gruta con formaciones monstruosas de estalactitas. Anclamos el barco y comimos allí mismo, con las vistas panorámicas de la bahía. El menú fue rollos de primavera, huevo duro, pescado frito, arroz y bananas, acompañados por el omnipresente té vietnamita.

Encontramos pescadores remando con sus pequeñas barcas, y los llamados “boat-people”, gentes y familias enteras que vivían en el reducido espacio de sus pequeños botes, como los que vi en la ciudad de Hué.


En los atardeceres la bahía y sus peñascos rocosos se teñían de tonos dorados y anaranjados, como al amanecer, parecía una acuarela china. Recordaba la bahía de la película Indochina. Hubiera hecho todo el viaje solo por llegar hasta allí; Vietnam tenía muchos otros lugares preciosos y de interés histórico para ver, pero fue el mejor punto final para mi viaje. 

En la década de los 80 empecé a viajar de forma independiente, y Vietnam fue mi primer viaje en solitario, de forma independiente, sin pareja ni amigos. Trabajé como enfermera, podía viajar más tiempo del convencional y fuera de temporada, y quise experimentarlo. Fue casi un viaje iniciático. Fue fantástico. Todavía no sabía que, menos de una década después, volvería a viajar por el país.




Viaje y fotos realizadas en 1993

viernes, 29 de enero de 1993

LA CIUDAD IMPERIAL DE HUE

 

La Ciudad Púrpura Prohibida de Hué, era una ciudadela amurallada donde vivían el emperador de Annam (el actual Vietnam) y su familia. Los únicos sirvientes eran eunucos, que no tenían tentaciones de molestar a las concubinas reales. El acceso estaba prohibido al resto de la población; el que osara atravesarla era asesinado. Imitaba la Ciudad Prohibida de Pekín, aunque más pequeña, con unos 10km de perímetro. 

Llegué en bicicleta y paseé en solitario por el recinto imperial. Solo me crucé con alguna familia vietnamita con niños y abuela. Tras el pórtico de entrada  había varios pabellones restaurados y otras edificaciones con tejadillos orientales y patios. Destacaban la Biblioteca Real, el Palacio de la Armonía y la Suprema Paz, decorados con figuras de dragones de piedra, el Hall de los Mandarines y otros pabellones entre estanques con flores de loto y jardines con plantas.


Leí que la ciudadela fue destruida durante la Ofensiva del Tet, bombardeados por el ejército estadounidense, y que la zona había sido absorbida por la vegetación. La vegetación estaba por todas partes, cubriendo las piedras de verde.


Otro día fui con la bicicleta a ver las Tumbas Reales, a 16km de Hué. Atravesé un bosquecillo y llegué a un recinto amurallado, con grandes puertas de piedra de entrada. Paseé por arboledas y jardines de estilo chino. Había pagodas, donde se guardaban en urnas las cosas que solía usar el emperador: sus cigarrillos, su té, su pipa y otros utensilios. Todo estaba lleno de varitas de incienso encendidas, y olía a madera vieja. 

En las losas de mármol con caracteres chinos estaban grabadas las alabanzas y las virtudes de los emperadores, y también sus testamentos, normalmente redactados por sus sucesores.




La ciudad de Hué se extendía en las dos orillas de un río de nombre poético, el río Perfume. Conservaba edificios coloniales antiguos, torrecitas de color crema y ocre rodeadas de jardines. Estaban reconvertidas en galerías, museos o escuelas. En una de ellas estaba el Museo de Ho Chi Min, que visité.  

En las orillas del río Perfume había muchas barcazas en las que vivía gente. Eran los llamados “boat-people”, familias enteras que vivían en el reducido espacio de sus pequeños botes. Allí cocinaban, lavaban la ropa, dormían, pescaban y realizaban todas sus actividades. Se protegían de la lluvia con unas esteras en bóveda. 



En aquella época (año 1993) muchos refugiados políticos habían huido mediante los botes a Thailandia, Indonesia, Filipinas o Hong Kong, donde eran considerados emigrantes económicos. Se veían llenos de niños que nos miraban y saludaban, correteando entre los cacharros de cocina y los pocos trastos que acarreaba la barcaza. Seguramente aquellos niños debían nadar como pececillos, y en verano vivirían más dentro del agua que en las barcas. Unas duras condiciones de vida.




Viaje y fotos realizados en 1993