El tranquilo pueblo de Jana Soh conservaba casas de madera de dos pisos, con tejados de pizarra. Alrededor de las casas había pajares y campos cultivados. Por las ventanas se asomaban mujeres y niños.
En la plaza del pueblo encontramos una celebración con danzas. Un grupo de 12 bailarines con un señor que hacía de animador y un poco de teatrillo, provocando las risas de los espectadores especialmente los niños.
Todos iban ataviados con coloridos trajes, y las mujeres se adornaban con pañuelos rojos en la cabeza y joyas de plata. Los hombres llevaban gorros de lana con cenefas bordadas Unas vestimentas festivas, de pueblos de montaña.
Algunas bailarinas eran señoras muy mayores y arrugaditas, que se movían con suavidad. Entre los espectadores también había gente anciana, disfrutando del espectáculo.
Al acabar la función nos hicimos fotos con todos y ellos nos hicieron fotos a nosotros, los únicos espectadores occidentales. Fue un regalo encontrar aquella celebración.
Luego seguimos paseando por la aldea y encontramos a dos mujeres acarreando a la espalda pesados sacos con leña y forraje. Un duro trabajo.
Nos despedimos de aquella encantadora aldea y fuimos a ver las cercadas Cascadas de Jana. Llevaban poco caudal de agua, pero el entorno verde y boscoso era bonito. Lo curioso es que habían instalado al pie de la cascada unas mesas donde comía una familia, con los pies en el agua. Una comida refrescante.