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lunes, 26 de mayo de 2025

LA FIESTA EN LA ALDEA


El tranquilo pueblo de Jana Soh conservaba casas de madera de dos pisos, con tejados de pizarra. Alrededor de las casas había pajares y campos cultivados. Por las ventanas se asomaban mujeres y niños. 

En la plaza del pueblo encontramos una celebración con danzas. Un grupo de 12 bailarines con un señor que hacía de animador y un poco de teatrillo, provocando las risas de los espectadores  especialmente los niños.




Todos iban ataviados con coloridos trajes, y las mujeres se adornaban con pañuelos rojos en la cabeza y joyas de plata. Los hombres llevaban gorros de lana con cenefas bordadas Unas vestimentas festivas, de pueblos de montaña.

         


             

Algunas bailarinas eran señoras muy mayores y arrugaditas, que se movían con suavidad. Entre los espectadores también había gente anciana, disfrutando del espectáculo. 


         

Al acabar la función nos hicimos fotos con todos y ellos nos hicieron fotos a nosotros, los únicos espectadores occidentales. Fue un regalo encontrar aquella celebración.



Luego seguimos paseando por la aldea y encontramos a dos mujeres acarreando a la espalda pesados sacos con leña y forraje. Un duro trabajo.




           

Nos despedimos de aquella encantadora aldea y fuimos a ver las cercadas Cascadas de Jana. Llevaban poco caudal de agua, pero el entorno verde y boscoso era bonito. Lo curioso es que habían instalado al pie de la cascada unas mesas donde comía una familia, con los pies en el agua. Una comida refrescante.

NAGGAR



Desde Manali fuimos al pequeño pueblo de Naggar, a sólo 20km. Estaba rodeado de bosques de cedros. Allí visitamos el Templo Tripura Sundan, con tejados superpuestos en tres niveles, con forma de pagoda. Estaba dedicados a la diosa Madre Tierra local.



En el interior del templo varias deidades estaban recubiertas de telas coloridas y flores. Las paredes de madera tallada intrincadamente. 





El pueblo de Naggar fue sede del reino de Kullu durante varios siglos. Por ello construyeron allí el Castillo de Naggar, que visitamos.  Construido en piedra y madera en el s. XVI, con una técnica anti-terremotos, que le otorgaba mayor solidez. Alternaron enormes vigas hechas con troncos de una pieza y las hileras de piedra, sin argamasa. Paseamos con los turistas indios por el patio interior. con dos niveles de galerías, muy bonito. Desde la terraza superior había vistas del valle.




En el interior del castillo había un pequeño templo, el Jagti Patt,  con tejado a dos aguas y tallado en madera con trabajos de filigrana. 

En Naggar visitamos la Casa Museo Nicholas Roerich, un ruso orientalista que se estableció allí con su mujer Helena, durante 20 años. Había varios retratos familiares. Fue pintor, filósofo, escritor, arqueólogo, etnólogo y viajero. Pintó más de 7000 cuadros del Himalaya. Algunos se exhibían en la casa, otros estaban expuestos en el Museo Nicholas Roerich en Nueva York. Los cuadros mostraban paisajes de cumbres nevadas y escenas himalayas. La casa era muy bonita, en medio del bosque, con muebles de madera y una galería en el piso superior. En el jardín había unas estatuillas hindúes con telas, y bustos de la pareja. Un personaje interesante y un lugar agradable para vivir, muy inspirador. 




martes, 14 de diciembre de 2021

ALBEROBELLO Y LOS TRULLIS

 


Alberobello es una pequeña ciudad de la región italiana de Puglia, conocida por sus casas trulli, Patrimonio de la Humanidad. Los trulli, también llamados trullos, eran construcciones circulares de piedra toba blanca, con techos en forma de pináculos negros. Una arquitectura tradicional.

El origen histórico se remontaba a la época feudal, la segunda mitad de la Edad Media o principios del s. XVI, cuando los Acquaviva, condes de Conversano, eran señores de la región. Obligaron a los campesinos a limpiar los terrenos y cultivar la tierra. Pero para evitar los impuestos era necesario que Alberobello no pareciera un centro habitado, así que construyeron los trullis que podían desmontarse rápidamente al no usar mortero para unir las piedras.




Había dos barrios: Rione Monte con 1000 trullis, y Aia Piccola con 400 trullis. El conjunto era un bosque de tejadillos cónicos más oscuros y chimeneas en las blancas calles. Algunas calles tenían plantas y macetas con flores. Lo visitamos en diciembre de 2021, con cielos azul intenso, sol y temperatura de 10º. Todavía había restricciones por la pandemia y se veía poco turismo.




Callejeamos por Rione Monte hasta la Iglesia de San Antonio de paredes blancas y también con forma de trullli. Fue edificada en 1927 con cúpulas cónicas, la más alta de 21m. Bastante imponente, casi con aspecto de castillo. El interior no era tan espectacular.



En la zona Aia Piccola vimos la Iglesia de Medici Cosme y Damiano, con dos torres de piedra dorada. Por detrás de la iglesia estaba el Trulli Sovrano (Trulo Soberano). Era el más grande y el único construido a dos pisos en la época. Lo encargó la familia acomodada del sacerdote Rataldo Porta a mediados del s. XVII. Tuvo varios usos: corte, capilla, botica, monasterio, oratorio campestre o residencia. Era Monumento Nacional y Patrimonio de la Humanidad.


Visitamos el Museo del Trulli Sovrano con las diferentes habitaciones de la vivienda, con su mobiliario: cocina, horno, comedor, dormitorio y jardín. No le faltaba detalle. En la cocina, entre platos y vasijas, tenia pimientos secos, ristras de ajos y frutos secos. El dormitorio tenia quinqués, orinales, aguamaniles, camisones colgando o un cuadro con llaves antiguas. Y en otras habitaciones había cestos para cereales y grandes vasijas de vino. Era fácil imaginar la vida de las familias acomodadas con todos aquellos objetos y mobiliario. Muy interesante.




El Museo del Territorio estaba cerrado temporalmente. En la Piazza del Popolo probamos panzerotti, los buñuelos de queso, olivas y otros rellenos. Nos alojamos en el Tipico Resort in Gabellot, un bonito y espacioso trulli de dos pisos.




Algunos tejados tenían dibujados en blanco símbolos protectores, religiosos o místicos. Y estaban  coronados por adornos distintivos con formas protectoras, como bolas o triángulos.

Se respiraba paz en las calles al ser invierno. Las calles tenían guirnaldas y adornos navideños. Las tiendas de artesanía vendían cerámicas, bolitas de nieve con trullis dentro, silbatos de terracota, vinos y aceites. 






Aia Piccola era un barrio más tranquilo, sin apenas tiendas ni gente, más residencial. Y sus calles eran más planas; en Rione Monte tenían más pendiente.







Cenamos en Il Pinaculo, un coqueto y acogedor restaurante:  tagliatelli al funghi, de sabor muy intenso, y pizza cuatro quesos. Por la noche las calles tenían iluminación y decoración navideña y había un gran árbol de Navidad de luces. Alberobello era un pueblo con historia y mucho encanto.