martes, 15 de agosto de 2017
LAS CASCADAS DE IVINDO
domingo, 22 de enero de 2017
LAS CHIMENEAS DEL LAGO ABBÉ
viernes, 7 de agosto de 2015
LA VIDA SALVAJE DEL PARQUE NACIONAL DE CHOBE
Recorriendo el Parque
Nacional de Chobe en Bostwana, nos metimos por un sendero boscoso. No
parecía haber animales, y de repente a un lado de la pista, sobre la rama baja
de un árbol encontramos a un leopardo. Paramos en seco y retrocedimos un poco.
El leopardo bajo del árbol, pero no debimos parecerle una amenaza por se sentó
en el suelo. Era un precioso leopardo moteado, con los ojos claros
verdosos. Y nos miraba desafiante.
La zona de la ribera
del rio Chobe era verde, dorada y húmeda. Cerca del río había múltiples
lagunas donde iban los animales a beber. Vimos grupos numerosos de impalas
y elefantes jirafas, cebras, fagoceros, chacales, hipopótamos, cocodrilos,
gallinas de guinea, búfalos, kudus y leones.
Las jirafas se movían elegantemente con su parsimonia. Leímos que tenían un corazón de 9kg para poder bombear sangre hasta su cerebro. De ahí sus movimiento como en cámara lenta. Podían medir 6m de altura.
Vimos a los elefantes
comiendo hojas de las ramas y hierba que cogían del suelo. Primero arrancaban
las raíces de la tierra golpeando con sus patas. Bebían curvando la trompa y a
veces se echaban tierra por encima para refrescarse. El polvo y el barro les
protegían la piel del sol y de los insectos y parásitos. Movían las orejas,
que tenían un sistema de irrigación propio dado su gran perímetro, para
refrescarse. Varias hembras estaban embarazadas. La gestación duraba 22
meses.
Encontramos un
grupo de cuatro hembras con varios leones jóvenes y sus cachorros. Iban
caminando en hilera hacia el agua. Los seguimos desde muy cerca con el jeep,
viendo su piel dorada al sol. Nos ofrecieron el trasero como despedida y ni se
inmutaron por nuestra presencia. El atardecer lo tiño todo de una luz dorada y
en las extensiones de hierba verde y amarilla, entre lagunas, se esparcían
auténticas manadas de animales. Cientos de antílopes con jirafas, cebras y
elefantes eran los más abundantes.
Vimos babuinos
que se sentaban ante los excrementos secos de los elefantes y deshacían las
bolas para conseguir la semilla que defecaban entera. Encontramos grupos de
babuinos caminando a cuatro patas y cargando sus crías bajo el vientre o sobre
el lomo. Unos jugaban saltando por las ramas de los árboles y otros se sacaban
parásitos del pelaje.
Los bisontes lucían su montera característica con los cuernos. Eran un grupo numeroso, sentados a la sombra de un árbol y rumiando la hierba que comían.
Por las noches, en el silencio del campamento, oímos los rugidos de un león y la estampida de una manada de cebras, que pasó por detrás de la tienda. Nos despedimos del Parque Nacional de Chobe con un montón de imágenes en la cabeza, emocionados y admirados de su belleza y abundancia de animales.
domingo, 2 de agosto de 2015
EL DELTA DEL OKAVANGO (1)
Desde Johannesburgo cogimos un pequeño avión con motores de turbohélice a Maun en Bostwana, un trayecto de dos horas. Un cartel con dos leones en la hierba dorada nos dio la bienvenida. Maun era la base para visitar el Delta del Okavango, declarado Patrimonio de la Humanidad..
Como curiosidad, no era un delta fluvial real porque el río Okavango no desembocaba en el mar, sino que se dispersaba hasta llegar al desierto de Kalahari. Nos alojamos en el campamento Old Bridge Backpackers, a orillas del río y junto a un viejo puente. Era un lugar tranquilo y relajante.
Al día siguiente
hicimos una excursión por el Delta del Okavango en mokoro, Primero nos
recogió una furgoneta hasta el embarcadero, donde cogimos una lancha de motor
hasta la “Mokoro Station”, a unos 45 minutos. Los barqueros estaban agrupados
bajo la sombra de una gran árbol y junto a un termitero gigante. También había
mujeres barqueras.
Allí montamos en
una mokoro, la canoa tradicional que manejaban con pértiga. Se construía
vaciando el interior de un tronco, con madera de ébano. Navegamos por el
delta entre juncos verdes y nenúfares flotando en el agua. En las orillas
se veían árboles, alguna palmera y vacas aisladas pastando. Navegamos por estrechos
canales entre juncos acuáticos, abriéndonos paso entre los tallos que nos
rozaban los brazos. El agua estaba repleta de plantas acuáticas que alzaban sus
tallos hasta la superficie buscando oxígeno. Había muchas flores de loto blancas y amarillas o lilas. Las abejas libaban en el interior de las flores. Nos
deslizábamos suavemente y en silencio, impulsados por la pértiga.
Navegamos una hora
y media hasta llegar a una isla en el delta, donde desembarcamos. Allí
emprendimos una caminata de un par de horas, con el barquero como guía. El
interior de la isla tenía la hierba alta y amarilla. Vimos alguna laguna desecada,
que llamaban pan, con el terreno arenoso de un blanco deslumbrante. Lo tocamos
y era un polvo como harina fina. Vimos un cráneo de hipopótamo y una mandíbula
de jirafa de huesos blanqueados por el sol.
Durante el paseo
avistamos grupos de ñus y cebras juntos, algún impala y cocodrilos.
También vimos y oímos hipopótamos bañándose y emergiendo con resoplidos.
Pero estaban lejos y solo asomaban la cabeza con los ojos y las orejas rosadas.
Comimos un picnic a la sombra de los árboles, que se agradecía con el calor del
día.