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sábado, 23 de agosto de 2014

VILNIUS

Vilnius (o Vilna), la capital lituana, es una ciudad amurallada conocida como la joya barroca del Báltico. Su casco antiguo es el mayor de Europa, considerado Patrimonio de la Humanidad. Callejuelas empedradas con casas con buhardillas y chimeneas, iglesias, patios interiores, y muchos rincones con encanto. 

La muralla tuvo diez puertas y la única que se conservaba intacta era la Puerta de la Aurora. Era un gran arco con un cuadro en el exterior de una Virgen negra rodeada de oro. Había gente rezando en la calle y ofreciendo cirios. 






Nos alojamos en el Domus Maria Hotel, un convento del s. XVII de las monjas teresianas, un lugar histórico. junto a la Puerta de Alba. Desayunamos en el antiguo Refectorio de las monjas, con techos abovedados con arcos de crucero. 

La Catedral tenía una fachada peculiar con seis columnas clásicas y un campanario blanco independiente, separado del cuerpo de la catedral. Junto a la catedral estaba el el Palacio Real de los Duques de Lituania, un gran edificio blanco del s.XV. Cerca estaban las Iglesias barrocas de Santa Teresa y del Espíritu Santo (ortodoxa). Esperamos a las cinco de la tarde para escuchar los cantos de los monjes ortodoxos.


Otro gran arco eran las llamadas Puertas Basilianas, por las que se accedía al Monasterio Basiliano de la Sagrada Trinidad. Vimos la Filarmónica y seguimos hasta la Plaza del Antiguo Ayuntamiento, donde se celebraba una fiesta medieval. Había herreros, curtidores de piel, hilanderas con ruecas, artesanos de piel y escribidores con su scriptorium.






Nos metimos por las estrechas y sinuosas callejuelas del guetto judío: Antoniovski, Gaono, Zydu, Stikliu…Habían sido testigos de mucho dolor y lo recordaban en una placa conmemorativa. Ahora estaban llenas de vida, repletas de pastelerías, tiendas coquetas, tabernas y restaurantes. Un contraste con lo que vivieron en el pasado.





Luego fuimos al Museo de las Víctimas del Genocidio, ubicado en un gran edificio clásico que había sido la sede del KGB y de la Gestapo. Los sospechosos de ser anti-soviéticos eran espiados, interrogados, enviados a campos de trabajo, deportados o ejecutados. Hubo miles de víctimas en Lituania. Los deportaban a Siberia y zonas alejadas, y muchos morían allí por el frío y las condiciones extremas. Había muchas fotos, historias de partisanos que lucharon contra el comunismo, testimonios de deportados y de víctimas de todo tipo.

En la segunda planta vimos los despachos de los oficiales y torturadores, con sus uniformes, y el mobiliario con radios y teléfonos. En otra sala espiaban las conversaciones de sospechosos con micros camuflados. El sótano fue lo más impresionante, con las celdas de los prisioneros, sala de torturas. Bajar por aquellas escaleras era descender a un inframundo. Asesinaron a muchos inocentes: profesores, escritores, artistas y sacerdotes. Una visita impactante.

Subimos a la colina Gadimenas, un lugar simbólico por ser donde se fundó la ciudad de Vilnius. Estaba coronada desde el s. XIII por un torreón circular de ladrillo rojo con la bandera lituana. Desde allí había vistas panorámicas de la ciudad. Sus muros fueron destruidos durante la ocupación rusa (1665-1661) y fueron restaurados posteriormente. En el interior estaba el Museo del Castillo Alto, que visitamos gratis por ser festivo. Celebraban los 25 años de la cadena humana que atravesó Lituania, Letonia y Estonia, pidiendo la independencia, que consiguieron en 1991. Había sido un hito histórico.



Otro día paseamos por el Barrio de Uzupis, el barrio bohemio, donde se instalaron artistas, soñadores, borrachos y okupas. El barrio tenía una placita con una columna con el Ángel de Uzupis, tocando una trompeta. Habían declarado una República Independiente. Tenían su Presidente y una Constitución propia festiva, con derechos como el de ser único, ser feliz o infeliz, amar, derecho a ser libre o a ser un perro. Concluía con un “No te des por vencido. No contraataques. No te rindas”. Estaba escrita en una placa en un muro, en varios idiomas. Una curiosidad. 



                

                                                     

Vimos varias parejas de novios lituanas, con sus damas de honor, que iban en limusinas y se fotografiaban allí. Los novios dejaban candados en el puente que cruzaba el río Neris. Vilnius era una ciudad con mucha historia y mucho encanto.

domingo, 2 de junio de 2013

EL LATIDO DE SOWETO

 

 
Soweto era uno de los distritos segregados de Johannesburgo, también llamados townships, en el que vivían entre 2,5 y 5 millones de sudafricanos. Se creó en 1904 para trasladar a las personas no blancas fuera de la ciudad, sin enviarlas demasiado lejos para poder mantenerlas como mano de obra barata, una especie de gueto. Se convirtió en un símbolo y fue testigo de acontecimientos históricos.


 
Subimos a un punto desde el que se tenían vistas de todo Soweto, dominado por la colina de las minas de oro. Johannesburgo fue durante mucho tiempo fue la capital mundial de la producción de oro, pero la explotación minera afectó  al medio ambiente y al suministro de agua potable. La consecuencia fueron aguas ácidas, que podían ser tratadas en procesos que se encarecían demasiado. Por todas partes se veían casitas de planta baja pintadas de colores con tejados rojos. Dos grandes torres de una antigua central térmica, estaban decoradas con dibujos y unidas por un puente colgante; desde ellas se tiraban acróbatas y equilibristas.




Las construcciones eran de ladrillo o cemento, pero también vimos casetas sencillas de uralita con peluquerías y pequeños comercios o bares, donde vendían la cerveza local en envases de cartón. Un museo recordaba la protesta de los estudiantes negros por la imposición del afrikaans como único idioma en las escuelas, que trajo consigo la muerte por disparos de la policía de la víctima más joven de la lucha: un niño de 13 años llamado Héctor Pieterson. En la protesta fallecieron 566 escolares.

 
En la zona de Orlando West, estaba la casa de Nelson Mandela, el hombre que más luchó contra el racismo y por los derechos de la raza negra. Curiosamente la casa estaba junto a la del obispo Desmond Tutu, así que en un pequeño tramo de calle habían vivido dos Premios Nobel de la Paz. La casa de Mandela se construyó en 1945 y vivió con su primera mujer Evelyn, y con Winnie durante unos años más hasta que Mandela fue llevado a prisión en 1960. Estuvo veintisiete años encarcelado. Era una biografía emocionante y que impresionaba, todo el mundo quería y respetaba a Maduba, como le llamaban cariñosamente. El corazón de Mandela, maltrecho, sigue latiendo. Los jóvenes, como las mujeres sentadas en el banco que me sonreían, escribirán el futuro de Soweto. Todos ellos son el latido de Soweto. Escuché ese latido.
 
© Copyright 2013 Nuria Millet Gallego